El arte y los presidentes de América Latina

Estuvo en Chile el director del MoMa , Glenn Lowry.  En su conferencia en la Universidad Adolfo Ibáñez desarrolló el concepto de que un museo de arte moderno tiene que ser un sitio donde los creadores se sientan cómodos para experimentar, y el público llamado a disfrutar en una actitud de abrir la mente, rascarse la cabeza y preguntarse. Debe ser “moderno” y museo a la vez, dos conceptos contradictorios. Si se logra juntarlos y crear esa atmósfera de apertura para las nuevas tendencias -incorporando a la vez una mirada culta hacia el pasado- nunca será convencional, y evitará ser una institución anclada, sin visión de futuro. El arte de hoy es tan interesante como el del pasado, sólo hay que descubrirlo. Todo arte contemporáneo se vuelve histórico con el tiempo, lo que da paso a nuevas tendencias que hay que dejar fluir, para formar una cadena eterna de creatividad humana.

¿Qué tiene que ver eso con esta columna de política internacional? Mucho. Porque esa actitud de valorar el pasado, reconocer el presente, y proyectarse hacia el futuro, es la que permite progresar a los países, cuya única riqueza real son sus gentes y sus mentes. Y por eso la diferencia entre el discurso del director del MoMa  explicando una disposición mental hacia la creación, y la reciente Cumbre Iberoamericana con reproches mutuos y  lugares comunes de arcaica data histórica, fue  muy contrastante.

No vimos a los presidentes abriendo sus mentes para que les entre el mundo, para que sus cumbres no sean museos de esos que en una bóveda enclaustran el arte, sino como el MoMa , abierto a la calle, a la vida misma, al sentir de esta generación de personas con vidas y necesidades de aquí y de ahora.

Estamos asistiendo a una nueva era de la humanidad, que requiere nuevos referentes e instituciones, y sobre todo una nueva actitud política. La sociedad industrial del siglo XX puso el énfasis en la competencia. La sociedad globalizada del siglo XXI necesitará la cooperación y el encuentro con el “otro”, que tiene una cultura, religión o historia muy distinta. Con las nuevas tecnologías ya no caben las potencias solitarias luchando entre ellas como en la guerra fría, o los mundos autárquicos como la China de Mao y la Rusia soviética. Ambos decayeron porque no se adaptaron al espíritu de los tiempos o Zeitgeist, de abrir las fronteras mentales y dar cabida a la libertad.

Generar las condiciones políticas para que fluya la libertad creativa en Latinoamérica debiera ser el propósito de las cumbres. Para que surjan faros como fue la Bauhaus en Alemania para la arquitectura mundial, o el MoMa hoy para el arte universal. Las cumbres debieran ser una tormenta de ideas para el desarrollo, no una sucesión de discursos para que nada cambie.