España y la unidad nacional

Madrid está preciosa. Desde la llegada a Barajas, con su techo ondulante, su alta tecnología y su moderno metro que conecta con cualquier punto de la ciudad, se respira el cambio que ha experimentado España en las últimas décadas.

Pero llama la atención del visitante la diferencia entre la actitud alegre y vital de los madrileños, y la tónica de las noticias políticas que destacan que está en juego la unidad nacional. Unos persiguen el separatismo y lo que llaman soberanismo –el mayor poder e independencia que reclaman algunas regiones- y otros exigen al presidente Jose Luis Rodríguez Zapatero más dureza contra esos movimientos. Unos quieren una república y otros defienden la monarquía.

El rey Juan Carlos tuvo que dar el inusual paso de salir en su propia defensa y de la monarquía, ante las crecientes críticas contra la familia real, y pidió tolerancia y respeto. En  Cataluña cientos de manifestantes quemaron la foto del rey, y las celebraciones por la fiesta nacional del 12 de octubre frente a la plaza de Colón han estado sometidas a un exhaustivo control desde días antes.

La monarquía española goza sin embargo de un mayoritario respeto por haber liderado la transición tras el régimen del general Franco, y por representar las instituciones permanentes. El rey es el Jefe del Estado y  está fuera del juego político-electoral. Los españoles, con su voto, eligieron las Cortes Constituyentes y después refrendaron  el texto constitucional, transformando la monarquía impuesta en una monarquía parlamentaria y constitucional.

Pero los separatistas regionales la cuestionan hasta el punto de lograr que su existencia o abolición sea tema principal. El ex presidente Aznar acusa al actual jefe de gobierno Rodríguez Zapatero de no defender bien al rey por liberar a quienes quemaron  sus fotos. Y a la vez Rodríguez Zapatero enfrenta las furias de la ETA por la detención de 22 de sus dirigentes vascos.

Es un tema de nunca acabar. Estando en Madrid de visita tengo la impresión de que hay dos Españas: una pujante, creativa, que mira al futuro, y otra anclada en las eternas disputas entre las regiones y el gobierno central, entre republicanos y monárquicos.