El Papa Benedicto XVI pidió a los argentinos un “esfuerzo solidario” que permita reducir “el escándalo” de la pobreza en ese país. Más allá de la discusión que se generó con las cifras de la pobreza, lo que escandaliza es que en una nación tan dotada de recursos humanos y naturales, el número de pobres aumente cada año. La razón principal es una histórica distorsión en el manejo político del Estado.
El novelista y sociólogo mexicano Carlos Fuentes dice que sus compatriotas descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. Porque casi todos tienen un abuelo o bisabuelo que bajó de los barcos que llegaban con ingleses, alemanes, italianos, franceses, con sus conocimientos e ideas que enriquecieron a Argentina en todo sentido. Félix Luna, en su Historia de los Argentinos, recuerda el sentido igualitario que caracterizaba a esa sociedad. Ya en el siglo XIX la relación entre trabajador y empleador no se asemejaba al servilismo imperante en otros países americanos.
Ese rasgo igualitario, sumado a una calidad y cobertura de educación superior a la común en Latinoamérica, y a sus riquezas naturales, hacían esperar otro destino para Argentina. Pero la realidad es que cuando cumplió 100 años de independencia estaba entre los diez países más ricos del mundo, y al acercarse a su bicentenario ocupa el lugar 68.
Las cifras oficiales del INDEC –y ya casi nadie niega la falta de transparencia en la información que entrega el gobierno- dicen que hay un 15 % de pobres. Según el estudio de la Universidad Católica Argentina (UCA), esa cifra alcanza al 39 %, con la que coincide el periodismo independiente, como BBC mundo. La consultora privada Ecolatina informó que la pobreza trepó al 31,8 % y la indigencia al 11,7 % en el primer semestre de 2009.
En Argentina falló el desarrollo. Para que éste se dé, una sociedad requiere empresarios eficientes para generar riqueza, y un Estado honesto y profesional que ponga reglas claras y las haga respetar para beneficio de los menos favorecidos. No hay desarrollo sostenible si la economía se concentra en pocas manos -tentación de los grupos dominantes de la sociedad-, ni cuando la burocracia estatal cae en un gasto distributivo exagerado –lo que tiende a ser el defecto de los sectores más socialistas o estatistas-. Los Kirchner sumaron ambas distorsiones: concentración del poder en beneficio propio y de sus cercanos, y falta de transparencia en el manejo del Estado.
Mario Vargas Llosa, en un irónico artículo, describe a los Kirchner como los perfectos capitalistas, que “en estos tiempos de tragedia y quebranto, consiguieron multiplicar siete veces su capital” y agrega: “cuando todos a su alrededor perdían, dispararon a las nubes sus ingresos…”.
En contraste, los agricultores están con más impuestos, los ahorrantes y jubilados con menos reservas, y en general los argentinos, más pobres. Desde el ángulo que se mire, Argentina no ha estado a la altura de sus potencialidades.