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Los Héroes y el peso de la Cohesion Interna

Las naciones no son sólo territorio, ubicación geoestratégica y recursos naturales. Son sobre todo el espíritu de sus habitantes,  la conciencia colectiva que tienen de pertenecer a una identidad y a una visión de futuro común. Sin ese sentido de pertenencia a la historia colectiva  y sus valores, las sociedades quedan a merced de populistas que utilizan los resortes del poder para beneficio propio o de un grupo, sin compromiso con la trayectoria de las instituciones ni con el progreso para futuras generaciones.

Lo que hace la diferencia entre un país “pobre” pero próspero como Suiza, y otros “ricos” pero en la ruina como varios latinoamericanos, es la cultura y grado de compromiso de la sociedad civil con el respeto a las leyes, los derechos de los demás, la puntualidad, el esfuerzo, la inversión y postergación de recompensas, y el aprecio por la historia común y el proyecto colectivo. Si la sociedad civil no promueve esos valores, la consecuencia es una clase política decadente.

En la construcción de una conciencia colectiva positiva que permite el progreso, los líderes sí hacen la diferencia. Chile no sería el mismo sin la visión política de Bernardo O’Higgins, o la entrega desinteresada de Arturo Prat por el bien común. Son figuras inspiradoras y respetadas por generaciones. De esos factores humanos surge la idiosincrasia o carácter nacional, pilares de la fortaleza de un pueblo.

Por eso no es gratis disminuir el respeto colectivo a figuras emblemáticas como Prat y o O’Higgins.  Ellos son símbolos en la construcción de la cohesión social. Sin esa cohesión interna es difícil la estabilidad política. Y sin estabilidad política no hay gobernabilidad, que no sólo es control del territorio nacional, sino el grado de aceptación por parte de la población de la memoria histórica y las instituciones actuales. Es un intangible difícil de medir pero que constituye la moral nacional, la capacidad colectiva de un pueblo frente a los difíciles retos que surgen en el escenario internacional.

Hay muchos ejemplos actuales de cómo un país puede hundirse o destacarse sólo por la diferente calidad de sus conductores.  Un pueblo se fortalece al respetar el ejemplo de líderes positivos de su pasado, que supieron formular y ejecutar las políticas más adecuadas según las circunstancias, y activar actitudes sicológica y morales favorables para sumarse a una estrategia común. Ese es el camino del progreso.

No valorar a O’Higgins o a Prat  es poner a nuestros niños en la difícil posición de cantarle en los colegios a héroes cuestionados, y sembrarles en sus límpidas mentes cínicas dudas, en vez de constructivas esperanzas.

Georgia y las dos almas rusas

Hace algunas semanas las tropas chinas sofocaron levantamientos en el Tíbet. Estos últimos días fueron las tropas rusas las que usaron la fuerza en la caucásica república de Georgia. Se suponía que tras la guerra fría, el mundo estaba reemplazando la lógica de la fuerza y de las esferas de influencia, por conceptos de cooperación económica y mayor respeto político. Pero es utópico pensar que las grandes potencias como China, Rusia y el propio EEUU van a renunciar a su poder si creen que sus intereses están siendo tocados.

EEUU aplica tanto el soft power –su influencia indirecta y suave- como el hard power – la fuerza militar, como en Irak – según sus objetivos. Y el  nuevo presidente de Rusia, Dimitry Medvedev, tal como su antecesor Putin y todos los anteriores a él, actuará según los intereses rusos.

En la República de Georgia, hoy independiente pero que formaba parte de la ex URSS, Moscú apoya a los separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, regiones georgianas que quieren independizarse. La razón principal es que Rusia no acepta la idea de una Georgia fuerte y unida que se integre a la OTAN, por lo clave de ese territorio caucásico por donde pasan oleoductos estratégicos. Por eso apoya a los separatistas.

Es interesante observar cómo todos los gobernantes del Kremlin han manifestado en su forma de actuar las dos almas rusas. Desde hace siglos existen en Rusia dos corrientes de pensamiento: una es la que mira hacia occidente, como el propio Zar Pedro el Grande que fundó San Petersburgo mirando hacia el mar Báltico y la hizo su capital, para comunicarse y comerciar en forma expedita con Europa; esa corriente se manifestó también cuando Gorbachov decidió hacer las reformas económicas o perestroika, o cuando Putin se acercó a Europa y EEUU.

Pero también existe la segunda corriente, la de la Rusia profunda y religiosa, la que exacerba el nacionalismo en la toma de decisiones y exige una Rusia potente y defensiva, en vez de abierta y receptiva a la influencia exterior. Esa corriente se nota cuando Medvedev en Georgia o anteriormente Putin en Chechenia usan la fuerza para advertir que no aceptarán perder influencia en sus ex territorios, ni poder en los actuales.

Acaba de morir Alexander Solzhenitsin, el Premio Nobel que con sus libros combatió el comunismo soviético. Pero su alma rusa profunda tampoco aceptó lo que vino después de la caída de la ex URSS. Decía que Rusia no se comprende sin Ucrania, Bielorrusia y Khazajstán, hoy países independientes. Murió triste por el desmembramiento de un territorio que sus antepasados cosacos habían ayudado a construir, y por el debilitamiento de las tradiciones rusas.

Esos  sentimientos están en la mente de muchos rusos, también en la de Putin y Medvedev. Por eso, la historia de Rusia y sus vecinos se está recién escribiendo, y aún faltan muchos capítulos.

EL Planeta China II

Zhao Fusan es uno de los pensadores más destacados de la China moderna, y un referente para tratar de entender el universo mental de los chinos y las diferencias filosóficas de esa cultura respecto a la occidental. De la recíproca influencia de esos dos mundos creo que surgirá la línea conductora del siglo XXI.

Perseguido por Mao por defender la tradición china en su propio país, Zhao pudo mantener una constante relación con el mundo exterior debido a sus actividades en la Unesco y como Consejero del Centro de Estudios de las Religiones en la Universidad de Harvard.

Zhao Fusan –nombrado tras la muerte de Mao vicepresidente de la Academia de Ciencias Sociales de su país- explica que en la tradición china hay imperativos de la Providencia y que el ser humano ha de conformarse. Esa Providencia se confunde con la Historia según el confucianismo, y con la naturaleza según el taoismo.

El resultado es la subordinación del individuo a la sociedad y a la armonía natural a la cual me referí en la columna anterior, resumida en el arte chino, donde las personas son minúsculas frente a la naturaleza. En lo político, la consecuencia lógica del sistema confuciano es el autoritarismo aristocrático, sea éste guiado por una dinastía hereditaria o por el actual PC.

China tiene un pasado de tolerancia y de respeto por los hombres doctos, dice Zhao. Pero eso es contradictorio con la intolerancia política, la masacre de Tiananmen en 1989 y el anterior exterminio de intelectulales en la época de Mao. Zhao explica que el PC chino  repudió la tradición nacional y al confucianismo que busca la Armonía Universal (Ta Tung).  Después de decenas de millones de muertos, la actual China empieza a retomar su cultura milenaria.

Hoy el objetivo es tratar de combinar modernización con tradición, el gran tema de la intelectualidad china. Esto no puede ser comprendido fácilmente bajo el prisma occidental, que desde los griegos valora como fin de la sociedad el bien común, entendido por tal el que los individuos logren su propia realización personal en la sociedad. La virtud de la tradición greco-occidental es el respeto por el individuo, pero su defecto es el individualismo extremo. La virtud de la tradición china es la postergación del deseo individual para favorecer al conjunto de la sociedad, pero su defecto es el totalitarismo.

Considero que más allá de la apertura económica china,  lo realmente gravitante será observar como evolucionan las mentalidades dentro y fuera de China. El encuentro de China con Occidente es muy reciente, y aún no se puede vislumbrar el resultado que surgirá de ese intercambio. Pero no cabe duda que ese encuentro es uno de los fenómenos más interesantes que ha vivido la historia de la humanidad.

El Planeta China

Los chinos saben que la Historia es lenta. Por algo China es el imperio más antiguo de la Tierra, se remonta a las épocas de Babilonia, de la Roma republicana y de la Persia ancestral. Todas esas civilizaciones desaparecieron, mientras China ha prevalecido como entidad política y cultural.

Tener eso en mente ayuda a dimensionar que si bien las reformas que inició Deng Xiao Ping están  alterando la economía china, aún no se sabe cuán hondo han calado en el alma de ese pueblo. Es un misterio hacia qué síntesis se encamina la sociedad china tras el encuentro con Occidente, después de permanecer por milenios en un relativo aislamiento autárquico.

Los periodistas que han llegado a reportear los Juegos Olímpicos de Beijing están molestos por el control de la prensa y la censura que observan en Internet dentro de ese país. Y es que los conceptos de libertad y derechos humanos son muy distintos allá, partiendo por lo que se considera el rol del individuo en la sociedad. En Occidente, el fin es que el individuo alcance su plenitud y su felicidad en libertad.  En China, el individuo sólo se siente realizado cuando toma conciencia de su dimensión social. La persona se considera subordinada a la sociedad;  ir en contra del interés colectivo es perturbar la armonía. Para el chino es un deber aspirar a esa integración colectiva.  Como lo refleja la pintura clásica china, las personas son minúsculos seres en la inmensidad del paisaje y de la armonía natural.

La tradición confuciana enseña que el hombre está naturalmente inclinado hacia la rectitud. Lo que lo distingue del animal es su sentido espontáneo de la moralidad, que supera el deseo individual. Por eso, mientras la educación en Occidente intenta desarrollar la personalidad del niño y prepararlo para la libertad, en China el deber moral de los padres y educadores es que no cometa faltas que alteren el objetivo que es la armonía social.

De ahí derivan formas políticas muy distintas. La democracia tal como la entendemos en Occidente no es valorada en China de igual modo, no tiene una raigambre cultural. Siempre hubo un cierto autoritarismo histórico benevolente, pues a esa sociedad le interesa lograr la Armonía Universal.  Mao deformó esa tradición y usó el marxismo como una forma extrema de imponerla en forma desvirtuada.

La actual globalización es un desafío que probará cuánta de esa subordinación es parte del alma china, y qué porcentaje es una obligación impuesta. Por el momento, las reformas han sido impartidas desde arriba, como ha sido siempre, como ha sido por milenios en el Planeta China.

 

Un golpe demoledor a los Kirchner

Desde que el Senado argentino rechazó el proyecto que aumentaba las retenciones a las exportaciones, algo de fondo cambió en Argentina. El gobierno sin contrapeso al que estaban acostumbrados los Kirchner y su estrategia del todo o nada, sufrieron una gran derrota. El destino de Cristina Fernández y su marido depende ahora de su capacidad para cambiar el modo de gobernar.

Partiendo por el impuesto a las exportaciones, que se conoce como retenciones, algo  muy difícil de explicar fuera de Argentina. La mayoría de los países modernos consideran necesario estimular las exportaciones, pero Argentina lo hace al revés.

En el 2002,  el entonces presidente Eduardo Duhalde aplicó este impuesto a los granos en una situación límite, en que la deuda externa y el caos político llevaron al ejecutivo a obtener esos fondos para paliar  las necesidades mínimas de los sectores más postergados. Y buena parte del sector agroindustrial colaboró en aras del bien común.

Pero los Kirchner tienen las arcas llenas por los precios extraordinarios de los alimentos en el mercado mundial. Sin embargo, a medida que aumentaban esos ingresos, crecía  la voracidad del estado kirchnerista.

Las retenciones perdieron su sentido original y hoy sirven para disimular la inflación real. La ira del campo fue irrefrenable frente a un gobierno que  se quedaba con una diferencia enorme respecto a lo acordado, y dirigía las retenciones a grandes industrias y al clientelismo,  en vez de  a los pequeños productores como decían los discursos oficiales.

La inmensa protesta pública que triplicó la escuálida convocatoria paralela que organizó el propio gobierno, y la derrota política en el Congreso, fue un golpe muy significativo desde el punto de vista sociológico. Porque logró unir a la gente del campo y a  los ciudadanos sin hectáreas  contra el estilo Kirchner.

Hubo un rechazo de fondo al argumento de que las retenciones son para mejorar la distribución,  porque en la práctica hay mayor concentración de la riqueza, aumento de la pobreza y expansión del clientelismo. La renuncia del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, es sintomática, pero aún quedan en el régimen personajes como Julio De Vido, uno de los símbolos del poder discrecional. Con o sin ellos, el kirchnerismo, tal como se lo conoce, ese que no acepta la palabra apaciguar o conciliar o reconocer el sentir de la sociedad,  ha sufrido un golpe demoledor.

El iPhone, los JJ.OO. y el ser humano atávico

Ambos responden a dos necesidades ancestrales: la comunicación y el juego.

El I-Phone y los Juegos Olímpicos de Beijing nos recuerdan que el talento y la creatividad humana son infinitos. El I-phone en sus 11,5 cm. de largo y 6, 2 de ancho contiene gran parte de los conocimientos colectivos en materia de  comunicaciones y electrónica de todas las civilizaciones anteriores.  Su memoria es casi tan inagotable como los servicios que ofrece su pantalla táctil, es una empresa completa en poco más de 100 gramos.

La demanda por este aparato es tal, que uno pensaría que todos somos tan sabios y creativos para usarlo en toda su potencialidad. Pero cuando uno ya lo tiene en las manos, queda clara la enorme desproporción entre el talento humano colectivo y lo que somos como individuos.  Porque finalmente el contenido de nuestra comunicación personal y los pensamientos que expresamos, no difieren mucho de lo que se han comunicado las personas desde siempre: llegué, partí, te quiero, tengo miedo, llegaron los Hunos, partió la Revolución Francesa o cayó Wall Street. Cambian las formas y las tecnologías por el enorme talento humano para crear, pero las inquietudes del alma siguen siendo las mismas. El ser humano necesita relacionarse y requiere sentirse parte de algo superior a él mismo.

Eso es lo que también quedará reflejado en los Juegos Olímpicos de Beijing. El gran historiador y sociólogo holandés Johan Huizinga en su obra “Homo Ludens”, nos recuerda que el juego ha acompañado al ser humano desde siempre.  El fúbol, el atletismo  o cualquier  deporte que la creatividad humana ha organizado en reglas y hoy difunde por TV tiene  un origen que se pierde en las estepas de Mongolia, en la antigua India, en Roma  o en los torneos medievales europeos.  Jugar es algo que todo ser humano ha hecho alguna vez, y aunque recién en el siglo 19 los ingleses sistematizaron las reglas de juegos modernos como el “football”, el “lawn tennis”, el polo, el cricket o el rugby, todos ellos derivan de la ancestral predisposición al juego que destacan los antropólogos.

Tal vez por pertenecer a una familia deportista y haber crecido entre caballos y raquetas, en la que hablar del fair play era tan importante como analizar la última medida política del país, lo cierto es que siempre me ha impresionado cómo la creatividad humana ha ido sofisticando un sentimiento tan ancestral como jugar y comunicarse.  El I-Phone y los Juegos Olímpicos tienen en común el llevar a su máxima expresión esas dos necesidades atávicas.

Todos podríamos ser Ingrid Betancourt II

   

Mientras un solo presidente simpatice con las FARC seremos potenciales víctimas.   

Hace unos meses escribí en esta columna que mientras Ingrid Betancourt y hasta el último de los rehenes de las FARC no sean liberados,  las declaraciones y recurrentes discursos sobre la hermandad de los pueblos caerán en el vacío. Ella, gracias a Dios, acaba de ser rescatada tras seis años de martirio, pero aún hay unos 3 mil rehenes en poder de las FARC.

Digámoslo claramente, las FARC no habrían tenido “éxito” en su capacidad de ocupar gran parte de Colombia y asesinar y secuestrar durante 40 años, si las ideologías no estuvieran tan presentes aún en los gobiernos de Latinoamérica.

Por largos períodos, en vez de que todos los mandatarios de la región estuvieran de acuerdo en que no se pueden aceptar los secuestros nunca jamás, y que se debe terminar con esa guerrilla terrorista, hay gobiernos que han mostrado comprensión por las motivaciones de las FARC, como el de Cuba y el de Hugo Chávez de Venezuela.

En su momento el ex presidente argentino Néstor Kirchner fue a Venezuela a apoyar a Chávez en un supuesto plan para liberar rehenes que resultó en un fiasco, mientras el mismo gobierno argentino y otros de la región miraban con desprecio al presidente colombiano Alvaro Uribe, por no ser de sus mismas ideas políticas.

El tiempo se encargó de poner las cosas en su lugar. El gobierno de Colombia, en una  acción seria de inteligencia, rescató a Ingrid Betancourt y a otros 14 rehenes sin disparar una sola bala. Como dijo la propia Ingrid, una operación impecable.

Insisto en lo que dije en esa columna anterior: hay ciertos fundamentos éticos, ciertos principios incuestionables sin los cuales no se puede dar una convivencia en sociedad. Las personas tienen derechos  anteriores al Estado, y el fin no justifica los medios.  Si no se aceptan esas certezas mínimas, no se pueden construir instituciones sociales. Algo de eso ocurre en nuestra región.

Los secuestros son siempre abuso, dolor, muerte. Y los miembros de las FARC, mientras mantengan rehenes y asesinen campesinos,  deberían ser catalogados por todos los presidentes latinoamericanos como lo que son: terroristas.

En la medida que haya uno solo presidente latinoamericano que simpatice con las FARC u otros extremistas de esa naturaleza, todos somos potenciales víctimas.

 

LA ENERGIA – Tema central en el debate presidencial en EEUU

Cada generación tiene su afán, decía mi padre, y él estaba convencido de que el desafío de la actual es tratar de recuperar al ser humano integral, en vez de sobrevalorar su aspecto económico de consumidor. Yo le argumentaba que así sucedería en forma natural en la actual era de la globalización; porque el flujo de información y la innovación tecnológica tienden a ampliar las libertades políticas y a reforzar la sociedad civil,  y por ende,  la libertad y creatividad de las personas.

Pero debo reconocer cierta desilusión por una actitud predominante en EEUU, la sociedad más conectada con la era de la globalización. Con lo notable que ha sido la evolución histórica de EEUU  hacia una sociedad  de oportunidades, también ostenta  –al menos sus autoridades, mal que mal elegidas- una mentalidad irresponsable frente a los principales desafíos de esta generación.

En forma lenta y atrasada, recién sus dirigentes empiezan a dar prioridad al tema clave de las nuevas  energías y su combinación con el medio ambiente. Y no lo presentan como un gran objetivo generacional asociado a un mundo menos depredador  y más consciente del ahorro como virtud, en vez del consumo como objetivo de la vida. No. Para candidatos y autoridades de EEUU, es sólo un asunto de seguridad: hay que  dejar de depender del petróleo que proviene de países complicados del Medio Oriente, en vez de presentarlo  como un acto de responsabilidad individual y colectiva.

Hoy en día ya no se mide el desarrollo de un país por su “consumo” (despilfarro) energético como aparecía en los almanaques, sino que ahora el dato relevante es cuál es la “huella” ambiental, es decir cuán caro en energía es el PIB. Un país desarrollado es sinónimo de eficiencia energética, no de gasto energético, y eso requiere de ciudadanos mucho más conscientes.

Pero se vislumbra un cambio en EEUU, a pesar de la administración Bush. Mientras hace rato en Europa estos temas tienen  prioridad política, por primera vez en EEUU todos los candidatos coincidieron en que hay que reducir la dependencia del petróleo. McCain habla de recompensas a quienes aporten baterías de autos eficientes y no contaminantes, y Obama dijo que invertirá 150 mil millones de dólares en 10 años para impulsar la próxima generación energética.

Son metas complejas, porque implican un cambio de actitud, en la línea del ser humano más integral del que me hablaba mi padre. Los tiempos requieren ciudadanos conscientes  en vez de meros “consumidores”,  como han sido llamadas las personas por ya demasiado tiempo.

UNA PAREJA EN DECADENCIA: Con los Kirchner se ha instalado…

Había todo tipo de señales de que el modelo impuesto por Néstor Kirchner y heredado por su señora Cristina Fernández no podía durar. Era a todas luces inviable el nivel de concentración de poder económico y político. Hoy ya no sólo los más informados, sino la sociedad en general, observa la decadencia de los Kirchner.

El ex presidente desaprovechó una oportunidad única. Los precios internacionales de los productos que exporta Argentina permitieron una increíble bonanza, y con un poco de seriedad se habrían podido generar bases sólidas para esa economía. Pero el populismo kirchnerista se dedicó a gastar, en vez de invertir y crear un verdadero desarrollo sustentable en el tiempo. Brasil ha dado muestras de ese tipo de seriedad, Perú está bien encaminado, pero los Kirchner, trastornados con el 9% de crecimiento debido a los precios externos, creían asegurado el apoyo popular. El  alucinante superávit fiscal se usó para repartir prebendas entre miles de burócratas federales y provinciales que les pudieran asegurar la dominación política. Hasta que la inflación se hizo sentir  y con ella los estallidos sociales, a pesar del paternalismo y la repartija.

Tras las protestas en las grandes ciudades vino la rebelión del campo, agobiado por absurdos impuestos a las exportaciones destinados a servir la caja de los Kirchner y sus subsidios insostenibles, entre ellos a los combustibles. Y así se reinstalaron dos de los flagelos que más temen los argentinos: la falta de confianza en el gobierno y la inflación, disimulada con cifras inexactas.

La presidenta avivó  la furia del sector agropecuario, con una actitud igual de soberbia que la de su marido cuando con el incondicional Julio De Vido se reía  de los acuerdos con Chile respecto al gas. Esa soberbia se repite ahora entre la presidenta y la dirigencia agropecuaria, pero la diferencia es que  la cólera del votante argentino no es comparable a la actitud componedora de las autoridades chilenas.

 La crisis se instaló en Argentina, y los Kirchner, acostumbrados a mandar y no a oír, han hecho todo lo necesario para empeorar las cosas. En vez de resolver, movilizan y azuzan actos masivos, reparten prebendas, pero aún así su popularidad está en baja. El legado de Néstor y Cristina Kirchner ha sido dividir a una sociedad argentina que cuenta con capacidades humanas notables, y desaprovechar la oportunidad inmejorable que le había regalado el entorno internacional.

 

  

EEUU – País de contrastes

Curiosa es la sociedad norteamericana. Al elegir el Partido Demócrata al primer candidato presidencial negro de la  historia de EEUU, ese país demuestra una vez más su capacidad de reinventarse. Barak Obama representa una actitud de superación personal, y muy en sintonía con las tecnologías de la sociedad de la información globalizada.

Pero la misma campaña que catapultó a Obama como líder demócrata, dejó en evidencia el otro EEUU, el de los predicadores y de las expresiones pseudos religiosas extremas, que obligaron tanto a Obama como a su rival republicano John McCain a alejarse de sus influyentes mentores espirituales por sus diatribas inaceptables.

Y es que sólo en EEUU se dan batallas como la que existe, por ejemplo, entre creacionistas y evolucionistas, es decir entre los partidarios de la idea del “Diseño Inteligente” que sólo acepta una explicación divina del origen del mundo, y los darwinianos que sin negar a Dios, aceptan los postulados del autor de “La Evolución de las Especies”.

A diferencia de otras sociedades occidentales en que esa discusión se limita a un ejercicio intelectual sin negarse mutuamente, en EEUU los neocreacionistas han recaudado millonarios recursos para neutralizar el impacto que tendrá en 2009 el bicentenario del nacimiento de  Charles Darwin (1809-1882). A tal punto ha llegado esa disputa en el EEUU profundo, que en una decena de estados han existido juicios sobre el tema, y se discute cómo platearlo en los colegios. Si no fuera por la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana, que prohíbe a los estados imponer una religión, hoy  muchas escuelas públicas en EEUU no podrían instruir sobre Darwin y su Teoría de la Evolución,  aunque el propio naturalista inglés fue un devoto cristiano.

Toda esta reflexión para explicar lo difícil que es ser candidato en el melting pot estadounidense, en que coexiste lo más innovador y lo más retrógrado. Sin considerar esos extremos, la campaña presidencial entre Obama y McCain será  muy interesante, pues ambos representan dos visiones de EEUU muy distintas, y otro concepto de cómo revivir la economía. Obama ya prometió una expansión de subsidios y aumentos de impuestos a los más ricos para reducir desigualdades, mientras McCain anunció menores  regulaciones, gastos gubernamentales  e impuestos,  para estimular el crecimiento.

 Es de esperar que desde sus diferentes posiciones ofrezcan iniciativas elevadas para enfrentar desafíos mundiales  como el de la energía o la crisis de los alimentos. Un presidente de EEUU, como ningún otro,  tiene la posibilidad de contribuir a solucionar o a exacerbar las turbulencias mundiales.