En medio de una debacle financiera mundial, en la cual se mueve el piso económico de todos los gobiernos, empresas y ciudadanos, es más importante aún valorar las certezas que se tienen como nación. La seguridad que otorga un territorio bien definido y querido, y su proyección marítima, son los factores más permanentes y están, junto a la cohesión interna, directamente relacionados con la identidad y el sentido de pertenencia.
Por eso es tan importante tener conciencia de lo que está en juego en nuestra frontera marítima del norte. Perú pretende introducir un cambio, argumentando que la delimitación debe ser redefinida por criterios distintos a los de la línea del paralelo que rige actualmente, con lo cual obtendría un área marítima que hoy está sujeta plenamente a la soberanía chilena.
Como se trata de un tema muy técnico y alejado de los intereses diarios de las personas, pero de enorme repercusión para las futuras generaciones, es importante reafirmar conceptos. Lo que se debe tener en cuenta aquí es que la frontera marítima existente está avalada por tratados que durante décadas han sido reconocidos por Chile y por el propio Perú que ahora los quiere cambiar. El límite marítimo fue expresado en los tratados tripartitos (Chile, Perú y Ecuador) de 1952 y de 1954. Como no se puede dibujar una línea en el mar, el límite marítimo fue acordado en el paralelo geográfico, y fue materializado en tierra mediante el hito 1, a partir del cual se proyecta hacia el mar. Se ha reconocido este límite durante décadas no sólo por Chile y Perú, sino por toda la comunidad internacional.
El contencioso internacional planteado por Perú al acudir unilateralmente a la Corte Internacional de La Haya puede extenderse por unos tres años. Perú tiene plazo hasta el próximo 20 de marzo para presentar su memoria, por eso el tema recibirá mucha atención estos días. Luego Chile dispondrá de un año para presentar su contramemoria.
Es preocupante que un límite reconocido en acuerdos tripartitos entre Chile, Perú y Ecuador pretenda ser alterado por Lima, sobre todo porque esos tratados ( Declaración de Santiago de 1952 y Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima de 1954) organizaron el sistema del Pacífico Sur.
Es muy negativo que a tanta inseguridad económica internacional que afecta a nuestros países, se sume una innecesaria y artificial inestabilidad fronteriza. Es caro, muy caro revisar fronteras. No sólo por los enormes costos en especialistas y viajes, sino por la desconfianza que se instala entra ambas naciones, afectando los negocios conjuntos y los esfuerzos por progresar.