Aunque nada concreto ha variado aún, todo cambió. Hay otro clima, otro tono. La restauración de relaciones entre Washington y La Habana demuestra que la libertad personal es el concepto filosófico clave de la sociedad occidental, un valor intransable que derriba muros e ideologías.
Estamos observando -entre EE.UU. y Cuba- esa definición que dice que la política es “el arte de lo posible”. Porque nadie en La Habana ha dicho que el régimen pondrá término al monopolio del PC. Tampoco Washington ha ofrecido por el momento el fin del embargo económico, que depende del Congreso. No, esto es Realpolitik pura y dura. El arte consiste en reconocer el nuevo escenario, sin exigencias. El Presidente Obama actúa con la esperanza de que reanudando relaciones políticas y económicas se fortalecerá la sociedad civil en Cuba, que exigirá más libertad. Y los Castro aceptan transparentar lo que ya todos sabemos: que Cuba depende de los dólares norteamericanos, y esas remesas ahora serán mucho mayores.
Entendiéndose con Washington, el régimen castrista calcula que podría salvar algo de su utopía, pues, como dijo Raúl Castro, “queremos actualizar el modelo económico para construir un socialismo próspero y sostenible” (en otras palabras, eso que no existe hoy en Cuba). Es una forma de ceder sin perder la cara ni la retórica, algo sustancial para los Castro. Y, astutamente, Barack Obama no insiste por ahora en democracia y derechos civiles. Espera dividendos políticos al dar curso a ganancias concretas: hay planes de financiar emprendimientos privados en la isla, exportar equipos informáticos, liberalizar viajes y, sobre todo, abrir mecanismos financieros, cuentas bancarias en Cuba. Increíble. Empresarios cubanos de Miami ya se preparan para invertir fuerte en infraestructura, tan atrasada en la isla. Washington espera así ayudar a una transición mesurada, antes de que ocurra un descontrol a 140 km de su costa.
Pero aunque todo sea pragmatismo y nadie hable de amor a la humanidad o hermandad de los pueblos, lo que está ocurriendo es esperanzador. Sucede a 25 años del fin del Muro de Berlín, que no “cayó”, sino que cedió ante el clamor popular por libertad. En forma sutil, pero igualmente significativa, la isla que desde enero de 1959 es dirigida por el mismo PC y la misma privilegiada familia, hoy abre sus costas porque la libertad se estaba colando entre las rocas y el malecón. La revolución que casi colapsó con el derrumbe de la ex URSS (después de exigir tanta sangre de cubanos peleando para Moscú guerras ajenas en África) hoy acepta algo que muchos como Yoani Sánchez venían sosteniendo hace años: la ideología no alimenta a nadie y ha impedido que los cubanos desplieguen su creatividad en libertad.