Tengo 5 hijos. Cuando mis cuatro hijas cumplían 12 años, la Isapre automáticamente aumentaba el cobro (no así el de mi hijo hombre). Ante mi reclamo, la explicación fue: las niñas en edad fértil podrían embarazarse y eso tiene costo para el sistema. La solución más simple que encontraron fue ponerle un cargo al útero, ese órgano femenino que permite la existencia humana, incluida la de los gerentes y banqueros, presidentes de Chile y diputados que hacen las leyes.
En mi fuero interno el asunto me indignaba. Sentía que el mensaje asociado a ese cobro -que mucho después fue eliminado, pero mostró una mentalidad que en diversas formas persiste- era pernicioso para la sociedad. No había ahí un análisis sobre nacimientos y paternidades responsables para ambos sexos, ni la defensa del concepto del bien común por parte del Estado. Era sólo una perspectiva económica y muy burda. Lo sentí intrínsecamente errado, pero fui incapaz de involucrarme y reclamar en plena crianza, no tenía tiempo ni mente para más.
Como analista internacional, acepté por años ganar menos que mis compañeros para tener tiempo con mis niños. Estudiaba los temas en mi casa y rendía lo mismo que los periodistas hombres en mi afán por cumplir, como le sucedía a tantas, y me alegro que hoy muchas jóvenes reclamen por esas diferencias. Aún así me sentía privilegiada de poder ejercer mi periodismo, porque mi marido se involucraba, tenía ayuda doméstica y mis padres colaboraban en el cuidado de mis niños. Inconscientemente acepté ese estado de cosas, y me adapté. Pero siempre tuve muy claro que la realidad de millones de mujeres es la doble tarea y el menor sueldo.
Insistí sobre eso en artículos periodísticos y hoy lo repito: que nazcan niños no es un “problema” femenino, es de interés de toda la sociedad; que hoy Chile tenga una tasa de fecundidad menor al 1.8 niños por mujer es preocupante; que el PIB por sí solo no es desarrollo, debe conducir a una mejor sociedad, acogedora con los débiles, entre ellos la mujer embarazada y los niños, que jamás deberían terminar maltratados en un Sename; que debemos buscar fórmulas parecidas a los países nórdicos donde el lema es : los niños son el tesoro de la nación, y toda la comunidad- mujeres, hombres, empresas, Estado- deben adaptarse para que puedan nacer y crecer apoyados, lo cual no es sólo un “asunto de mujeres”. En Suecia la igualdad de oportunidades se logró porque el apoyo fue dirigido a la pareja, fomentando que el hombre comparta las repercusiones profesionales de la maternidad.
Comprendo que el tema de la mujer es mucho más amplio que la maternidad, pero incluso ese aspecto básico no lo tenemos bien resuelto.
El día que en Chile entendamos que el útero es un órgano fundamental y no un problema, y que nazcan niños bien cuidados es de interés para la sociedad toda, tendremos un país más desarrollado en el buen sentido. Y, probablemente, más feliz.