Desde tiempos inmemoriales, Egipto ha sido un Estado bisagra entre el mundo europeo, asiático y africano. Ahí se juntan dos Océanos: el Indico, que a través del Mar Rojo y el Canal de Suez comunica con el Mediterráneo, y éste con el Atlántico. Antes eran caravanas, hoy modernos barcos gracias al Canal de Suez. Pero desde siempre, un Egipto estable ha sido clave para el Medio Oriente. El petróleo y el comercio mundial dependen de los acontecimientos ahí, y hoy su influencia en el mundo árabe, su moderada actitud respecto a Israel y su especial relación con EEUU lo hacen un país fundamental.
Pero tanto el gobierno de Hosni Mubarak, como también EEUU e Israel, no atinaron a captar que la pobreza del pueblo egipcio, sumada al autoritarismo de décadas, son incompatibles con los cambios globales que vive la humanidad, los mismos que hicieron caer a la ex URSS y transformaron a China. Mubarak, como otros gobernantes del Medio Oriente, no aprovecharon sus años dorados para hacer reformas desde regímenes autoritarios a naciones con una potente sociedad civil y gobiernos legítimos. En el caso de Egipto, como en otros de esa región, sólo se ofrecía un régimen duro y laico al cual se oponen grupos fundamentalistas extremos. No se aceptó el surgimiento de una sociedad moderada y discrepante.
EEUU ha apoyado a esos gobiernos bajo el pretexto de que peor es la alternativa fundamentalista. Craso error. Ignorar por tantas décadas a las sociedades del mundo árabe, tratándolas como inmaduras o extremistas por parejo, ha sido una peligrosa falta de visión política, que incluso ayuda a la existencia de grupos extremos como Al Qaeda. Hoy grandes masas de postergados, incluidos los palestinos, están desafiando vía redes sociales al establishment de los propios gobierno árabes, y a la visión anacrónica con que EEUU e Israel han dominado en la región. Y así podrían perder a un aliado clave como es Egipto.
El mundo cambió y ningún rincón del planeta se puede mantener inmune a la actual influencia de la sociedad civil que se organiza en la web: así fue en Túnez y cayó el gobierno, así es en Egipto, y guardando las proporciones, así fue en Magallanes y en Barrancones. Hoy no se puede gobernar sólo imponiendo las exigencias legales oficiales, sino que se requiere legitimación pública de las medidas. En Túnez y Egipto los gobiernos fueron sorprendidos por la sociedad civil. Para bien o para mal, es el signo de los tiempos. Una sociedad civil en desacuerdo con un gobierno se organiza vía Twitter o Facebook y puede mover montañas.
Por consideraciones morales y estratégicas, a los palestinos se les debe dar su Estado soberano, a las masas empobrecidas como las de Egipto las deben considerar sus gobiernos, y las potencias como EEUU deben ponerse al día en su forma de actuar en regiones tan delicadas como el Medio Oriente. Lo demás es una bomba de tiempo, y no olvidemos que Israel tiene armas nucleares y que otros países de la región están tratando de obtenerlas también. Mubarak en Egipto, y Natanyahu en Israel, han estado aplicando criterios de guerra fría que ya no son válidos en un mundo globalizado y participativo.