El verdadero estadista en los tiempos difíciles

Desde que estalló la crisis financiera muchos estamos mirando a EEUU con otros ojos. Así como hubo un antes y un después del ataque a las torres gemelas en cuanto a su  vulnerabilidad física, hay un antes y un después de la llamada crisis subprime respecto a su vulnerabilidad económica. La desconfianza se mantiene o crece aunque ha pasado ya más de  un año desde su inicio.

Hace rato dejó de ser un tema netamente económico para convertirse en una crisis de confianza en las autoridades y en el sistema financiero. Sólo un potente liderazgo puede revertirla, y todos se preguntan si el presidente Barak Obama será el gran conductor que el momento histórico requiere.

Un verdadero estadista debe ser  capaz de reconocer rápido las causas de un problema y  conducir a la nación en forma innovadora, no meramente administrativa. Eso implica ejercer el cargo público sin ideología partidista, y aplicar en tiempos de paz lo que la estrategia y la táctica representan en tiempos de guerra: agrupar todos los elementos de la capacidad nacional para lograr el máximo efecto que la situación exige.

El hombre de Estado además de seleccionar el objetivo, debe inspirar la voluntad colectiva de acción para conseguirlo al más bajo costo. La toma de decisiones  – lo más difícil en un cargo de responsabilidad- diferencia al mero gobernante del estadista. Este último concentra en sí la autoridad del poder legítimo reconocido por la comunidad, y la usa para conseguir los fines que interesan a la nación.

Un líder de Estado logra que la gente se sienta confiada en las motivaciones que lo impulsan a hacer lo que hace. Y ese estadista inspira para que cada ciudadano haga bien lo suyo, para que todos sean parte de la solución en un Estado subsidiario.

En EEUU fallaron todos los fusibles y controles económicos por parte de las autoridades políticas, la Reserva Federal, los bancos y los analistas de inversiones. Sobró especulación y faltó información y control, lo que condujo a un proceso acumulativo de errores que se fueron retroalimentando.

Hoy se espera de Obama un alto nivel de conducción, y es un error pensar que un gobernante está condicionado por las circunstancias históricas que le tocaron o por los problemas que heredó. No, eso sería determinismo. Un verdadero líder sabe que si sus acciones son relevantes, va creando nuevas situaciones. Debe descubrir oportunidades mirando al futuro y aprendiendo del pasado.

En medio de tanta receta económica y preguntas acerca del porqué de la crisis financiera, es bueno recordar lo que Lincoln, Jefferson y Franklin recalcaron: que libertad y democracia requieren creer en un fin superior, y que toda la sociedad -ciudadanos y gobernantes- deben tener en vista las virtudes públicas.