El caso Honduras demuestra porqué las relaciones internacionales contemporáneas tienden a vincular más a regiones afines e intereses comunes, en vez de depender sólo de las burocracias tradicionales de los gobiernos. En América Latina la inestabilidad de las instituciones entrampan proyectos de desarrollo. Por eso son tan importantes los casos recientes de acuerdos prácticos y eficientes con regiones específicas: por ejemplo, entre la Borgoña francesa y la región del Maule para el negocio de los vinos; o el interesante plan de consorcios alemanes para la producción de energía solar en el desierto del Sahara para Europa. En esta línea, el proyecto Chile-California es una moderna visión de desarrollo basado en la asociación estratégica.
Está aumentando en el mundo esta forma de intercambio más innovadora, bajo el concepto de “like minded countries”, es decir países o regiones que se agrupan por tener intereses y visiones parecidos. Justo lo contrario de lo que se ha venido haciendo en América Latina, con fastuosas reuniones de presidentes para hablar de la hermandad de los pueblos y firmar teóricos acuerdos que no han conducido a resultados tangibles. Hoy, para insertarse exitosamente en la sociedad del conocimiento, se requiere una mentalidad distinta, ya no de arriba para abajo, sino al revés: las personas y las empresas son las creativas y los gobiernos –en este caso el de la presidenta Bachelet a través de la Cancillería, y el del gobernador Schwarzenegger- son facilitadores de contactos para generar oportunidades.
Chile, que postula a incorporarse a la OECD (que agrupa a las principales economías) ya no es considerado “elegible” para recibir ayuda. Ahora debe buscar asociaciones de mutuo interés, y aprovechar experiencias de desarrollo. Por eso con California, se trata de implementar un nuevo tipo de relación internacional, que le ayudaría a Chile dar pasos hacia la sociedad del conocimiento y el desarrollo económico, a través de iniciativas públicas y privadas en temas estratégicos como el capital humano, la investigación y el desarrollo, el comercio y los negocios. Por algo el proyecto se llama “Plan Chile-California, una asociación estratégica para el siglo XXI”.
California, con su capacidad económica y tecnológica que incluye Silicon Valley, si fuera un país, sería la séptima potencia mundial. Comparte con Chile intereses agrícolas y de energías alternativas. Ya hay un proyecto solar conjunto en Atacama. Si bien es obvio el atractivo para Chile de esta asociación, a EEUU también le conviene. Porque Washington tiene problemas en la región y necesita un nuevo modelo para vincularse, basado en intereses comunes. Chile-California es un gran paso hacia una nueva forma de relación madura y de mutuo beneficio.