Alan García cruzó el límite

Los valses peruanos nos han evocado siempre la imagen del limeño afable. Recuerdo las letras de Chabuca Granda, la fallecida autora de La Flor de la Canela, y las conversaciones con don Jorge Errázuriz, ex Embajador de Chile en Lima,  quien me contaba de esos caballeros de fina estampa, limeños de hablar bonito y modales agradables. Los peruanos que llegan a Chile buscando trabajo también hablan bien, se expresan con dignidad.

Por eso impresiona tanto oír al presidente de Perú ofendiendo con tan burdo lenguaje a nuestro país.

Alan García ha impulsado sucesivas acciones para crear tensión. La demanda ante la Haya, su afán por presentar a Chile como un país belicista  -aunque, a diferencia de Perú, no ha tenido ninguna guerra desde la de 1879-  y la forma como manejó el caso  espionaje, muestran su interés por escalar tensiones.

Chile en su momento bajó el perfil al tema del ex agregado naval peruano acusado de espiar este año en nuestro país. Y mientras Chile apoyó activamente el ingreso de Perú a  Apec, García insiste en  presentarnos como nación agresiva.  Es una contradicción profunda con la realidad: aquí se le ha dado residencia legal y trabajo a decenas de miles de peruanos indocumentados; las inversiones chilenas en Perú han ayudado a la recuperación de esa economía; empresarios chilenos han invertido más de 7 mil millones de dólares allá y empleado a 15 mil peruanos en su propio país.

No voy  a especular sobre las razones que mueven al presidente García a proferir insultos como tildar a Chile de “republiqueta”  y a la presidenta Bachelet de  vecina envidiosa. Ni voy a referirme a la baja popularidad que lo abruma, ni haré recuerdos de la corrupción en su pasado gobierno, que lo mantuvo por años alejado del Perú.

Lo que sí interesa pensar es cómo relacionarnos en el futuro con el nivel de nacionalismo exacerbado que recurrentemente aflora. Con los Donayre, los Ollanta Humala, los Alan García y los que eventualmente vendrán.

Lo primero es la prudencia. Pero queda claro que la demanda marítima presentada ante La Haya también está enturbiando la total relación vecinal con Perú, incluyendo toda la gama de interacciones actuales y futuras. Aunque Chile ha tratado de “encapsular” esa demanda marítima para así poder mantener relaciones razonables en otras áreas, no puede aceptar la actitud destemplada que ha tenido Alan García y su gobierno para presentar a Chile como belicista.

Chile tendrá que hacer ahora un más activo –no sólo reactivo- trabajo de difusión para explicar que el reclamo marítimo peruano altera acuerdos firmados hace décadas, plenamente vigentes. Hay un conjunto de lazos que unen a ambos pueblos y hay que hacer todos los esfuerzos para avanzar en una relación constructiva. Pero sería bueno mencionar en cada foro la inestabilidad regional que producen actitudes  revisionistas como la de Perú, y el costo para el progreso y la integración.

Eso sí, sin perder la fina estampa, como decía Chabuca, las formas respetuosas. Nunca, nunca descender al nivel de Alan García, que haría sonrojar a la peruanísima autora.