La irrupción de China en los mercados mundiales ha sido el fenómeno político más importante del cambio de siglo. Cualquiera sea el camino que siga China en el futuro, ya ha logrado una creciente des-occidentalización de las relaciones internacionales. El eje económico –y también el cultural- se está trasladando al Asia- Pacífico.
Beijing ya es el mayor acreedor de EEUU, y ahora empieza a plantearse como el salvador del Euro. Aún no está claro cuánto ha ofrecido ni cuánto ya ha invertido en Italia y otros países europeos abrumados, pero una cosa es clara: China, regida por un PC que paradójicamente legalizó la propiedad –el concepto más intrínseco del capitalismo- ha logrado su objetivo de posicionarse como un actor clave y cada vez menos cuestionado en el globalizado mundo del libre mercado.
Será interesante observar cómo evolucionan las mentalidades dentro y fuera de China. El encuentro chino-occidental es muy reciente y aún no se puede vislumbrar el resultado que surgirá de ese intercambio. Pero no cabe duda que ese encuentro es uno de los fenómenos más interesantes que ha vivido la historia de la humanidad, porque esos dos mundos, si bien tuvieron contactos en el pasado, funcionaban aparte. De la recíproca influencia creo que surgirá la línea conductora del siglo XXI.
Por primera vez desde la época de los griegos, la cosmovisión occidental tendrá que convivir con la confuciana. Desde que en 1978 Deng Xiaoping introdujera las reformas al sistema maoísta, China está empezando a influir en todos los campos, y las relaciones internacionales ya no serán sólo diseñadas desde Washington, Londres o Berlín, sino también desde Beijing.
China es el imperio más antiguo de la Tierra, se remonta a las épocas de Babilonia, el antiguo Egipto, la Roma republicana y la Persia ancestral. Todas esas civilizaciones desaparecieron, mientras China ha prevalecido como entidad política, étnica y cultural.
Tener eso en mente ayuda a dimensionar que si bien las reformas que inició Deng Xiaoping están alterando la economía china, aún no se sabe cuán hondo han calado en el alma de ese pueblo milenario. Es un misterio hacia qué síntesis se encamina la sociedad china tras el encuentro con Occidente, después de permanecer por milenios en un relativo aislamiento autárquico. Confucio buscaba la Armonía Universal (Ta Tung). Ojalá en el siglo XXI se respete su benevolente influencia.