Pakistán, clave en el ajefrez mundial

La trágica muerte de Benazir Butho es un impactante recordatorio de lo clave que es Pakistán en el ajedrez mundial. Es uno de esos puntos del mapa en que chocan civilizaciones, culturas, religiones, etnias y sobre todo intereses políticos unidos a las armas más letales que ha creado la humanidad. El hecho de haber sido la primera mujer musulmana elegida democráticamente y de representar una línea moderada en un país en que proliferan las tendencias fundamentalistas, la ponía en una de las situaciones más expuestas que puede enfrentar un político.

Su asesinato confirma los peores temores acerca del complicado futuro de Pakistán, país que ya desde su independencia en 1947 ha sido inestable. Surgió por la división de la India para albergar a los musulmanes,  vivió tres guerras con ese país, y de una lucha civil surgió Bangladesh en lo que era Pakistán Oriental.

Pakistán está en una situación geopolítica en que es pieza fundamental en una tensión soterrada entre China e India. Además se supone que en su territorio se esconden los elementos más peligrosos de Al Qaeda y el propio Bin Laden, y en el vecino Afganistán  los talibanes pretenden retomar el control. En sus madrasas se suele enseñar una versión extrema y distorsionada del Islam, lo que sumado a la pobreza deja a miles de jóvenes vulnerables a ser reclutados por terroristas.

El futuro de Pakistán se hace aún más difícil por los intereses de todas las potencias: la India reclama influencia y territorio en Cachemira, China quiere limitar el poder indio en la zona, y EEUU, que en la guerra fría apoyó a Pakistán porque su enemiga la ex URSS se entendía con la India, hoy lo hace porque Pakistán es fundamental para acceder y controlar Afganistán. Toda esa zona es origen y refugio de movimientos extremistas que se exportan.

El asesinato de la señora  Bhutto deja a la administración Bush sin una estrategia visible para esa zona, donde ha apoyado el dictatorial régimen de Musharraf como un mal menor frente a la necesidad de perseguir a Al Qaeda y pacificar Afganistán, mientras las tropas de EEUU se desangran en Irak. En el corto plazo, la única ayuda posible es tratar de que las próximas elecciones parlamentarias tengan algún grado de legitimidad para asegurar cierta viabilidad política.

Este nuevo atentado en Pakistán es otro ejemplo de que el siglo XXI se inició, con el ataque al corazón de EEUU en el 2001, como una era en que las motivaciones culturales, étnicas y  religiosas tendrán un énfasis mucho mayor que en el siglo XX. Los estadistas de hoy no pueden limitarse a administrar la economía, sino que deben aprender a lidiar con motivaciones culturales que exigen gran preparación y asertividad.