El anuncio de Angela Merkel de que se va a retirar de la primera línea política ha sido todo un impacto para las relaciones internacionales. Ella observa que ya es tiempo de barajar el naipe. Su femenino liderazgo y su hablar suave contrastan con su tremenda responsabilidad a cargo de Alemania, cuarta potencia económica del mundo y país líder de Europa. Cuando un político serio como Merkel ve que cambia el sentir en la sociedad, o que ya vive el desgaste del poder, da un paso al costado. Todo lo contrario de lo que hace un caudillo.
Jair Bolsonaro llega a la Presidencia en Brasil causando otro gran impacto. Guste o no lo que él representa políticamente, lo cierto es que una vez más una sociedad latinoamericana, cansada de la corrupción, potencia a una figura nueva como un salvavidas por la falta de legitimidad de sus instituciones.
Está por verse si Bolsonaro, que obtuvo legitimidad de origen por su contundente triunfo electoral, tendrá también legitimidad de ejercicio; porque es muy común en nuestra región que los gobernantes traten de empoderarse por sobre las instituciones, como ha sucedido con los caudillismos en Bolivia, Venezuela o en la Argentina de los Kirchner, claros ejemplos de abuso de poder. La actitud de la señora Merkel no es común por estos lares.
En estas columnas he insistido en la necesidad de una formación cívica desde Kindergarten , para que tengamos instituciones estables y una sociedad civil atenta. Se trata de transmitirles a los niños una actitud, una predisposición hacia el respeto interpersonal y de las normas, como se hace en todos los países que tienen democracias sólidas. Cualquier legislación será insuficiente si no existe una educación desde la cuna en conceptos como el bien común y el valor de la fe pública, que en nuestros países a menudo es burlada por las propias élites dominantes, afectando la confianza en las instituciones.
Wilhelm von Humboldt consideraba que “la formación en la escuela básica es fundamental para que surja la unión en la diversidad, el bien más alto al que puede aspirar una sociedad”.
En Chile, después de tantos años de marchas por la educación, ¿estaremos preparando mejor a nuestros niños? Pitágoras decía: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Estoy convencida de que si mejoramos la educación cívica, habrá más consideración y cariño por el país. Como ha dicho tantas veces Angela Merkel, una buena educación nos da libertad: “No se trata de estar libres de algo, sino para algo”.