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Europa busca recuperar a sus pensadores

Ha sido nombrado Embajador de Chile en Francia el destacado escritor y diplomático Jorge Edwards, un conocedor de la cultura francesa. Aprovecho su designación para reflexionar acerca de una anécdota que vivió el presidente Mitterrand cuando visitó Silicon Valley en marzo de 1984, la cual sirve para meditar  acerca de la relativa pérdida de presencia de la gran cultura francesa  y europea en muchos ámbitos.

En esa visita, al mandatario le llamó la atención que numerosos jóvenes franceses estuvieran investigando ahí, en California. Al preguntarles porqué no estaban haciendo ciencia en su propio país, la respuesta fue: porque en Francia no hay la misma libertad para innovar. Al mandatario socialista la respuesta lo impresionó,  y se escribió mucho en la prensa al respecto.

En esa respuesta había una profunda reflexión: la nueva sociedad del conocimiento que surgía y que influiría muy pronto en la caída del Muro de Berlín, de la URSS, y  obligaría a China a abrir sus fronteras, estaba afectando también a la cultura francesa y europea en general. Porque la sociedad de la información se basa en la flexibilidad  para innovar y el rechazo a las limitaciones burocráticas a la creatividad. Y algunas tradicionales universidades europeas -centros del pensamiento occidental por siglos- fueron derivando en pesados y endogámicos entes burocráticos. Muchos innovadores emigraron.

A Europa se le agota el tiempo. Enormes sumas de dinero –como antes hacían los mecenas europeos con sus artistas e inventores- fluyen hoy hacia otros  centros de creatividad, como la zona tecnológica de Incheon en Corea del Sur.; en EEUU, la Universidad de California en San Francisco en el clúster (empresas relacionadas) de Silicon Valley  ha generado compañías con un valor de mercado equivalente a tres veces el de todo el sector biotecnológico europeo; China –comunista!- ha concentrado recursos en megacentros tecnológicos, como los clústers de Beijing, Shanghai o Tianjin.

La Unión Europea empieza a reaccionar para atraer a los mejores pensadores  y revertir  la fuga de cerebros. Surgen  planes para incentivar a profesores  y empresas de investigación, cambiar políticas laborales que dificultan el ritmo de los mercados tecnológicos, y eliminar anticuadas normas de promoción académica que restringen la libertad para innovar en combinación con empresas.

No ignoro que muchas naciones europeas siguen aportando  notables centros de pensamiento que se mantienen entre los mejores. Pero la fuerza con que irradian cultura al mundo está mermando.  La Comisión Europea está preocupada,  y ha emitido informes para la adopción de medidas, todas tendientes a cambiar la cómoda sociedad de bienestar, y recuperar la cultura del esfuerzo para innovar, que desde los griegos había mantenido a Europa creativa e inspiradora.

El mal estado del Estado de Bienestar

Los políticas sociales desarrolladas durante el siglo XX fueron todo un logro de la cultura europea. Un gran aporte a la humanidad.  Pero esas conquistas fueron desvirtuadas por las diversas corrientes políticas, que alteraron su propósito humanitario y las usaron como un formidable instrumento de adhesión popular. El resultado es que hoy en Europa los desproporcionados beneficios actúan como perversos incentivos para acogerse a la calidad de protegido del Estado, pretender una jubilación temprana, y tratar de ser elegible para la ayuda social y sus pagos.

El necesario apoyo a los más débiles de la sociedad, llevado al extremo, ha significado Estados endeudados, grandes corrientes migratorias hacia Europa, altos impuestos y  enormes burocracias. Por eso la actual crisis del Euro podría iniciar una nueva era, en la que se buscará  poner límite al sobredimensionado estado de bienestar.

A fines del siglo XIX, el canciller de Alemania, Otto von Bismarck, concibió el moderno sistema de seguridad social. Su objetivo era ante todo social, pero también político. Buscaba cohesionar al recién formado Estado alemán unificado, y la política social era parte de esa política nacional, mediante un sistema de obligaciones mutuas con el ciudadano. Pero esa seguridad social -muy avanzada para la época-  se mantuvo liviana como carga financiera para el sector productivo, porque no debía ser mayor al seis por ciento de los ingresos brutos. Buscaba un equilibrio entre obligaciones y beneficios, y comprendía un seguro de salud que también cubría a la vejez, el desempleo y los accidentes de trabajo.

Alemania fue país pionero en la creación de un sistema de política social,  que se fortaleció en el siglo XX durante las dos reconstrucciones de post guerra. Pero después, la expansión de las políticas sociales fue producto de una gran prosperidad económica occidental y de las tensiones ideológicas durante la Guerra Fría.

Con el tiempo, en Europa los diversos tipos de Estado benefactor fueron creciendo en forma exagerada.  En realidad, la  idea de que el Estado debe proteger y promover la justicia social y el progreso -quizás la característica más distintiva del Estado moderno-  se ha convertido en algunos países en un enjambre de complicadas regulaciones y leyes. Y hoy es difícil establecer quiénes son los beneficiados y quiénes los pagadores en sociedades en que aumenta la edad promedio, y que se caracterizan por crecientes derechos y menguantes obligaciones.

La economía social de mercado con la debida protección a los realmente postergados es la que mejor promueve el progreso. Pero cuando grupos de presión la usan para obtener poder político, terminan sofocándola. Recuperar su equilibrio es  uno de los principales desafíos europeos al comenzar el siglo XXI.

La debacle griega muestra el error de olvidar a los filósofos

La incertidumbre económica extrema que afecta a tantos países demuestra que es un desacierto que las universidades no  exijan ramos de filosofía en sus facultades  de economía. En una sociedad de libertades, el estudio de la ética debiera ser central.  Ante tamaña crisis financiera se requiere volver a la esencia, a lo más básico, al sentido de las cosas.

El desastre del Estado griego es resultado de una larga falta  de respeto a  las instituciones y un irresponsable gasto público. Sabemos que los griegos actuales no tienen nada que ver con los clásicos, que nos legaron precisamente las  instituciones políticas de Occidente y la búsqueda consciente de la sabiduría en todo orden de cosas. El saber no puede estar tan parcelado como hoy lo suele ver  la ciencia económica.  Por eso es muy  simbólico que el gobierno de Atenas sea hoy tan mal ejemplo de manejo político y económico, tal vez para obligarnos a recordar la necesidad de retomar la Filosofía en la formación universitaria.  El pensar en forma integral.

Los 750 mil millones de Euros  que la Unión Europea  y el FMI aportarán  para evitar el derrumbe  financiero griego y su contagio a Europa no solucionan el  fondo del problema. Falta un cambio de actitud de ese gobierno populista que ha provocado la mayor crisis del euro desde su nacimiento. Sintomático es que el gobierno socialista español haya empezado a recortar gastos, mientras Angela Merkel en Alemania trata de asumir el costo político de su aporte para sostener el Euro.

Aristóteles decía que como nuestra naturaleza es social,  y porque vivimos en comunidad, todos los días tomamos opciones éticas en la vida privada y en la  política. Eso vale tanto para la  extrema codicia privada al estilo Goldman Sachs en Wall Street, como para gobiernos demagógicos como el del Primer Ministro Papandreu en Atenas.  Porque ambos se valen de la confianza y de la fe pública.

Adam Smith –se suele olvidar- era profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow, y  publicó estudios  sobre ética, la que consideraba indisolublemente  unida a la economía. El  Premio Nobel de Economía Friedrich Von Hayek  -también se suele olvidar-  fue filósofo además de economista, y explicaba que el libre mercado  permite satisfacer miles de  intereses y necesidades de las personas mucho mejor que la “arrogancia estatal”. Pero, recalcaba, es requisito el rigor ético, y no alterar  deliberadamente la información.Pienso que muchos de esos conceptos están siendo ignorados por gobernantes y operadores financieros cortoplacistas.  Y así se ha ido poniendo en riesgo  un bien –por ponerlo en términos económicos- fundamental  para el sistema: la confianza en él.

El vergonzoso caso de Goldman Sachs

El banco de inversión más emblemático de Wall Street, Goldman Sachs, ha tenido actuaciones muy cuestionables durante esta crisis financiera. Y el fastidio crece a medida que se constata el daño profundo que sus inescrupulosos y anti éticos actos han causado al modelo de libertad económica que, bien aplicado, ha permitido a las sociedades progresar. El fundamento de una sociedad libre es la cooperación voluntaria de las personas, lo que conduce a un sistema de mercado en que la conducta individual y libre de las personas promueve el bienestar de todos.

Pero la ficticia crisis financiera –la crisis de la especulación- ha generado un daño enorme al sistema de libre mercado. Y EEUU ha tenido gran responsabilidad en ella

al generar una astronómica deuda y permitir tanta especulación. No es la sociedad civil, el laborioso pueblo norteamericano eficiente, esforzado  e innovador el que ha provocado esta crisis, sino un Estado condescendiente con los especuladores durante los gobiernos de Bill Clinton y George W. Bush,  las actuaciones de Alan Greenspan en la Reserva Federal, y abusos como los de Goldman Sachs en Wall Street.

En ese grupo de poder se gestó la burbuja que generó una crisis completamente artificial, que ha hecho perder a los ahorrantes serios e industriosos parte del esfuerzo de una vida.

El Estado norteamericano (la SEC) está demandando ahora a Goldman Sachs por fraude. Porque ese banco –que tiene una influencia política enorme- se dedicó a estudiar y seleccionar con pinzas créditos hipotecarios con perfil negativo que no podrían ser pagados. Paralelamente, el mismo banco formó un fondo que lo aseguraba y le reportaría grandes ganancias si esos créditos no eran solventados. Es decir, con un instrumento el banco ganaba induciendo a sus clientes a endeudarse sabiendo que les ofrecía una situación imposible, y por otra parte volvía a ganar precisamente porque más tarde esos créditos no eran pagados. Una máquina que reportaba a Goldman Sachs millones de dólares como intermediario captando ex profeso malos créditos y burlando la buena fe de sus clientes,  y que le generó además enormes ganancias con el fondo que aseguró al propio banco frente a las quiebras que esperaba de antemano.

Y cuál es la defensa del banco? Argumenta que la responsabilidad última es de cada cliente…lo que es cierto en rigor, pero no cuando un banco convence a las personas con malas artes, y cuando no transparenta que piensa ganar con el colapso. Eso es una monstruosidad que las mentes normales y la buena fe no están equipadas para detectar.

Es cierto que hay libertad para endeudarse o no. Pero también es cierto que los precios reales del mercado transmiten una cantidad de informaciones dispersas en la sociedad, y sirven para tomar decisiones. Manipular el mercado lleva a una distorsión de esas informaciones, lo que altera todo, mientras sólo unos pocos especuladores ganan. Goldman Sachs representa la máxima sofisticación en el abuso del sistema.

Las actitudes mentales definen el destino de los países

Chile y Argentina tienen una historia marcada mucho más por la amistad que por los  desencuentros. Aunque a veces, en el fragor de la contingencia, parece lo contrario. Hizo bien el presidente Piñera en ir a Argentina en su primera visita como mandatario, y mencionar allá que a pesar de compartir  una de las fronteras más extensas del mundo, ambos países nunca se han enfrentado en una guerra.

Recordemos al Ejército Unido de Los Andes, la batalla de Maipú, el “Abrazo del Estrecho” en 1899 entre los presidentes Errázuriz y Roca, la visión de Estado con que se  superon tensiones como las de 1902 y 1978,  y la firma en 1984 del Tratado de Paz y Amistad que inició la integración económica: son verdaderos legados para las futuras generaciones.

Pero esta historia puede y debe ser mejorada. Las economías se organizan hoy en mercados globales y es importante empezar a pensar en común. Temas como energía, Antártica, reservas de agua dulce  -Chile y Argentina tienen de las mayores del planeta-  y  muchos otros necesitan un enfoque visionario…y seriedad en el respeto por los compromisos. Porque el destino de los países se define en la actitud mental de sus habitantes.  El mundo acaba de conocer el experimento de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), que permitirá saber  más sobre del origen del universo. Me impresiona la perseverancia con que miles de científicos de Europa, EEUU, Rusia, India, Japón e incluso Chile y Argentina, reunidos en Suiza,  han continuado desde antes de la caída del Muro de Berlín con su plan de comprender cómo fueron los primeros microsegundos del universo, mientras en el mundo real terminaba la Guerra Fría, se desintegraba la ex URSS, China abría sus fronteras, caían las Torres Gemelas, se desataba una crisis económica…y ellos ahí, centrados en un solo norte que es recrear  la “sopa” primordial que formó la materia durante esos instantes iniciales.  Lo que quisiera destacar es el esfuerzo, esa suma de tantas voluntades estatales y privadas, desde Vladivostok hasta San Francisco, unidas en ese desafío mayor.

En este querido y azotado Chile pienso que tenemos que afrontar nuestro propio desafío de reconstrucción con esa mentalidad de largo plazo, empujando hacia un mismo objetivo y  con consciencia de que vivimos sobre una placa tectónica que se mueve y frente a un mar que cada cierto tiempo se desborda. Lo que está en juego es mucho más que una cifra astronómica de dinero para la reconstrucción: es la capacidad y calidad de la reacción humana frente al desastre lo que debemos forjar.

Y en política exterior, debemos incorporar a nuestro disco duro que el futuro de Chile está ligado al de Argentina y perseverar en esa relación, a pesar de los desencuentros. El respeto a los Tratados, y el clima de confianza para una integración económica mejorada, son tareas ineludibles para el progreso estable de  nuestros pueblos.

HAITÍ – La extrema fragilidad del país sobrecoge

Haití me sobrecoge. El reciente terremoto ha dejado aún más palpable su extrema falta de institucionalidad en todos los ámbitos, político, sanitario y de infraestructura. La gente está sola en un dantesco escenario.

Visité Haití en la delegación del ex presidente Ricardo Lagos en 2004, recorrí la isla en helicóptero, conocí  sus  pueblos más paupérrimos, estuve en el hotel ahora derrumbado y en el Palacio de Gobierno hoy destruido por el sismo. Hablé con muchos haitianos, observé  sus sonrisas dulces con la expresión de una pasiva entrega a un destino muy triste. El medio ambiente de la isla está arrasado, y sus habitantes me parecieron sin esperanzas.

Visitar Haití fue un aprendizaje tan importante como haber cursado el Magister en Ciencia Política de la UC hace ya años. Porque vi unirse la teoría y la práctica. Constaté la importancia de las instituciones, del Estado de Derecho y de la alternancia en el poder, y los efectos de su ausencia.  Naciones Unidas, Washington y la comunidad internacional tienen en Haití el deber humanitario de ayudar a construir un Estado de Derecho, tema en el que Chile ya hace un esfuerzo notable.

No me canso de escribir en estas columnas que la principal causa de la pobreza en América Latina es la falta de instituciones respetadas. Han sido copadas por caudillos y grupos de poder, e incluso un país con una gran clase media culta como es Argentina muestra una vocación caudillista inexplicable. En América Latina todo se espera de un Estado sobredimensionado, en vez de que se expanda una cultura de emprendimiento que permitiría sacar mejor partido a las riquezas naturales.

Los escritores Mario Vargas Llosa y Jorge Edwards destacaron hace unos días cuán importante es la actual elección en Chile y la posibilidad de alternancia en el poder, porque el país es observado por la calidad de sus instituciones y su democracia consolidada, toda una rareza en América Latina. Chile ha logrado consolidar sus instituciones, aunque aún hay debilidades Haití nos remece. La única posibilidad que tiene de salir de su condición es que logre desarrollar instituciones sólidas. Su sufrimiento debe ayudarnos a tener conciencia de que debemos cuidar nuestro Estado de Derecho.

La Nueva Tendencia Económica

Si usted quiere estar muy al día en materia política y económica, empiece a leer sobre la llamada Nueva Economía Institucional. Quien gane la elección presidencial en Chile,  necesariamente tendrá que aplicar aspectos de esta nueva tendencia. Porque la crisis económica logró (aleluya!) acercar posturas que parecían irreconciliables entre los defensores a ultranza del mercado –que lo confundían con el laissez faire –  y los estatistas, que liquidan la iniciativa personal.

Hoy se acepta que el mercado no se reduce al homo economicus, que no todo es relaciones de precios, sino que es indispensable incorporar otros aspectos fundamentales: la cultura, los valores y la educación de los individuos, las características del sistema político y el marco jurídico. Se trata de una visión mucho más integral de la sociedad, que agrega a la economía también la sociología y las ciencias jurídicas.

Lo medular de este enfoque es que la calidad de las instituciones y las normas -formales e informales- se reflejan en el funcionamiento de la economía. Esta depende, en definitiva, de un marco jurídico eficiente y respetado, y de un sistema de creencias que incluye el respeto a las reglas y la transparencia de la información. El desarrollo de las naciones está directamente relacionado con la calidad de sus instituciones. Cuando son corruptas o simplemente ineficientes, generan  incentivos perversos en la sociedad.

La confianza en ellas es clave. Porque si los individuos no confían en el Estado, van a tratar de burlar los impuestos y el sistema en general. Al revés, si las personas desconfían en el mercado porque se sienten abusadas por grupos coludidos para distorsionarlo, buscarán mayor ingerencia estatal.

Lo medular es aceptar que la sociedad no es un ente, sino que está formada por individuos, con legítimos intereses y motivaciones diferentes. La gracia es que  pueda evolucionar hasta un alto grado de cooperación: lograr  que cada individuo sea capaz de contribuir indirectamente, a través de sus variados intereses, al bien común. Y eso depende de la calidad de las instituciones.

Reconozcámoslo, en América Latina fallan las instituciones. Los individuos no respetan los contratos, y el Estado no respeta las esferas personales. No habrá progreso si no mejora el rol esencial del Estado, que es poner reglas del juego y tener autoridad para aplicarlas. La nueva tendencia no es más Estado, sino mejor Estado.

En la inestable América Latina, la política exterior es clave

Un tema que marcará a Chile en los próximos años será su política exterior. En un mundo globalizado, jugar bien las cartas en las relaciones internacionales es fundamental. Mientras mayor sea la libertad para poder escoger y ejercer las relaciones exteriores, mejores las posibilidades de desarrollo. Los objetivos de la política exterior se identifican con el interés nacional, y el bienestar de un país está íntimamente  relacionado con la preservación de su integridad territorial e independencia política.

Las relaciones vecinales en nuestra región están plagadas de conflictos y  falta de respeto por acuerdos firmados. No hay conciencia de que el proceso de desarrollo de los pueblos  incluye no sólo las instituciones políticas internas, sino que su consolidación supera las fronteras: un Estados moderno requiere  de buenas relaciones con otros países para consolidar el crecimiento económico y la seguridad social.  Los conflictos latentes entre vecinos y la falta de confianza impiden que surja la sinergia y la economía de escala en la región. Por eso la relación vecinal es hoy, en América del Sur, un asunto de la máxima importancia.

Churchill decía que en política internacional los amigos son circunstanciales pero los vecinos son permanentes. Todo lo que se pueda hacer  para despejar tensiones fronterizas y construir confianzas es fundamental.La Carta Democrática de la OEA no ha logrado imponer la costumbre de que los gobiernos se mantengan legítimos en su ejercicio. En nuestra región latinoamericana está muy difundida la idea de que la democracia es sólo el acto de elegir autoridades –legitimidad de origen- y no el respeto constante a las instituciones y los ciudadanos  –legitimidad de ejercicio-.  Si algunos gobiernos de esta región están dispuestos a burlar sus propias Constituciones para entronizarse en el poder,  puede esperarse  un trato parecido respecto de sus acuerdos vecinales.

Hay que recalcar que la seguridad interna de una nación no basta. Se pueden tener excelentes instituciones y Fuerzas Armadas, pero hasta una potencia como EEUU ha debido constatar el desgaste que significa un conflicto aunque sea con países menores  como Afganistán o Irak. Guardando proporciones y diferencias, sólo el hecho de enfrentar una demanda como la de Perú ante la Haya implica desviar recursos que podrían haber tenido mejor destino en nuestras naciones con tantas necesidades básicas. En todo caso, es del todo deseable que mientras el juicio en La Haya avanza, Santiago y Lima mantengan los mejores contactos posibles en beneficio de sus ciudadanos. Pero insisto: la política exterior deberá  ser una gran prioridad del nuevo gobierno de Chile.

El desafiante escenario regional que espera al próximo presidente

El nuevo presidente de Chile no tendrá una tarea fácil en materia internacional. Bolivia con Evo Morales introdujo una nueva disposición constitucional para revisar unilateralmente los Tratados limítrofes vigentes. Alan García en Perú impuso una demanda de delimitación marítima que entra en una fase decisiva. Termina el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet en un escenario vecinal cambiante, inestable y desafiante.

El próximo mandatario deberá dar  prioridad a la política exterior,  que en realidad es política interior, porque sus consecuencias afectan la vida y los intereses de los chilenos, y a lo más propio y permanente de una nación: su territorio.

América Latina sufre una nueva etapa de instabilidad. La promoción durante los años 90 de la democracia y la libertad de emprendimiento tras la caída de los socialismos en Europa Oriental y la ex URSS,  ha dado paso a una corriente de neopopulismos estatizantes. Es una involución, un retroceso  el que diversos gobiernos hayan vuelto  a la receta del estatismo como solución a los problemas, quitando espacios a una sociedad abierta. Los caudillos proliferan, y en parte surgen del vacío que dejaron las reformas incompletas en los años 90, que en general no llevaron a una mejora de la calidad de vida de los pueblos, derivando en una falta de confianza en las instituciones.

Así, las personas han buscado caudillos  supuestamente salvadores como Hugo Chávez, sin reparar en que muy pronto éstos clausuran espacios de libertad e instalan soterrados autoritarismos.  En su arrogancia, los caudillos y políticos iluminados creen tener derecho a imponer fórmulas preconcebidas a la sociedad, y a detentar el monopolio sobre la verdad. Todo lo contrario de una sociedad en que las personas, no grupos cerrados desde el Estado, debieran ser los protagonistas de la evolución histórica.

Lo más delicado es que esas visiones populistas reincidentes son gran parte de  la causa de la pobreza en las sociedades latinoamericanas. En vez de promover una cultura de respeto a las iniciativas personales, a la propiedad, a los contratos, al Estado de Derecho, para que así hasta el más humilde tenga certezas y pueda iniciar un pequeño negocio,  el neopopulismo promueve el clientelismo, la dependencia de los favores del Estado, y el rechazo al libre debate de ideas. Tras ellos se esconden intereses y búsqueda de poder, rentas y privilegios para burócratas afines y clientes obsecuentes, algo que todos los días denuncian, por ejemplo,  los diarios argentinos mientras los Kirchner intentan arreglar un nuevo período en el poder.

En momentos en que Chile vive un expectante momento político,  es imperativo dar una mirada a la demandante situación externa que enfrentará el próximo gobierno.

   

El significado de una elección en Chile

La elección de un nuevo presidente de Chile es noticia de importancia internacional, al menos en nuestra región. Porque este país relativamente chico y lejano, ha hecho esfuerzos de desarrollo que le dan una prestancia y visibilidad muy por encima de lo que le corresponde por tamaño. Chile es hoy un referente en América Latina, pero eso no basta para que la mayoría de sus habitantes tengan una real calidad de vida.

Pero, ¿cuál es la diferencia con una nación desarrollada?

Definitivamente no tiene que ver con los recursos naturales. Suiza es chico y pobre en recursos, pero sus habitantes son laboriosos y confiables, exportan productos de máxima calidad y se han ganado un prestigio que los convirtió en un centro financiero y de depósitos. Tampoco se trata de antigüedad, aunque se suele argumentar como pretexto que las naciones latinoamericanas son jóvenes y aún inmaduras. Irak o Egipto son muy antiguos, y tienen altos niveles de pobreza. Nueva Zelandia es un país nuevo, y sus habitantes se han dotado de un gran estándar de vida.

La sustancial diferencia que hace posible el desarrollo es una actitud, es una cualidad espiritual del pueblo. Es el sistemático compromiso con la responsabilidad, el amor al trabajo bien hecho, el ahorro y la postergación de satisfacciones inmediatas, el respeto por las leyes, las instituciones y los derechos de los demás ciudadanos.

Cuando un país logra -a través de la educación de los niños y el ejemplo de las autoridades- imprimir en la conciencia colectiva ese tipo de valores de superación, se produce el cambio hacia el progreso. En todos los países considerados desarrollados, la sociedad civil –las personas en su actuar diario en el colegio, la universidad, el club, el sindicato, la empresa- tienen una cultura de esfuerzo personal y respeto por los acuerdos colectivos.

El desarrollo no es un asunto económico, esa es la consecuencia. Es una actitud mental inculcada desde niños, por hacer las cosas bien.

En Latinoamérica, en general, eso no sucede. Y por eso países muy ricos en materias primas son pobres en educación y productividad.  Chile ha hecho un esfuerzo por cambiar su propia cultura de negligencia, pero no ha sido aún suficiente. Una elección presidencial y legislativa debiera ser un momento muy especial de reflexión; una toma de conciencia de que la sociedad civil requiere autoridades capaces de inspirar un proceso que promueva la responsabilidad personal y el compromiso colectivo de superación.

América Latina ha perdido dos siglos en disputas, caudillismos y desidia. Pero se puede cambiar de actitud.