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Merkel, protagonista 2011 por su liderazgo benevolente en Europa

El mundo la observa. Siempre serena, en medio de la tempestad.  Es una líder atípica. Se hace querer, dentro y fuera de Alemania, no es populista, es científica experta en física cuántica…todo eso es singular, pero lo es mucho más el que Alemania sea hoy la locomotora de Europa.

Cuando uno piensa en el año 1945,  en la destrucción de la guerra, la división Este-Oeste,  y ve ahora el progreso logrado, se respeta a los actuales  europeos, a pesar de la crisis financiera que viven. Recién en 1989 cayó el Muro de Berlín, y hasta 1991 existía la URSS apuntándolos con misiles nucleares. Hoy, casi toda Europa disfruta de paz y respeto a los derechos de las personas.

Esa historia reciente no puede soslayarse cuando se analiza la Unión Europea, creación única de la modernidad,  integrada por gobiernos constitucionales, liberales y democráticos.  Es clave para el equilibrio mundial que logre superar su actual debilidad y endeudamiento.

Alemania se lleva el gran peso, por su posición central, tanto física –impuesta por la geografía- como económica,  lograda con esfuerzo. A diferencia de Gran Bretaña que por ser isla puede abstraerse de las contingencias europeas, Alemania está en medio de ese continente tan chico, tan potente, tan dividido en numerosos Estados nacionales.Al centro de los más de 40 países que hoy conforman Europa, Alemania siempre ha sido protagonista de esa historia, con sus guerras pero también sus progresos enormes para la humanidad en ciencia, arte, tecnología, filosofía.

Hoy  Alemania vuelve a  desempeñar un liderazgo, no  buscado, que debe administrar sin  provocar  recelos entre sus vecinos.  Y Angela Merkel es la personalidad adecuada.  La Unión Europea, sostiene, debe ser defendida con solidaridad y visión,  porque es garantía de paz. Las dudas  de Margaret Thatcher o Francois Mitterrand en 1989, cuando se reunificó, han sido superadas. Hoy Berlín es  símbolo de unión y apoyo a los más débiles de la UE.

A mediados del siglo XXI,la población mundial será de 9 mil millones,  y los  europeos representarán sólo el 7% (hasta 1950, y por varios siglos, Europa tenía más del 20% de la población mundial). Sólo unida Europa podría seguir influyendo.  Es de interés estratégico la existencia de la UE; de lo contrario, la voz  de la civilización europea sería irrelevante: una pérdida para los valores  que nacieron ahí, como los derechos de todos los seres humanos y su dignidad.

Muchos, incluido EEUU, exigen a Alemania un  liderazgo europeo que, sabiamente, Angela  Merkel no ha querido asumir. Está muy clara que la batalla debe ser conjunta y altruista, o Europa se dividirá. Junto al presidente francés, ha aceptado un rol conductor, pero no se ha arrogado una supremacía. No por pusilánime, sino por inteligencia política y prudencia.

Contra las recomendaciones del lobby bancario globalizado y sus presiones para “paquetes de rescate”, la señora Merkel prefiere buscar proyectos que fomenten el crecimiento, que no atiendan sólo intereses financieros. Ningún Estado puede mejorar su economía sin crecimiento, ha dicho. Crear puestos de trabajo es su norte. Eligió la solidaridad, pero con firmeza pide reformas para salvar el Euro. La cooperación es su leitmotiv, y es también  el  nuevo Zeitgeist, o espíritu de los tiempos.

(Angela Merkel ha sido elegida Personalidad del Año por los once periódicos que integran el Grupo de Diarios América. )

Merkel, Zarkozy y Putin: la nueva Europa

Europa vive un momento muy trascendente. Ese  continente nos legó el  avance hacia el concepto de libertad individual, política y económica. De ahí surgió la democracia y el liberalismo político, la idea de que ningún poder puede ser absoluto, ni siquiera el del propio pueblo ejerciendo la soberanía popular. Que la ley, que por definición limita la libertad personal, tiene como fin garantizarla, al evitar choques entre las libertades de unos y otros. Por eso, cuando se habla del Euro, de la crisis económica y de los peligros que acechan hoy a Europa, bueno es recordar que no todo es economía, y que los gobernantes actuales de Europa han sido formados en esos conceptos.

Angela Merkel es doctorada en física y experta en física cuántica, ex Ministra del Medio Ambiente y de Seguridad Nuclear. Tiene un interesante  liderazgo político producto de  su paradójica vida: luterana e hija de un pastor protestante del norte, representa a la católica y conservadora democracia cristiana del sur, lo que en Alemania significa mucho. Además del inglés domina el ruso a la perfección, creció en la ex Alemania Oriental controlada por Moscú. Siendo ella conservadora, conduce una gran coalición con los socialdemócratas. Es la primera mujer que gobierna en Alemania, y la primera persona de la ex RDA que lidera en la nación reunificada. Valora la paz y la convivencia europea por sobre todas las cosas.

El caso de Nicolás Sarkozy también es muy interesante. Francia, país que rinde culto al  liberalismo, eligió como presidente a este hombre que les dijo a los franceses: “basta de  destruir los referentes tradicionales en la política, la economía y la educación”. Propuso empezar a equilibrar derechos con deberes, y revalorizar ideas como nación, autoridad e identidad. Y sacó al pizarrón a “esos herederos de Mayo del 68 que pretenden defender caros servicios públicos pero que jamás veréis en un transporte colectivo, que aman la escuela pública pero a sus hijos los llevan a colegios privados, que siempre excusan a los violentos, nunca defienden el orden”.

Vladimir Putin, el controvertido poder tras el trono,  nos recuerda mucho la novela de Tolstoi “La Guerra y la Paz”, donde se muestra el alma rusa, tan difícil de comprender para los extranjeros. El príncipe Andrés Bolkonski y Pedro Bezuchov están enamorados de Natacha, un personaje adorable que en su evolución desde sus  amores juveniles hasta su destino como madre y mujer rusa nos enseña mucho de esa sociedad. Andrés y Pedro encarnan las dos grandes corrientes que han marcado a Rusia  desde siempre, o al menos desde Pedro el Grande: los pro-occidentales, que como el zar Pedro ansían modernizar a Rusia acercándola a occidente, y los más apegados a las tradiciones religiosas y campesinas de la Rusia profunda.

Hay que tener en mente esas dos corrientes para entender a Vladimir Putin, quien se maneja entre la democracia y el autoritarismo. Quiere incorporar a Rusia a la globalización, pero su instinto político también le dice que no debe subestimar a  los que desde dentro de Rusia se oponen, porque desconfían de lo extranjero. Debe equilibrarse entre los aperturistas y los que hasta hoy no aceptan la pérdida de influencia tras la caída de la ex URSS.

Si miramos a esos 3 gobernantes, Merkel, Zarkozy y Putin, que ejercen fuerte influencia en lo que es  la Europa actual, podemos decir que tras dos guerras mundiales, división Este-Oeste y el Muro de Berlín, hay ahí 3 políticos razonables, que a pesar de todos los problemas, ponen la paz por sobre cualquier otra consideración.

Angela Merkel y su lucha por la unidad europea

En las sociedades democráticas, el carácter y la personalidad de quienes conducen una nación tienen un enorme valor. La actitud de Adenauer contribuyó a dar la confianza necesaria para construir la democracia alemana de post guerra, y la personalidad de De Gaulle influyó para definir el tipo de fuerte poder ejecutivo que existe hoy en Francia.

La señora Merkel -tal vez no por casualidad se llama Angela, del griego mensajera- es muy respetada por su consistencia personal, lo que la  ha transformado en una confiable conciliadora dentro de la Unión Europea. Goza de respeto generalizado por su coherencia y reconocida calidad moral. Su capacidad política la combina con una sencillez personal a toda prueba. Crea ambientes relajados y al mismo tiempo elevados y armoniosos.

Angela Merkel ha advertido que Europa pasa por su momento más difícil desde la II Guerra Mundial. Y ella considera que su deber, y el de su generación de políticos, es salvar la unidad tras dos guerras mundiales, hoy representada por la Unión Europea de 27 miembros y una zona Euro que integran 17. Para ella, el Euro es muchísimo más que una moneda: es símbolo de la difícil unidad europea que ha dado 50 años de libertad y paz. Y eso es mucho, si pensamos que cayó el Muro, la URSS, y surgieron nuevos países. Ella quiere perfeccionar esa integración  con una mayor fiscalización y sanciones a gobiernos populistas que  violen el Pacto de Estabilidad de la moneda, poniendo todo el sistema en riesgo. Su desvelo es hacer reformas estructurales a la UE, para salvarla.

Alemania renació de la guerra como un gigante económico: es el segundo exportador mundial, sólo recientemente superado por China en volumen. Su fuerza -aparte de la confiabilidad de sus productos como los autos y los fármacos- está en las Pymes, en las miles de pequeñas empresas que han surgido como producto de una educación dual, que valora tanto la excelencia de la educación universitaria como la técnica profesional. Y no por casualidad Kindergarten es el nombre con el que se reconoce en todo el mundo la idea de la dedicada formación infantil.

Angela Merkel considera tan importante la paz y unión de Europa, que sostiene que “ los problemas griegos son problemas holandeses, los de España lo son también de Alemania”, su norte es que no sucumba esa unión, sino imponer mayor responsabilidad a cada uno de sus miembros. Hay que pelear esta batalla –dice- junto a Europa, no contra ella.

Es un caso bien extraordinario de responsabilidad política. Sería mucho más fácil pensar sólo en los alemanes e ignorar al resto. Pero ella aprendió que una Alemania fuerte en pleno centro de Europa lleva a tensiones. Por eso, tras el esfuerzo de recuperar a su lado oriental ocupado por la ex URSS y muy deprimido, hoy el gran objetivo de Alemania es una Europa equilibrada y en paz. El titánico esfuerzo exigido a los contribuyentes alemanes  podría llevar a Angela Merkel a perder su capital político, pero ella es una estadista: piensa en la próxima generación, no en la próxima elección. No es fácil hoy en día dar con líderes que tengan su ideoneidad para representar todas las sensibilidades de enormes sociedades que delegan en una sola persona su confianza, y la hacen depositaria del poder político y militar.

En el caso de Angela Merkel, su personalidad conciliadora la ha convertido en símbolo de la nueva unidad germana y europea. El poder que eso le otorga no ha cambiado un ápice la tranquila personalidad de esta doctora en física, que en 2005 se convirtió en la primera mujer que gobierna Alemania, y que hoy piensa cómo salvar a Europa de la debacle económica.

Estados irresponsables y olímpica usura bancaria

La economía social de mercado, con la debida protección a los realmente postergados, es la que mejor promueve el progreso. Pero cuando gobiernos populistas y grupos de presión la usan para obtener poder político, terminan sofocándola. Recuperar su equilibrio es el principal desafío de Europa al empezar el siglo XXI.

Por su parte, EEUU tiene su propio reto: reencontrarse con su emblemático dinamismo. La muerte de Steve Jobs caló hondo porque era símbolo del emprendedor que con sus ideas podía formar una enorme compañía de la nada, sólo con empeño, visión y la energía emprendedora que representaba lo mejor de esa nación. Quienes hoy protestan en Nueva York  bajo el lema “Occupy Wall Street”  no lo hacen contra los Bill Gates o los Steve Jobs, porque las fortunas bien habidas, que crean trabajo y prestigian al país, son siempre admiradas. No, la protesta en decenas de ciudades de EEUU es contra el abuso, contra las ganancias basadas en la usura y el irrespeto a las reglas parejas para todos. Eso es lo que saca ronchas: la olímpica codicia y las ganancias desproporcionadas de los bancos a costa del ahorro y el trabajo ajenos.

A mi querido padre, que al fallecer a los 90 años había observado gran parte del devenir del siglo XX, le oí muchas veces comentar que le parecía delicado para el futuro de EEUU que el sector  financiero adquiriera tanto poder e influencia política en ese país a costa del sector productivo; que tanta gente joven y preparada abandonara la economía real, las ciencias o el servicio público, atraídos por las desproporcionadas ganancias del área de las finanzas. No tenía nada contra las transacciones responsables y transparentes, pero reflexionaba sobre cómo el énfasis en el rápido enriquecimiento sin sustento real y arriesgando ahorros de miles de pequeños inversionistas podía dañar el espíritu de un país, diluyendo el concepto de esfuerzo y su relación con la legítima recompensa.

En Europa el tema es un poco distinto. Las políticas sociales desarrolladas durante el siglo XX fueron todo un logro de la cultura occidental. Un gran aporte a la humanidad. Pero en las últimas décadas, en países europeos esas conquistas fueron desvirtuadas por presiones políticas que alteraron su propósito humanitario y las usaron como un formidable instrumento de adhesión popular. El resultado es que hoy los desproporcionados beneficios estatales actúan como incentivos perversos. Gente sana  y preparada aspira a acogerse a la calidad de protegido del Estado, tener  una jubilación temprana, y ser elegible para la ayuda social y sus pagos.

El  loable apoyo a los más débiles de la sociedad, que bien implementado debiera nivelar hacia arriba, llevado al extremo ha significado Estados endeudados, grandes corrientes migratorias hacia Europa para colgase de esos beneficios, altos impuestos y enormes burocracias. Hoy es difícil establecer quiénes son los beneficiados y quiénes los pagadores en sociedades con crecientes derechos, menguantes obligaciones y aumento de edad promedio.

Por eso la actual crisis del Euro podría iniciar una nueva era. El concepto de unión europea probablemente prevalecerá, pero se buscará poner algún límite al abuso del actual estado de bienestar, y se deberán coordinar mejor los criterios de manejo fiscal. Y en EEUU, la reflexión de fondo debiera ser sobre cuándo se perdió el norte; sobre cómo recuperar la preponderancia de la economía real basada en el trabajo, la honradez y la inteligencia, limitando el espacio que hoy ocupa el modelo de endeudamiento y especulación irresponsable.

La Argentina de la política…y la de las grandes ligas

Argentina tiene como fortaleza el buen nivel cultural de su gran clase media, aunque sus políticos han impedido que florezca como debiera. Mientras los políticos hacen sus repartos y sus ganancias, hay una Argentina profunda que juega en las grandes ligas: es esa capaz de producir científicos, diseñadores, deportistas de talla mundial, a pesar de todo.

Según la revista británica “Nature”, Argentina es uno de los 18 países del mundo que más se destacan en investigación científica. Muchos argentinos han sido distinguidos con el premio Scopus por sus trabajos publicados y citados por otros científicos a nivel mundial (Scopus es una base de datos sobre literatura científica). En número de investigadores de jornada completa, ocupa el segundo lugar en América Latina después de Brasil con 27 mil (Chile tiene menos de 8 mil), y Argentina es el país con más investigadores en Latinoamérica en proporción a su población. Ha desarrollado un modelo propio de central nuclear compacta de cuarta generación; ha construido satélites; en biotecnología, informática y nanotecnología avanza en programas bien estructurados.

Lo notable es la persistencia en el tiempo de su relativa fortaleza creativa en muchos ámbitos, considerando lo deficiente que ha sido su sistema económico y político en relación a sus potencialidades.

Por ejemplo, la Presidenta Fernández fue designada por su marido como candidata, en una maniobra para perpetuar al matrimonio Kirchner en el poder. El sistema de partidos es casi inexistente. La oposición, debilitada por su fragmentación, no puede contra los enormes recursos que usa el oficialismo. Los votantes prefieren optar por lo conocido, un gobierno que ha dado estabilidad, pero que no ha hecho los cambios estructurales que den sustento y seriedad a su economía. Un ejemplo es la práctica endémica de ocultar las cifras verdaderas, muy distintas a las oficiales. Y los poderosos políticos como la actual Presidenta Cristina Fernández de Kirchner suelen arrasar en las provincias, que dependen del clientelismo y los subsidios que hoy abundan debido a la gran demanda china por soya.

Es una lástima que una nación tan dotada, con gente capaz y recursos abundantes, haya perdido (y siga perdiendo) tantas oportunidades de verdadero desarrollo y de ocupar un espacio destacado en el contexto mundial. Argentina ilustra muy bien la importancia que tienen para el desarrollo las buenas políticas públicas, y el freno que implica carecer de ellas… aunque se cuente con todos los demás recursos.

Steve Jobs y la sociedad incubadora de talentos

Siempre me ha impresionado que una nación nueva como es EEUU haya tenido tan claro, desde su fundación, que su futuro estaba ligado a la creatividad de sus gentes.

La Oficina de Patentes y Marcas de EEUU tiene más de 200 años, tantos como el propio país, y desde su  inicio promovió el progreso de las ciencias y las artes. En ella está inscrita la mejor parte de la historia de EEUU. Y seguramente en letras del molde figura Steve Jobs.

Muchos –como el propio Jobs- iniciaron sus investigaciones en un simple garaje, ese emblemático recinto de la sociedad norteamericana, con el canasto de basketball en el exterior, la puerta levadiza y las herramientas colgando en las paredes con una pulcritud que, sin duda, deja huellas que marcan el carácter de los niños. Porque esos garajes, como antes los graneros, hablan de padres que se arremangan las mangas, y donde el concepto de “do it yourself” es un principio de vida. Se calcula que el 52% del crecimiento de EEUU desde la II Guerra Mundial provino de los inventos, muchos de ellos aportados por inmigrantes europeos con cero capital, pero incentivados por una actitud social en ese país hacia el individuo creativo.

Desde Benjamin Franklin o un siglo después con Thomas Edison, los inventores han hecho de EEUU una sociedad de oportunidades y de avances. Ellos nunca esperan mucho del Estado, tampoco de un golpe de suerte, sino que trabajaban incansablemente con la seguridad de pertenecer a una sociedad que valora el emprendimiento. Y el rol del gobierno para asegurar la continuidad de la innovación ha sido promover una oficina de patentes fuerte y ágil, porque sin propiedad intelectual no se puede estimular a una persona a invertir sus mejores años en el desarrollo de una idea.

De esos garajes salieron visionarios como Steve Jobs y Steve Wozniak, impulsores del  computador personal y fundadores de la empresa Apple. Hoy ya es leyenda cómo ambos armaron los primeros computadores Apple en un garaje de California.

Bill Hewlett y Dave Packard gestaron HP -una de las compañías tecnológicas más importantes del mundo- en otro garaje que ha sido declarado lugar histórico en EEUU. Y en 1998 los estudiantes Larry Page y Sergey Brin tenían la idea de crear un buscador de Internet que funcionara mediante un complejo algoritmo. En un garaje de la Avenida Santa Margarita en el sur de San Francisco incubaron Google…y lo demás ya es historia. Bill Gates jubiló a los 53 años-tras su enorme aporte a la era de la informática-  para dedicarse a su fundación que aporta a la educación y a la cura del Sida en Africa. Otros inventores sólo obtuvieron una  pequeña pensión, pero independiente de la recompensa, los innovadores tienen en común un entusiasmo por el proceso creativo.

Son innumerables los ejemplos y uno se pregunta qué tiene EEUU que inspira a tantos innovadores. La clave está en un ambiente social que estimula desde niños un interés personal hacia la creatividad. Por eso, creo yo, hay tanta impaciencia con algunos potentes especuladores de Wall Street: no representan el verdadero espíritu de EEUU. Ojalá en Chile, tras tanto discutir sobre educación e innovación, logremos el clima adecuado para que aparezca al menos un Steve Jobs  por generación. Eso parte por no mofarnos si vemos a alguien distinto, atípico, que pasa las horas pensando sobre una rara idea. Steve Jobs era considerado un nerd…y hoy es despedido como un ícono.

La recíproca influencia entre China y Occidente será la línea conductora del siglo XXI

La irrupción de China en los mercados mundiales ha sido el fenómeno político más importante del cambio de siglo. Cualquiera sea el camino que siga China en el futuro, ya ha logrado una creciente des-occidentalización de las relaciones internacionales. El eje económico –y también el cultural- se está trasladando al Asia- Pacífico.

Beijing ya es el mayor acreedor de EEUU, y ahora empieza a plantearse como el salvador del Euro. Aún no está claro cuánto ha ofrecido ni cuánto ya ha invertido en Italia y otros países europeos abrumados, pero una cosa es clara: China, regida por un PC que paradójicamente legalizó la propiedad –el concepto más intrínseco del capitalismo- ha logrado su objetivo de posicionarse como un actor clave y cada vez menos cuestionado en el globalizado mundo del  libre mercado.

Será interesante observar cómo evolucionan las mentalidades dentro y fuera de China. El encuentro chino-occidental es muy reciente y aún no se puede vislumbrar el resultado que surgirá de ese intercambio. Pero no cabe duda que ese encuentro es uno de los fenómenos más interesantes que ha vivido la historia de la humanidad, porque esos dos mundos, si bien tuvieron contactos en el pasado, funcionaban aparte. De la recíproca influencia creo que surgirá la línea conductora del siglo XXI.

Por primera vez desde la época de los griegos, la cosmovisión occidental tendrá que convivir con la confuciana. Desde que en 1978 Deng Xiaoping introdujera las reformas al sistema maoísta, China está empezando a influir en todos los campos, y las relaciones internacionales ya no serán sólo diseñadas desde Washington, Londres o Berlín, sino también desde Beijing.

China es el imperio más antiguo de la Tierra, se remonta a las épocas de Babilonia, el antiguo Egipto, la Roma republicana y la Persia ancestral. Todas esas civilizaciones desaparecieron, mientras China ha prevalecido como entidad política, étnica y cultural.

Tener eso en mente ayuda a dimensionar que si bien las reformas que inició Deng Xiaoping están  alterando la economía china, aún no se sabe cuán hondo han calado en el alma de ese pueblo milenario. Es un misterio hacia qué síntesis se encamina la sociedad china tras el encuentro con Occidente, después de permanecer por milenios en un relativo aislamiento autárquico. Confucio buscaba la Armonía Universal (Ta Tung). Ojalá en el siglo XXI se respete su benevolente influencia.

En un mundo tan global, buscamos un trato personal

Los nórdicos la llevan en muchas cosas. En tecnología son vanguardia y marcan rumbo, porque tienen dos atributos maravillosos como pueblos: son sociedades cohesionadas, e invierten fuerte en educación de calidad. Valoran la mirada de futuro.

Dinamarca, por ejemplo, con apenas 5.5 millones de habitantes, tiene un Instituto de Estudios Futuros, que analiza tendencias que influirán a nivel nacional e internacional. En vez de sólo estar preocupados de sus negocios hoy, los daneses observan el horizonte, elevan la mirada.

Uno de sus directores, Rolf Jensen, escribió The Dream Society (“La sociedad de los sueños”), libro en el cual habla de un nuevo concepto en economía. Explica que  hace  un par de décadas vivimos en la llamada era de la información, pero el próximo desarrollo es la era de los sueños. Se trata de un  equilibrio entre lo racional y lo emocional: “No tenemos defensas contra una historia bien contada, porque va directa al corazón”. Nos dice que las personas no toman decisiones sólo por los beneficios intrínsecos de un producto o servicio, sino cada vez más por un valor agregado que satisfaga sus necesidades emocionales de aventura, amor, amistad, cuidado, identidad, tranquilidad o creencias.

Jensen cree que la materialización de los sueños es el móvil del desarrollo humano. En la actual era de la información, dice, valoramos los datos. En la sociedad de los sueños, los triunfadores serán quienes logren que los datos apelen a las emociones, a través de las historias vinculadas a sus productos y servicios. Es una tendencia que se basa en la percepción de que incluso un simple pan, si es asociado a una idea de salud o agricultura sustentable, es más apreciado que el que está en el canasto del lado. Todo esto refleja el Zeitgeist o espíritu de los tiempos: mientras más masivamente estamos comunicados, más personalmente queremos ser tratados.

Chile ha hecho un gran esfuerzo exportador. El país mantiene 21 acuerdos comerciales con 58 países, nuestros productos llegan al 62% de la población mundial. Gracias a eso, la participación de Chile en el total del comercio mundial ha subido del 0.27 al 0.47 % entre los años 2002 y el 2010.  Pero sólo veremos avances cualitativos de desarrollo cuando mejoremos nuestro sistema de educación, en primer lugar; y cuando asociemos los productos chilenos a una percepción especial, que los haga confiables y además, deseables.

La oposición (Carta al Director, El Mercurio)

Señor Director:

En  países donde la democracia es estable, la oposición tiene tanta responsabilidad como el gobierno. El tema es fundamental, y se puede deducir el grado de cultura cívica de una nación por el equilibrio entre el gobierno de turno y la oposición.

En Gran Bretaña, el Estado le otorga un sueldo al líder de la oposición para que, precisamente, se oponga. Al tener un gobierno en la sombra, mediante el cual la oposición tiene no sólo el derecho sino el deber de pronunciarse en cada una de las materias de gobierno, se logra un equilibrado manejo de los asuntos públicos y se evitan los excesos. No hay derrotados, pues los que pierden la elección tienen que seguir expresando las políticas que habrían adoptado en caso de ser gobierno.

Así el público conoce las posibles medidas alternativas, y gobierno y oposición se ven obligados a un rol moderado. Ese sistema político y jurídico valora lo razonable, repudia la dictadura de las mayorías circunstanciales sean de gobierno o de oposición. Acabamos de observar cómo ante las protestas en Gran Bretaña, el líder opositor estuvo a disposición del gobierno para juntos buscar soluciones.

En nuestro país la oposición tiene un rol institucional muy disminuido e indefinido, lo que la deja a merced de líderes momentáneos que suelen ser contestatarios y en ocasiones irresponsables, como lo hemos visto a lo largo de nuestra historia. Urge buscar un camino político que garantice mejor gobernabilidad a través de una mayor responsabilidad opositora.

Los buenos gobiernos y la paz social

La deuda en EEUU y Europa no es sólo un asunto económico. Es un problema de conducta moral.  Es una  tendencia a la defensa de intereses por sobre el bien común  y a los Estados de Bienestar, que tranquilizan a los ciudadanos con un asistencialismo mal entendido, que los ata al gobierno de turno.

La deuda pública de EEUU es mayor al total de su PIB, y el valor real de sus obligaciones sociales es siete veces su producto. Los países de Europa tienen un endeudamiento muy superior al permitido por el Acuerdo de Maastricht. La solución cortoplacista ha sido que los bancos centrales imprimen más dinero, una forma de expropiación a los ahorrantes.  Se ha optado por el estatismo de crear moneda.  Y así se “salva” a gobiernos dilapidadores como el de Grecia, sólo para comprobar que el rescate no surte efecto.

Las democracias occidentales han sido debilitadas por la irresponsabilidad  y por demasiados políticos -directa o indirectamente- manipulados por la fuerza de unos pocos pero potentes sectores  especulativos que crecen en el abuso, que ganan con las deudas, que se enriquecen con las repactaciones, que viven de las crisis y de la inestabilidad financiera que muchas veces propician.  Mientras los Secretarios del Tesoro provengan o estén ligados a influyentes grupos que funcionan en Wall Street, no habrá forma de detener  este círculo vicioso.

Hemos citado en estas columnas a Adam Smith que era profesor de filosofía moral y  escribió que no es ético enriquecerse de cualquier forma; a George Washington, que recomendó no endeudar nunca a la nación; a Jefferson, que advirtió que la corrupción llega cuando se comprometen favores futuros a cambio de votos; a Madison, que decía que el peor enemigo de la democracia son los grupos de poder. Ya Aristótles y Confucio hablaban de una esencia humana dotada de compasión, vergüenza, capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso, con la potencia de desarrollar virtudes sociales  como el altruismo y el sentido del deber.

Pero no se ven políticos  capaces de convencer de la necesidad de ese conjunto de valores indispensables.  No hay candidatos que pongan énfasis  especial en el ahorro,  en la necesidad de trabajar bien,  en la relación entre derechos y deberes de los individuos  y los gobiernos.  Estos no son temas triviales: debieran ser la discusión esencial en las sociedades que aspiran a la paz social.