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BILL GATES – Los garajes y la sociedad incubadora de talentos

Más de 200 años  tiene la Oficina de Patentes y Marcas de EEUU, que desde el inicio de esa nación promueve el progreso de las ciencias y las artes, y en ella está gran parte de su historia. Los inventos han hecho millonarios a algunos -Bill Gates  jubila a los 53 años para dedicarse a la educación y al Sida en Africa- , otros se quedan con sólo una pequeña pensión, pero independiente de la recompensa, los innovadores tienen en común un entusiasmo por  el proceso creativo.

Bill Gates inició sus investigaciones en un garaje, como muchos innovadores en EEUU.  Los garajes son un emblemático recinto de la sociedad norteamericana, con el canasto de basketball en el exterior,  la puerta levadiza  y las herramientas colgando en las paredes con una pulcritud que, sin duda, deja huellas que marcan el carácter de los niños. Porque esos garajes, como antes los graneros, hablan de padres que se arremangan las mangas, y donde el concepto de “do it yourself” es un principio de vida. Se calcula que el 52% del crecimiento de EEUU desde la II Guerra Mundial provino de los inventos, muchos de ellos aportados por inmigrantes europeos con cero capital, pero incentivados por una actitud social hacia en individuo creativo.

Desde Benjamin Franklin o un siglo después con Thomas Edison, los inventores han hecho de EEUU una sociedad de oportunidades y de avances. Ellos no esperan  mucho del Estado, tampoco de un golpe de suerte, sino que trabajaban incansablemente con la seguridad de pertenecer  a una sociedad que valora el emprendimiento. Y el rol del gobierno para asegurar la continuidad de la innovación ha sido promover una oficina de patentes fuerte y ágil, porque sin  proteger la propiedad intelectual no se puede estimular a una persona a invertir años en desarrollar una idea.

Bueno, de esos garajes salieron visionarios como Steve Wozniak, inventor del computador personal y cofundador de la empresa Apple Computer, quien ha explicado  que desde niño leía sobre inventores y quería convertirse en uno. Hoy ya es leyenda cómo él y Steve Jobs armaron los primeros computadores  Apple en un garaje de California.

Bill Hewlett y Dave Packard gestaron HP -una de las compañías tecnológicas más importantes del mundo-  en otro garaje que ha sido declarado lugar histórico en EEUU. Y en 1998 los estudiantes Larry Page y Sergey Brin  tenían la idea de crear un buscador de Internet que funcionara mediante un complejo algoritmo. En un garaje de la Avenida Santa Margarita en el sur de San Francisco incubaron Google…y lo demás ya es historia.

Son innumerables los ejemplos y uno se pregunta qué tiene EEUU que inspira a tantos innovadores. La clave está en un ambiente social que estimula desde niños un interés personal hacia la creatividad. Ojalá en Chile, tras tanto discutir sobre educación e innovación, logremos el ambiente para que aparezca al menos un Bill Gates por generación…y para que nadie se ría si ve a alguien craneando por horas sobre una loca idea.

Desde Marte la Humanidad se observa a sí misma

El inicio de la carrera espacial hace 50 años  ha tenido un profundo impacto en nuestras vidas. El devenir de la humanidad fue remecido con la primera visión de la Tierra desde el espacio exterior. Aunque no siempre estemos conscientes, ese hecho alteró nuestra perspectiva de lo que es la vida, el universo, el sentido de la existencia. Nos ha hecho comprender nuestra pequeñez y precariedad en el enorme universo, y tal vez nos haga más conscientes de cuidar a Gaia o Gea, nuestra Tierra,  de cuyo destino dependemos.

Por eso es digno de aplauso que la NASA, cual ave Fénix, tras una crisis presupuestaria haya retomado el desafío de seguir explorando el espacio, buscando signos de agua y vida, y proyectar tal vez la vida humana en el futuro en otros mundos. La investigación y el conocimiento son la esencia misma de la civilización occidental, con sus luces y sus  sombras.

  La llegada de la sonda Phoenix a Marte es toda una proeza tras 10 meses de viaje para cruzar 679 millones de kilómetros. Durante 90 días estará excavando el suelo marciano, para establecer  si alguna vez hubo agua o condiciones básicas para la existencia de microorganismos.

Ha sido una larga historia para llegar a esta etapa, desde el primer Sputnik soviético de 1957, la decisión del presidente Eisenhower y el Congreso norteamericano de crear la NASA, el firme propósito de Kennedy de llegar a la Luna, y la frase de Neil Armstrong en 1969  sobre el pequeño paso para el hombre, y el gran salto para la humanidad. Sin duda una de las máximas hazañas de todos los tiempos.

El esfuerzo espacial representa cualidades humanas como la actitud de conocer, de investigar, de emprender, de ser pioneros. Y si bien la llamada carrera espacial desató una enorme competencia en la época de la Guerra Fría, también ha logrado un espíritu de cooperación entre EEUU, Europa y Rusia.

Todo esto no se podría haber hecho por tantas décadas, de no contar los Estados con el apoyo de la sociedad civil, que ha constatado en la vida diaria el  impacto de esa conquista espacial en adelantos tecnológicos, médicos y científicos de toda índole. Pero sobre todo, ha aportado una nueva mirada filosófica. La humanidad salió a observar el espacio exterior, y terminó observándose a sí misma desde ese exterior, en toda su precariedad cósmica.

 

EEUU frente a una encrucijada

Con mucho interés he seguido las elecciones primarias en EEUU porque siempre he pensado que quienes vivimos en  las republicas latinoamericanas, tan marcadas por los caudillismos o las divisiones ideológicas,  tenemos mucho que aprender de la democracia norteamericana: práctica, eficiente y participativa.

Pero con desilusión observo en los discursos de los candidatos que se ha perdido una visión heroica de la existencia. Que se  dedica más tiempo y énfasis al ataque personal o a la argumentación populista que a las causas superiores. Falta un contenido épico que logre vincular a los ciudadanos más allá de las pequeñas ventajas que puedan obtener con uno u otro candidato.

Es una lástima, porque la democracia liberal es una de las pocas aspiraciones que podría ser un factor común y una motivación coherente en las diversas culturas del planeta, hoy mucho más conectadas por la globalización. Aunque muchos criticamos a EEUU por algunos desaciertos en política exterior,  su democracia es un faro. Es un referente, y debería serlo cada día más. La gran contribución de EEUU al mundo y a su propia grandeza como nación  debería consistir en propagar verdaderamente los valores democráticos, pero no con los métodos empleados en Irak sino con el ejemplo.

Jefferson, Franklin o Lincoln no dudaron en proclamar que la libertad y la democracia a la que aspiraban requería la creencia en un fin superior. La sociedad, si bien debía promover el legítimo interés individual, tenía que tener en vista la virtud pública. Y los grandes estadistas norteamericanos convidaban a las personas a salir de su ensimismamiento y moverse por una causa común.

Durante la guerra fría fue la defensa de la libertad. De esa batalla EEUU salió victorioso, pero el verdadero destino de una gran nación se juega cuando debe decidir qué hacer con el triunfo. Y da la impresión de que EEUU no encuentra su misión. Como observa el analista político Francis Fukuyama, la experiencia sugiere que si no existe una causa justa por la cual luchar, porque esa causa justa salió triunfante en generaciones anteriores, entonces las personas se volverán contra esa misma causa, debido a un cierto aburrimiento. EEUU enfrenta ese momento decisivo. Su actual inestabilidad económica se debe en gran parte a las acciones de los hijos mimados de una de las sociedades que llegó ser la más libre y próspera del planeta. Y hasta ahora,  los candidatos a la presidencia de EEUU no han mostrado la altura que el momento histórico requiere.

Ciberguerra, la nueva amenaza

El diario The Times of India informó que el gobierno chino está interceptando las redes de computadores indias. Dice que Beijing pretende identificar y mapear las redes oficiales indias, no sólo para obtener el contenido sino  para saber cómo desmantelarlas en caso de conflicto. Es una información cualitativamente muy importante, porque habla de la temida posibilidad de una guerra entre potencias a través de Internet.

Hay que pensar que hoy en día existe una suerte de esfera pública virtual, en la cual toda la información de un Estado fluye por la red, creando un nuevo tipo de vulnerabilidad que no tiene precedentes históricos.

Por su repercusión mundial,  ‘Chindia’, la enorme capacidad de los dos gigantes asiáticos China e India, lidera el cambio de paradigma tecnológico que vive el mundo y Asia en particular.

Durante un tiempo los chinos se destacaron más en el hardware o soporte físico y los indios el software, el desarrollo de programas, en parte porque tienen la ventaja de hablar inglés, y sobre todo por el beneficio que significa una sociedad civil abierta que permite múltiples centros de pensamiento, algo que en China es mucho más centralizado. Sin embargo eso está cambiando, y Beijing está empezando a permitir los centros de Investigación y Desarrollo cada vez más independientes.

Según el Times of India, entre los sitios que habrían sido afectados desde China en los  últimos meses están el Consejo Nacional de Seguridad, el Centro Nacional de Informática y el Ministerio de Relaciones Exteriores. Unos 50 mil computadores indios claves han sido intervenidos. Es muy difícil probar si los ataques que sufren las redes indias se deben a una estrategia del gobierno chino, o si se trata de hackers particulares que tienen sus propias motivaciones, generalmente económicas.

Lo interesante de esta información es el nuevo concepto de ciberguerra. India y China son vecinos que vivieron una tensa rivalidad geopolítica a lo largo de la mayor parte del siglo XX. Ahora esa tensión se podría trasladar también al ciberespacio. En un mundo regido   por los computadores, ese tipo de defensa es clave, como lo saben los militares norteamericanos, quienes fueron los pioneros de la era de Internet hace más de 20 años. Dejar sin comunicación telefónica, anular baterías antiaéreas o enviar información falsa a computadores rivales es hoy una posibilidad. El poder de un puñado de chips puede ser  devastador.

Los Alimentos y las Enseñanzas de Swaminathan

Vivimos tiempos inciertos. A la caída de las bolsas y al alza del petróleo se suma ahora la crisis de alimentos. El Banco Mundial advirtió del riesgo de estallidos sociales  en 33 países en los que el gasto en alimentos acapara el 75% de la renta. El arroz, básico para más de la mitad de la población mundial,  ha subido un más de un 100% durante el 2008, y el trigo cuesta el doble de su media histórica. El tema es observado con preocupación por Naciones Unidas debido a su poder desestabilizador.

La población mundial requiere cada vez más alimentos. Los chinos han mejorado su nivel de vida y consumen mucho más, pero su producción aún no se adapta a la nueva demanda. Se suma la creciente producción de biocombustibles, que acaparan una porción cada vez mayor de tierras y cosechas. La escasez de alimentos está desatando  una ola de proteccionismo y especulación que es potencialmente peligrosa. Los estómagos no se adaptan fácilmente a los conceptos de ganancias y pérdidas de los negocios.

Tal vez sea el momento de volver a oír los sabios consejos del agrónomo indio  M.S. Swaminathan, quien con su “revolucion verde”  probablemente sea la persona que más vidas salvó en la historia de Asia. Junto al norteamericano Norman Borlaug desarrolló el arroz I.R. 36,  cruzando especies salvajes recogidas en la naturaleza, cuya resistencia y enorme rendimiento puso fin a las hambrunas en el Asia de los monzones. Su aporte no habría tenido la repercusión que tuvo sin el apoyo político de Indira Gandhi, quien aceptó la sugerencia de fondo de Swaminathan: su experiencia entre los mas pobres de los pobres le enseñó que la única forma de superar las hambrunas y la pobreza es el respeto a la libertad individual y la propiedad privada, promoviendo la sociedad civil y la creatividad de la gente. Logró promocionar con éxito pequeñas propiedades campesinas en India. Swaminathan creía, como Hayek, que el orden espontáneo es siempre superior al decretado, porque se basa en la libertad de las personas para emprender.

Cuando China empiece a creer en serio en la propiedad privada  –que incipientemente está surgiendo-  en sectores delicados como la agricultura, le hará un gran favor a la humanidad en lo que a abastecimiento alimenticio se refiere. Ah, y otro “detalle” que demostró Swaminathan: dos tercios de los alimentos de huerta de los países más pobres de Africa y Asia son producidos por mujeres. Y son ellas las que directamente destinan su producción a la nutrición y educación de los niños.  Propiedad privada y población femenina, dos temas en los que el gigante chino es deficitario.

Ciencia y Política, entre el Orden y el Caos

La Ciencia no está nunca desligada de la sociedad, y sus aportes siempre influyen en los hechos sociopolíticos. Nuestra visión del mundo y muchos conceptos económicos, políticos e incluso sicológicos han estado influidos durante siglos por los parámetros de la ciencia, aunque no siempre nos resulte evidente.

La mecánica de Newton, y sus leyes que creíamos inmutables,  nos hacía ver el mundo como un perfecto reloj, con causas y efectos. Sin embargo, gran parte de la física contemporánea está basada en la probabilidad. La mecánica cuántica con Max Planck aportó en el siglo XX el dato clave de que el mundo subatómico (dentro del átomo) no se comporta como esperaríamos. La física cuántica con su  indeterminación ha proporcionado los elementos más exactos conocidos hasta el momento, a pesar de su carácter probabilístico.

Los ejemplos anteriores sólo los menciono para ilustrar la importancia que tiene el enorme experimento que está llevando a cabo la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). Hace 12 años la comunidad científica con la colaboración de físicos de Europa, EEUU y de la India entre otros empezó a construir el llamado Gran Colisionador de Hadrones. Es un tubo de 27 kilómetros en el cual se hará colisionar en octubre de este año a millones de partículas en condiciones extremas para tratar de recrear lo que ocurrió tras el Big Bang, que es una de las teorías –la más aceptada- del comienzo del universo. Se trata de comprender cómo se originó la materia que conocemos y qué compone lo restante, lo que no comprendemos que es casi todo, y se define como energía oscura.

El ser humano por definición es investigador y explorador, y desde la más remota antigüedad los sabios han dialogado con la naturaleza. Y así como los presocráticos discutían sobre el origen, hoy los científicos también se devanan los sesos tratando de establecer si se impondrá la visión mecanicista del universo, o la probabilística, que habla de una suma de casualidades. Y esto tendrá consecuencias filosóficas y prácticas para la humanidad. Lo que ha quedado bastante  claro, es que la antigua división entre científicos y humanistas ya no es razonable.

Tanto en la época de Newton y Leibniz, como en la moderna de Einstein y Planck, los conceptos científicos determinan de muchas maneras nuestra visión de la vida, de la política, de la educación, de las relaciones humanas. Algunos lo analizan desde la perspectiva de la fe, otros desde la de la razón, pero es un hecho que la  ciencia no aporta sólo una suma de datos técnicos, sino que debiera llamar a una profunda reflexión.

La China de Confucio e Internet

La irrupción de China en los mercados mundiales ha sido el fenómeno político más importante del cambio de siglo. Y cualquiera sea el camino que siga China en el futuro, ya ha logrado una creciente desoccidentalización de las relaciones internacionales. El eje económico –y también el cultural- se está trasladando al Asia- Pacífico.

Las razones económicas no bastan para explicar el comportamiento de los pueblos. Los grandes procesos históricos requieren siempre un análisis cultural y sociológico.

Los gobernantes chinos, sean los antiguos empreradores, posteriormente Mao Zedong, y hoy los aperturistas inspirados por Deng Hsiaoping, tienen sus propias convicciones culturales sobre la relación entre el gobierno y la sociedad,  que no cambia. Para ellos la incertidumbre y el caos son el peor enemigo. Sobre todo después de la decadencia de la última dinastía, el colonialismo occidental,  la invasión japonesa, la guerra civil entre Mao y Chiang Kai Shek,  y la revolución cultural de los maoístas extremos. El siglo XX fue un período durísimo para el pueblo chino. No es raro que frente al caos prefieran gobiernos autócratas. Los chinos, como los rusos, han aceptado a lo largo de su historia  que una persona o un grupo ejerza por sí sola la autoridad suprema. Los chinos realmente creen en las bondades de un gobierno fuerte y orientador. Así  ha sido durante  los últimos milenios.  Ellos aceptan una autoridad basada en la filosofía confuciana, que busca la armonía general por sobre el bienestar personal.

Por primera vez  desde la época de los griegos, la cosmovisión occidental tendrá que convivir con la confuciana. Desde que en 1978 Deng Hsiaping introdujera las reformas al sistema maoísta, China está empezando a influir en todos los campos, y las relaciones internacionales ya no serán sólo diseñadas  desde Washington o las capitales europeas, sino también desde Beijing.

China ha sido hasta ahora pragmática, dispuesta a desmantelar gran parte de lo que Mao impuso. Pero hay elementos  de su esencia que no cambiarán. Se ve a sí misma como el reino del medio en la región asiática, y ejercerá su influencia, incluso su fuerza militar como vimos en el Tíbet, si considera que su integridad es amenazada. Como en los tiempos más remotos, China preferirá ejercer su dominio benevolente. Pero no dudará en aplicar la represión si sus intereses son vulnerados.

Con paciencia oriental, esa milenaria cultura está recuperando su tradicional dominio asiático. Y con gran sabiduría  combina tradiciones milenarias con el libre mercado e Internet.  Pero, tal como con Google, pondrá límites intransables, y habrá siempre palabras –y actitudes – censuradas.

CHINA – Un símbolo doloroso

Quién iba a pensar que la antorcha olímpica, transportada por indefensos deportistas, se convertiría en el símbolo de una enorme movilización internacional, que enturbia la imagen que quiere proyectar la nueva China.

Los gobiernos occidentales enfrentan una difícil definición frente a las evidentes violaciones de los derechos de las personas en China. Dudan entre la defensa de los principios, y el pragmatismo. Buscan códigos  para entenderse con una potencia que, tras terminar la era de Mao en la que la represión era aún peor, está dando el gran salto adelante en materia económica.

La llama olímpica que ha sido transportada en barco por el Canal de la Mancha en 1948, en avión a Helsinki en 1952, a caballo hacia Suecia durante los juegos de Melbourne 1956, que fue transformada en un impulso eléctrico desde Atenas vía satélite hasta Canadá en 1976 y reencendido por un rayo láser, que se desplazó bajo el agua con buceadores cerca de la gran Barrera de Coral en el 2000, que ha avanzado en camellos, canoas y en el Concorde, hoy es símbolo de otro tipo de avance: del que se espera de China, para abrirse al escrutinio mundial en vez de reprimir toda disidencia.

La antorcha olímpica, que recuerda la leyenda de Prometeo quien habría robado el fuego a Zeus para entregarlo a los mortales, está incendiando la política mundial. Hay algo especial en ese fuego que se enciende en un espejo cóncavo con los rayos del sol, cerca del Templo de Hera. Algunos esperan que represente una fuerza que podría generar un cambio en China.

Ha sido penosa la marcha de esta antorcha en el recorrido más ambicioso de la historia de los Juegos Olímpicos, con 137.000 kilómetros a través de 20 países. Hubo grandes  protestas en París y Londres y hay amenazas en el resto del trayecto, que incluye el Tíbet y el monte Everest por primera vez en la historia.

Tíbet está ocupado por el paradójicamente llamado Ejército Popular de Liberación chino. El gobierno tibetano en el exilio exige una  investigación por la represión que en los últimos días ha dejado decenas de muertos. El Dalai Lama, premio Nobel de la Paz 1989, ha explicado que no busca la independencia del Tíbet sino su real autonomía, tal como lo prometió la República Comunista tras invadirlo en 1950.

En 1964, la llama de los Juegos de Tokio fue encendida por el corredor japonés Yoshinori Sakai, quien nació en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el mismo día en que sobre esa ciudad cayó la bomba nuclear. Él fue símbolo del renacimiento de Japón.

Este año el presidente chino Hu Jintao inició la ceremonia olímpica en Tiananmen.  Seguramente nunca imaginó que desde esa plaza, donde tantos habían muerto, la antorcha iniciaría un recorrido que se transformaría en el grito de protesta que es hoy.

China y el verdadero espíritu olímpico

Las Olimpíadas suelen ser una expresión de lo que el mundo es, no de lo que quisiéramos que fuera. Las discusiones que surgen, como ahora respecto a boicotear o no los Juegos Olímpicos de Beijing por la represión china en el Tíbet, no son nuevas. Representan un problema inherente a ellas, porque las Olimpíadas no pueden evitar ser reflejo de la sociedad y de la época.

Y la sociedad moderna está muy dominada por maquinarias propagandísticas que usan las Olimpíadas para difundir sus intereses, ya sea el nazismo en Berlín 1936, el comunismo en Moscú 1980, el poderío de las transnacionales en Los Angeles 1984, o el actual surgimiento comercial chino en 2008.

Aunque los Juegos Olímpicos fueron inspirados en los más nobles ideales del ser humano, no han podido evitar ser escenario de discusiones políticas.

La primera Olimpíada de la edad moderna se realizó en 1896 en Atenas, gracias a los esfuerzos del barón de Coubertin, quien se inspiró en los juegos organizados por los antiguos griegos en la ciudad de Olimpia entre los años 776 aC hasta 339 de nuestra era.

Pero los griegos tenían la capacidad de frenar las guerras y respetar el espíritu olímpico porque, a pesar de estar divididos en ciudades-Estado, constituían una unidad cultural. Ellos compartían principios comunes que se aplicaban y respetaban. Y sus Olimpíadas reflejaban justamente a esa sociedad: las diferencias entre bandos se postergaban en aras de principios superiores comunes que no se ponían en duda.

Los modernos Juegos Olímpicos son también reflejo de los valores hoy imperantes. Y por eso son una celebración multitudinaria masificada por los medios de comunicación, un escenario ideal para ventilar los conflictos y multiplicar sus efectos.

La concepción consumista, las grandes marcas multinacionales y las tensiones políticas se trasladan a ese escenario, aunque la mayoría de los atletas concurran con el solo propósito de competir en buena lid. Durante la guerra fría el mundo socialista quería ganar más medallas que EE.UU., y viceversa. Pero tal vez lo más nocivo ha sido la cultura del consumo.

Ya poco queda del lema “mens sana in corpore sano”. Hoy se exalta en forma extrema el cuerpo, como una verdadera maquinaria, y los productos asociados a su rendimiento. El fair play rara vez predomina, pues la corona de olivo y el honor de los griegos han sido reemplazados por las astronómicas sumas de dinero en disputa y por la imagen de los países representados.

Entonces, pobres tibetanos, la decisión sobre los Juegos Olímpicos de Beijing nada tendrá que ver con su sufrimiento en los Himalaya. El asunto es político y económico.

Con China se comercia porque es un gran mercado, y punto. La Olimpíada de Beijing 2008 probablemente demuestre una vez más esa innegable realidad.
Los Juegos son un escenario ideal para ventilar los conflictos y multiplicar sus efectos.

ARGENTINA – Un giro hacia la Prehistoria económica

Llama mucho la atención que el joven Ministro de Economía argentino Martín Lousteau, graduado en prestigiosas universidades de EEUU,  esté tan embarcado en complacer la equivocada senda elegida por el matrimonio Kirchner. Lousteau era visto como la persona que daría cierta racionalidad y modernidad a la conducción económica.

El nuevo esquema mundial, con China e India demandando alimentos y materias primas,  es una oportunidad única para países tan ricos en productos como Argentina, salvo si insisten en aferrarse a esquemas arcaicos de control estatal y proteccionismo.

Mientras China se especializa en productos manufacturados que exporta, la India ha optado por el área de los servicios y destaca en la alta tecnología computacional. Y ambos gigantes necesitan importar enormes cantidades de materias primas y productos agropecuarios.

Pero los sucesivos gobiernos de Néstor y Crisitina Kirchner no parecen tener en mente a Deng Xiaoping, sino a Perón. El caudillo justicialista planteaba bajos precios artificiales para mantener contento al pueblo y compensar la ineficiencia de las industrias nacionales. Su lema era agrandar el Estado y sobre todo proteger la industria, aunque no fuera competitiva.

Pocos piensan hoy así. Pero todo indica que los Kirchner siguen admirando ese anticuado modelo de ganar votos con precios artificiales. Justo al revés de lo que conviene a Argentina: desarrollar una industria agropecuaria cada vez más competitiva. El matrimonio Kirchner parece querer revivir también las prácticas del ex jefe de la CEPAL, Raúl Prebisch, otro argentino equivocado como Perón, que convenció a muchos latinoamericanos de aplicar un modelo proteccionista y de sustitución de importaciones, que mantuvo a la región por años en el atraso.

El sistema de retenciones (impuestos) sobre las exportaciones agropecuarias lo inició el ex presidente Duhalde para compensar la devaluación del peso, en un momento límite de  Argentina. No hubo entonces tanta resistencia del sector agrícola, porque se comprendía  lo excepcional del momento. Pero después el presidente Kirchner aumentó el gasto público y lo financió con aún mayores impuestos a las exportaciones. Primero al trigo y la carne, y después vino el zarpazo a la soja, en la que se habían refugiado los productores agrícolas. Ambos gobiernos Kirchner han tratado de encubrir así una inflación muy superior a la reconocida oficialmente.

 Todas las centrales agropecuarias se han unido en protesta contra un gobierno que aumentó el gasto público en un 60% durante el 2007, y que quiere preservar el superávit con vetustos métodos.