EEUU está reenfocando sus relaciones con América Latina en una forma que podría ser provechosa para todos. Hace mucho tiempo que Washington no atinaba con esta región. Pero la visita del presidente George Bush a Brasil inició una etapa de cooperación energética entre los dos países más gravitantes de América, que ya está trayendo consecuencias regionales.
Por ejemplo, el nombramiento de un experto en energía como nuevo Embajador de EEUU en Chile: Paul Simons es el hombre que deberá ayudar a concretar el triple objetivo político de Wahington: uno, recuperar un papel influyente que ha venido perdiendo en la región. Dos, fomentar los biocombustibles que le permitirán a EEUU reducir su dependencia del petróleo, que tantos problemas acarrea por provenir de lugares muy tensos del planeta. Y tres, contrarrestar a Hugo Chávez y su diplomacia energética, con su creciente capacidad de influir incluso y en forma creciente en Argentina.
No es casualidad que Jeb Bush, hermano del presidente, quien acaba de dejar la gobernación de Florida, dirija ahora la Comisión Interamericana de Etanol, con la misión de fomentar su uso en las mezclas de bencina en el continente americano. Y que el presidente Bush, en el discurso sobre “El estado de la Unión”, propusiera una ley que obligue a mezclar gasolina con un 20% de etanol en un plazo de 10 años.
Simons llega a un Chile entrampado en un cuello de botella energético que complica su desarrollo y competitividad. No cuenta con vecinos confiables para abastecerse de energía, se han demorado los proyectos de generación hidroeléctrica, falta fortalecer la institucionalidad del sector y reducir burocracia, e iniciar el debate de la energía nuclear.
Chile es confiable para Washington por no estar en la línea populista y nacionalista de izquierda que prolifera en la región, y es seguro que Simons promoverá la cooperación que ya ofreció Washington a Chile si decide explorar la veta nuclear, tema en el que Argentina está muy avanzado en comparación. Y a través de mecanismos de mercado, es posible incorporar el necesario resguardo medioambiental, en equilibrio con la competitividad.
La energía vuelve a ser la preocupación geopolítica principal del mundo, por el calentamiento global, por el alto precio del petróleo, y por las tensiones vecinales que provoca, como lo saben los chilenos muy bien.