En los próximos días se cumplen 50 años desde que en 1957 se inició la carrera espacial. En octubre de ese año fue lanzado el satélite soviético Sputnik, que dio la partida a una competencia con EEUU, país que con su programa Apolo llevó al hombre a la luna en 1969.
Lo interesante de ese desafío es que demostró que el ser humano puede elevarse a dimensiones desconocida cuando cree en el objetivo de una misión. Y en ese sentido el discurso ante el Congreso del presidente John F. Kennedy -quien en política exterior cometió graves errores como la Alianza para el Progreso en América Latina- fue muy inspirador para toda una generación de norteamericanos: en 1961 formuló un plan para llegar a la luna en esa década. Y, efectivamente, como dijo Neil Armstrong al pisar suelo lunar 8 años después, fue un gran salto para la humanidad.
De ese esfuerzo derivaron enormes avances científicos que hasta hoy están disponibles en cada hogar, en la medicina, en las telecomunicaciones. No se entendería la actual era de la informática, la globalización ni Internet, sin los satélites que la carrera espacial puso a disposición de todos los seres humanos.
Lo más notable es que cuando se inició la competencia espacial entre la ex URSS y EEUU, ambos estaban aparentemente empatados en cuanto a capacidad científica. Pero había una diferencia clave que, a la larga, se traduciría en que la URSS se desplomaría estrepitosamente en 1991, mientras el mundo libre que representaba EEUU se coronaría líder de la era de la nueva globalización.
La gran diferencia fue el concepto de libertad. Mientras el sistema soviético actuaba en esa carrera sin el más mínimo respeto por la sociedad civil, es sistema norteamericano se basaba en la democracia. Y así, cada dólar gastado en la competencia espacial estadounidense, se traducía más temprano que tarde en beneficios para las dueñas de casa, para las universidades, para la industria. Los avances científico-militares de EEUU derramaban sus logros hacia la sociedad toda. En cambio en el ex mundo soviético, los avances científicos quedaban encapsulados en una elite del Partido Comunista.
La URSS se derrumbó porque su sociedad civil fue obligada a permanecer en un desarrollo tercermundista, excepto en el campo de la competencia militar.
Los 50 años de la era espacial son una buena instancia de reflexión sobre los distintos resultados que se obtienen en dos sociedades que, partiendo de una paridad científica, se diferenciaron en que una creyó en la libertad de los individuos como motor del progreso, y la otra optó por un sistema planificado desde arriba, sin respeto por la inteligencia de sus ciudadanos y por el destino de los de abajo.