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Alan García cruzó el límite

Los valses peruanos nos han evocado siempre la imagen del limeño afable. Recuerdo las letras de Chabuca Granda, la fallecida autora de La Flor de la Canela, y las conversaciones con don Jorge Errázuriz, ex Embajador de Chile en Lima,  quien me contaba de esos caballeros de fina estampa, limeños de hablar bonito y modales agradables. Los peruanos que llegan a Chile buscando trabajo también hablan bien, se expresan con dignidad.

Por eso impresiona tanto oír al presidente de Perú ofendiendo con tan burdo lenguaje a nuestro país.

Alan García ha impulsado sucesivas acciones para crear tensión. La demanda ante la Haya, su afán por presentar a Chile como un país belicista  -aunque, a diferencia de Perú, no ha tenido ninguna guerra desde la de 1879-  y la forma como manejó el caso  espionaje, muestran su interés por escalar tensiones.

Chile en su momento bajó el perfil al tema del ex agregado naval peruano acusado de espiar este año en nuestro país. Y mientras Chile apoyó activamente el ingreso de Perú a  Apec, García insiste en  presentarnos como nación agresiva.  Es una contradicción profunda con la realidad: aquí se le ha dado residencia legal y trabajo a decenas de miles de peruanos indocumentados; las inversiones chilenas en Perú han ayudado a la recuperación de esa economía; empresarios chilenos han invertido más de 7 mil millones de dólares allá y empleado a 15 mil peruanos en su propio país.

No voy  a especular sobre las razones que mueven al presidente García a proferir insultos como tildar a Chile de “republiqueta”  y a la presidenta Bachelet de  vecina envidiosa. Ni voy a referirme a la baja popularidad que lo abruma, ni haré recuerdos de la corrupción en su pasado gobierno, que lo mantuvo por años alejado del Perú.

Lo que sí interesa pensar es cómo relacionarnos en el futuro con el nivel de nacionalismo exacerbado que recurrentemente aflora. Con los Donayre, los Ollanta Humala, los Alan García y los que eventualmente vendrán.

Lo primero es la prudencia. Pero queda claro que la demanda marítima presentada ante La Haya también está enturbiando la total relación vecinal con Perú, incluyendo toda la gama de interacciones actuales y futuras. Aunque Chile ha tratado de “encapsular” esa demanda marítima para así poder mantener relaciones razonables en otras áreas, no puede aceptar la actitud destemplada que ha tenido Alan García y su gobierno para presentar a Chile como belicista.

Chile tendrá que hacer ahora un más activo –no sólo reactivo- trabajo de difusión para explicar que el reclamo marítimo peruano altera acuerdos firmados hace décadas, plenamente vigentes. Hay un conjunto de lazos que unen a ambos pueblos y hay que hacer todos los esfuerzos para avanzar en una relación constructiva. Pero sería bueno mencionar en cada foro la inestabilidad regional que producen actitudes  revisionistas como la de Perú, y el costo para el progreso y la integración.

Eso sí, sin perder la fina estampa, como decía Chabuca, las formas respetuosas. Nunca, nunca descender al nivel de Alan García, que haría sonrojar a la peruanísima autora.

La barrera que marcó el siglo XX y su emocionante final

La caída del Muro de Berlín fue un acto de consentimiento, de buena voluntad, casi diría un milagroso momento de respeto humano. Fue una sublevación pacífica de los civiles en el lugar más fortificado y peligroso del mundo.

Transmitir ese suceso y sus consecuencias fue, para mí, lo más significativo que me tocó hacer durante los 25 años que fui analista internacional en Tele 13. Recuerdo que en el estudio no volaba una mosca, el rating se disparaba y todos conteníamos el aliento, porque durante  décadas habíamos estado informando sobre los cohetes nucleares apuntándose desde ambos lados de esa, la más militarizada frontera del siglo XX. Ahí estaba concentrado todo lo que simbolizó la guerra fría, la división del mundo en dos bloques enfrentados, el odio ideológico total. Y, sin embargo, veíamos cómo el muro iba cayendo pedazo a pedazo, bajo la pacífica y contenida presión de miles de personas anónimas, desarmadas,  que sólo pedían libertad.

1989 fue un año potente. La Web (World Wide Web) fue creada ese mismo año por el británico Tim Berners-Lee y el belga Robert Cailliau en el CERN, en Suiza. Fue publicada en 1992, apenas caída la ex URSS. Mientras se derrumbaba el muro y la URSS agonizaba, la globalización se expandía a través de avances tecnológicos que sólo prosperan cuando existe una sociedad con libertad para experimentar y soñar. Ese avance tecnológico inauguró un nuevo paradigma en las relaciones humanas, la era de la informática. Su máximo significado es que la información fluye sin que fronteras políticas la puedan contener. Algo incompatible con países férreamente controlados como lo eran  la URSS y las naciones que dominaba, como la ex Alemania Oriental. Tras ese Muro de Berlín impuesto por los soviéticos,  Erich Honecker y su mujer organizaban a su antojo  la vida y muerte de las personas. Es increíble que hasta el día de hoy, avecindada en Chile, Margot Honecker siga defendiendo tamaña monstruosidad.  El muro cayó porque la ex URSS y sus seguidores perdieron la batalla de la libertad.

Lo más notable es que las actuales celebraciones, al cumplirse 20 años de la caída del Muro de Berlín, fueron inauguradas por sus protagonistas, Helmut Kohl y Mijail Gorbachov. A diferencia de los Honecker, Gorbachov siempre destacó la importancia de los ciudadanos en el derribo del Muro. Y Kohl, postrado en silla de ruedas, expresó el orgullo que siente por la reunificación alemana.

Precioso acto. Dos razonables políticos,  que la historia había puesto frente a frente en el más álgido momento de la guerra fría y de la amenaza nuclear, hoy son amigos. Emocionante.

Argentina y las difíciles relaciones exteriores de los Kirchner

Cristina Fernández de  Kirchner viene a Chile en visita oficial. Corresponde recibirla con la dignidad que se merece la presidenta de una notable nación como es Argentina. Pero también es momento para recordar lo displicentes que han sido con Chile ella y el gobernante anterior, su marido Néstor Kirchner.

Los sucesivos presidentes de Chile han debido extremar la paciencia frente a ellos, desde que decidieron cortar el suministro de gas con una arrogancia inusual entre naciones civilizadas.

Las relaciones internacionales han cambiado radicalmente. Hace algunas décadas se consideraba que un país podía hacer casi cualquier cosa, con la única limitante de su  poder y tamaño. Hoy en cambio, hasta los más poderosos deben dar explicaciones si se extralimitan, y el Premio Nobel al presidente Obama se interpreta, en parte,  como el deseo de un cambio más amigable en la política exterior tras el gobierno de Geroge W. Bush.

La suspensión del suministro de gas a Chile tras compromisos firmados con Argentina fue concretada con gran soberbia de forma y fondo por el presidente Kirchner; inolvidable es el desparpajo que tuvo en todo ese episodio su funcionario –tan criticado en la propia Argentina- Julio de Vido.

Los gobiernos Kirchner  han sido poco cordiales también con otros países como Uruguay; y con México fue insultante la forma como intentaron aislarlo por el virus H1N1. Si todos los mandatarios actuaran como ellos, sería aún más complicada la convivencia regional.

Su gran amigo Hugo Chávez les ha prestado mucho dinero, poniendo a Argentina en una posición mendicante que no se compadece con su historia y capacidades. Desde la Constitución de 1853 hasta bien entrado el siglo XX, los argentinos crearon un país que se situaba entre los diez con mayor producto per cápita del mundo. Y atrajeron a millones de inmigrantes a los que el Estado sólo les prometía una cosa: que serían garantizadas las legítimas ganancias que produjeran con su esfuerzo.

Hoy el Estado argentino no les asegura a sus propios habitantes que sus ahorros serán respetados.

No se  merecen los argentinos los escándalos como el del maletín con billetes enviado por Chávez, ni que les aumenten los gravámenes a las exportaciones, ni que el gobierno  eche mano a los ahorros previsionales de más de nueve millones de ahorrantes.

Por esas y otras muchas razones, los inversionistas han clasificado a la Argentina de los Kirchner como de alto riesgo.

Pero veamos lo positivo: como sea su gobierno, Cristina Fernández es la presidenta de nuestros vecinos y eso es lo que debemos honrar al recibirla. Viene a reforzar la muy importante y necesaria  integración bilateral fortalecida por el Tratado de Paz y Amistad de 1984, y a inaugurar la Feria del Libro, que este año destaca –con toda razón- a Argentina y sus escritores, partiendo por el gran Borges. Los Kirchner pasarán, pero nuestra vecindad permanece, con sus magníficas posibilidades que debemos potenciar hacia el futuro.

HUELLA ECOLOGICA: surge el ciudadano responsable

Hace 40 años, Milton Friedman escribió que la principal responsabilidad moral de una empresa es aumentar sus ganancias, porque así crece la economía beneficiando a todos. Soy muy partidaria de la economía de mercado, y comparto con Von Hayek y Adam Smith  que los individuos son el motor del desarrollo y el Estado debe ser subsidiario, pequeño y eficiente. Pero la frase de Friedman nunca me ha gustado. La encuentro soberbia e implacable. Y se ha prestado para desprestigiar injustamente a  esforzados empresarios. Esa frase de Friedman llevada al extremo permite que  surjan los Madoff, los usureros en Wall Street y los abusadores que se coluden y desvirtúan la economía basada en la libertad.

Hoy ya no se discute que la responsabilidad social debe ser parte de la ecuación y que, además, es rentable.  Las personas crecientemente están eligiendo productos e inversiones asociados a una elaboración responsable con el entorno humano y medioambiental. Estamos asistiendo a un lento cambio de estilo de vida, que probablemente va a ser muy significativo cuando sea observado con perspectiva histórica. Se trata del surgimiento del consumidor responsable, y de  la medición de nuestra huella de carbono. Todo producto humano, sea un chocolate o un tractor, tiene un impacto sobre el medio ambiente, el que se mide según la forma en que fue producido,  el tipo de energía empleada en su desarrollo y transporte, la cantidad de agua ocupada, y los desechos y emisiones contaminantes asociados a él.

Es un asunto que está modificando en forma muy sutil las actitudes personales, y va a tener un enorme efecto en las estructuras económicas, en la política y en la sociedad.  Tendremos que empezar a entender conceptos como la “hectárea global”, que es la unidad para medir la “cantidad de planeta” necesaria para regenerar lo consumido por una persona. Es la huella de carbono personal.

El consumo responsable es más que una moda, es una necesidad, y va a llegar a ser un asunto ético, porque ya nadie podrá argumentar ignorancia en relación a su propia huella de carbono. La tendencia en la educación de los niños, sobre todo en países que en esto llevan la delantera como los nórdicos, es ir integrando una cultura de consumo responsable y solidaria, y patrones de conducta para una vida sustentable.

La crisis económica ha traído la polémica sobre aumentar el Estado, cuando lo que interesa es su eficiencia, la que por definición es sin grasa y  sin exceso de burócratas. Pero esa es una discusión de los políticos. Lo cierto es que una vez más la sociedad civil, es decir todos los que no están en el Estado, son los que realmente van cambiando las cosas para mejor. Es el equilibrio natural, la sabiduría popular por así llamarla, que reacciona para bien y busca soluciones en forma espontánea. Esa sociedad civil le está exigiendo al Estado, a los políticos y a las empresas, cuidar a las personas y al medioambiente.

Angela Merkel, los debates y la elección de autoridades democráticas

Angela Merkel es muy querida, y no sólo en Alemania, donde acaba de ser reelegida como jefa de gobierno. Su consistencia personal la ha transformado en una confiable conciliadora dentro de la Unión Europea, y en las cumbres del G-8 (ahora G-20) ha brillado por el respeto generalizado que se le profesa a su coherencia y reconocida calidad moral.

Tiene gran capacidad política,  combinada con una sencillez personal a toda prueba. Crea ambientes relajados y al mismo tiempo elevados. Así lo demostró en el debate televisivo con su oponente Frank-Walter Steinmeier. Fue tan armonioso, que más parecía una conversación sobre el futuro del país que una campaña electoral.

Un aspecto esencial en la tradición de Occidente ha sido el debate. Era usado como método educativo entre los griegos, en el procedimiento judicial y legislativo del mundo anglosajón, y hoy los debates televisados se han transformado en uno de los mayores espectáculos de las campañas electorales.

El objetivo de un debate es ayudar a los votantes a apreciar las características personales de los  candidatos. En las sociedades democráticas, el carácter y la personalidad de quien deberá conducir una nación tienen un incalculable valor. La actitud de Adenauer contribuyó a dar la confianza necesaria para construir la democracia alemana de post guerra, y la personalidad de De Gaulle fue clave para definir el tipo de poder ejecutivo que existe hoy en Francia.

La toma de decisiones en la gestación y conducción de políticas públicas es la gran tarea que le toca asumir un jede de Estado. No es el mismo EEUU con Barack Obama en la Casa Blanca que con George W. Bush.  No son iguales los estilos y énfasis  que impondrían en la conducción de Chile Sebastián Piñera, Eduardo Frei, Marco Enríquez Ominami o Jorge Arrate. Frente a una situación vital, cuando se hace necesario usar todos los recursos de la personalidad, las características del líder pueden hacer variar el desempeño de toda la sociedad.

No es fácil dar con alguien que tenga la ideoneidad para representar todas las sensibilidades de enormes sociedades que delegan en una sola persona su confianza, y la hacen depositaria del poder político y militar.

En el caso de Angela Merkel, su personalidad conciliadora la ha llevado a ser el  símbolo de la nueva  unidad germana,  por provenir de la ex Alemania Oriental, y por estar aliada con los católicos conservadores del sur,  aunque ella es de la Alemania del norte, sajona,  hanseática y luterana.  El poder que le otorga ser la jefa de gobierno de Alemania -primera potencia económica de Europa con creciente influencia política- no ha cambiado un ápice la tranquila personalidad de esta doctora en física, que en 2005 se convirtió en la primera mujer que gobierna ese país.

El agua, elemento estratégico del siglo XXI

Nuestro planeta es apenas un ínfimo punto en la enormidad del universo. Pero es nuestro hogar. Y en él, como decía Tales de Mileto desde que nació el pensamiento filosófico, el agua es la vida. Me parece increíble  que a estas alturas del desarrollo de la humanidad, el cuidado de este elemento esencial recién esté tomando su lugar como gran prioridad política. Es más: en mi concepto, el uso del agua debería considerarse como parte de la ética; y aunque sea necesario ponerle un precio –porque hay que tratarla y conducirla para su consumo- en sí no tiene precio, tiene valor, lo que es distinto.

Como valor vital, el agua no puede ser sólo parte de la lógica del costo-beneficio, sino también del conjunto de normas morales, obligaciones y responsabilidad social que deberían regir la conducta humana y de las naciones. En el siglo XXI los conflictos serán por recursos, y entre ellos el agua es el más preciado.

La población del planeta se triplicó durante el siglo XX, pero el consumo de agua aumentó seis veces. Millones de personas sufren su escasez. El 70% de la superficie terrestre está cubierta por agua, pero el 97,5% de ella es salada. Sólo el 2,5% es dulce. Y de esa agua dulce, sólo el 0,3% está en ríos y lagos, el resto en glaciares, la Antártica y acuíferos subterráneos.

Por eso es tan valioso el aporte del libro que acaba de publicar el investigador Cristián Faundes Sánchez, “El agua como factor estratégico en la relación entre Chile y los países vecinos”. Propone mirar nuestras políticas hídricas con visión de futuro, y desarrollar instituciones y legislación para evitar la ocurrencia de conflictos violentos. Es un estudio profundo,  prologado por Aaron Wolf, PhD del Departamento de Geociencias de la Universidad de Oregon (¿tendremos una sección equivalente en nuestras múltiples universidades?). La clave está en crear instrumentos que permitan mediar para enfrentar los problemas antes de que escalen, y evitar la militarización de las posibles soluciones.

El 25 de febrero de 2007, el diario La Nación de Buenos Aires informó sobre la nueva doctrina militar argentina, llamada “La guerra por los recursos”, la que consigna que un conflicto por el agua dulce es la más posible amenaza para Argentina en las próximas décadas. Es sólo un ejemplo de cómo se está empezando a despertar, en diversos países, consciencia de lo estratégico que es asegurar los accesos a fuentes seguras de agua dulce. Creo que en Chile debemos esforzarnos más por comprender el valioso recurso de aguas prístinas que tenemos. Y no entregar con tanta facilidad enormes territorios a conservacionistas extranjeros, cuyos fines ulteriores y la letra chica de los acuerdos firmados, para la mayoría de los chilenos -me incluyo- son un misterio.

Argentina, la Rica Pobre

El Papa Benedicto XVI pidió a los argentinos un “esfuerzo solidario” que permita reducir “el escándalo” de la pobreza en ese país. Más allá de la discusión que se generó con las cifras de la pobreza, lo que escandaliza es que en una nación tan dotada de recursos humanos y naturales, el número de pobres aumente cada año. La razón principal es una histórica distorsión en el manejo político del Estado.

El novelista y sociólogo mexicano Carlos Fuentes dice que sus compatriotas descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. Porque casi todos tienen un abuelo o bisabuelo que bajó de los barcos que llegaban con ingleses, alemanes, italianos, franceses, con sus conocimientos e ideas que enriquecieron a Argentina en todo sentido. Félix Luna, en su Historia de los Argentinos, recuerda el sentido igualitario que caracterizaba a esa sociedad. Ya en el siglo XIX la relación entre trabajador y empleador no se asemejaba al servilismo imperante en otros países americanos.

Ese rasgo igualitario, sumado a una calidad y cobertura de educación superior a la común en Latinoamérica, y a sus riquezas naturales, hacían esperar otro destino para Argentina. Pero la realidad es que cuando cumplió 100 años de independencia estaba entre los diez países más ricos del mundo, y al acercarse a su bicentenario ocupa el lugar 68.

Las cifras oficiales del INDEC –y ya casi nadie niega la falta de transparencia en la información que entrega el gobierno- dicen que hay un 15 % de pobres. Según el estudio de la Universidad Católica Argentina (UCA), esa cifra alcanza al 39 %, con la que coincide el periodismo independiente, como BBC mundo.  La consultora privada Ecolatina informó que la pobreza trepó al 31,8 % y la indigencia al 11,7 % en el primer semestre de 2009.

En Argentina falló el desarrollo. Para que éste se dé, una sociedad requiere empresarios eficientes para generar riqueza, y un Estado honesto y profesional que ponga reglas claras y las haga respetar para beneficio de los menos favorecidos. No hay desarrollo sostenible si la economía se concentra en pocas manos -tentación de los grupos dominantes de la sociedad-, ni cuando la burocracia estatal cae en un gasto distributivo exagerado –lo que tiende a ser el defecto de los sectores más socialistas o estatistas-. Los Kirchner sumaron ambas distorsiones: concentración del poder en beneficio propio y de sus cercanos, y falta de transparencia en el manejo del Estado.

Mario Vargas Llosa, en un irónico artículo, describe a los Kirchner como los perfectos capitalistas, que “en estos tiempos de tragedia y quebranto, consiguieron multiplicar siete veces su capital” y  agrega: “cuando todos a su alrededor perdían, dispararon a las nubes sus ingresos…”.

En contraste, los agricultores están con más impuestos, los ahorrantes y jubilados con menos reservas, y en general los argentinos, más pobres. Desde el ángulo que se mire, Argentina no ha estado a la altura de sus potencialidades.

EEUU y China diseñan el siglo XXI

Se inició un diálogo entre China y EEUU que podría tener consecuencias políticas gravitantes, porque ambas potencias parecen tener  voluntad y decisión de diseñar  el mundo según sus intereses. En la reunión sobre los principales asuntos económicos y estratégicos en Washington, el presidente Barack Obama expresó: “Las relaciones entre China y EEUU determinarán el siglo XXI”.

Es muy interesante que dos núcleos de poder tan enormes y distintos en su esencia, estén en una actitud de cooperación. Aún está muy cercana la época en que el mundo era bipolar, en una confrontación titánica entre la ex Unión Soviética y EEUU.  Por eso es loable que los presidentes Barak Obama y Hu Jintao decidan crear un foro permanente, para tratar asuntos como la proliferación nuclear, el terrorismo, el cambio climático o la crisis financiera.  Hemos mencionado muchas veces en estas columnas que los problemas que enfrenta hoy la humanidad son de tal magnitud, que requieren una colaboración razonable de quienes ostentan el poder y los recursos  principales.

Lo destacable es la actitud política, la consciencia manifiesta de tratar de buscar esa  cooperación. Porque en la práctica existe una feroz competencia  por los mercados y por lograr una hegemonía militar.  EEUU quiere influencia en Asia, China aumenta la suya en África y Latinoamérica, y ambos tienen regímenes tan distintos como pueden ser una longeva democracia y un partido totalitario, aunque este último se haya abierto a la economía de mercado. En rigor, Washington y Beijing se analizan mutuamente con suspicacia, principalmente porque la falta de garantías y derechos personales en China son muy criticados en EEUU, lo que es percibido por la dirigencia de Beijing como una ingerencia en sus asuntos internos. Las recientes y trágicas protestas étnicas en la provincia de Xinjiang  son un ejemplo de la complejidad china.

La economía es tema fundamental. Beijing es el principal financista de la deuda norteamericana a través de la compra de bonos, y EEUU pretende un mejor acceso al mercado chino a medida que aumenta el consumo en ese país. Se necesitan mutuamente. También requieren lazos de entendimiento en el campo militar, para evitar tensiones entre dos potencias que reúnen gran parte del arsenal mundial, y para hacer frente a las redes terroristas.

Así como el viaje del presidente Nixon a China en  1972 y su reunión con Mao Zedong fue un momento decisivo en la historia de la guerra fría del siglo XX,  hoy la voluntad de entendimiento entre Washington y Beijing es mirada también con gran alivio. La peor noticia sería el inicio de una segunda guerra fría, aunque sólo fuera en el ámbito comercial. La voluntad de cooperación entre esos dos gigantes –si prospera-  será clave para la estabilidad política y económica mundial.

  

Democracia o el respeto al Estado de Derecho

Las elecciones son condición necesaria pero no suficiente de la democracia. No basta elegir a los gobiernos. Es requisito que los distintos poderes del Estado puedan mantener su autonomía sin ser sometidos por el gobernante, y que los ciudadanos sean respetados en sus libertades y garantías. Sólo hay democracia donde se respeta siempre  la Constitución y el Estado de derecho.

Este es el tema central en la discusión sobre el reciente golpe en Honduras, y también para catalogar al  presidente venezolano Hugo Chávez. Se puede tener legitimidad de origen –si se   llega al poder por la vía legal- pero convertirse en ilegítimo de ejercicio, al no respetar la Constitución.

Eso es lo que está ocurriendo en algunos países latinoamericanos. De modo sutil a veces, como en el caso de los Kirchner que fueron concentrando el poder en Argentina, o en forma abierta como en la Venezuela de Chávez, en muchas de nuestras repúblicas aunque se vota, no se ejerce cabalmente el espíritu democrático.

Con la excepción de Cuba,  en todos los países de la región los gobiernos han surgido de elecciones.  Pero en demasiados casos las autoridades confunden el poder con un botín para sí mismos, y alteran las leyes para perpetuarse en él. Como resultado hay  instituciones  débiles e inestabilidad.

En el caso de Honduras se dan algunos de estos vicios. Hubo un golpe militar,  condenable e inaceptable.  Pero su origen es  muy atípico, porque se basa en el  Parlamento y el Poder Judicial, que pidieron deponer al presidente Zelaya, quien se había  deslegitimado y pretendía mantenerse en el poder con ayuda del venezolano Chávez. Ni un  solo diputado, ni siquiera de su partido, levantó la mano para defender al mandatario.

A pesar de los abusos de poder de Zelaya, es inaceptable que se llamara al ejército para derrocarlo, en un acto de suma inmadurez política. Debió recurrirse a la propia institucionalidad hondureña para resolver. La solución ahora es convocar cuanto antes a elecciones y restaurar la normalidad institucional.

El caso Honduras refleja la necesidad de reflexionar sobre el doble estándar con que se ha venido evaluando a los gobiernos en la región. Se condena rápido –y correctamente-  un golpe, pero nada se dice respecto a los abusos que el presidente depuesto estaba cometiendo. Tampoco puede aceptarse más el silencio frente a gobiernos como el venezolano, democrático en su origen pero abusivo en su ejercicio.

En la Carta Democrática del 2001, los países del continente asumieron el compromiso de denunciar las violaciones del Estado de Derecho. América Latina requiere que todas las malas prácticas sean condenadas por igual, incluidos los arbitrios de gobernantes que usan la democracia para abusar impunemente de la sociedad que los eligió.

Chile-California, un modelo para el siglo XXI

El caso Honduras demuestra porqué las relaciones internacionales contemporáneas tienden a vincular más a regiones afines e intereses comunes, en vez de depender sólo de las burocracias tradicionales de los gobiernos. En América Latina la inestabilidad de las instituciones entrampan proyectos de desarrollo. Por eso son tan importantes los casos recientes de acuerdos prácticos y eficientes con regiones específicas: por ejemplo, entre la Borgoña francesa y la región del Maule para el negocio de los vinos; o el interesante plan de consorcios alemanes para la producción de energía solar en el desierto del Sahara para Europa. En esta línea, el proyecto Chile-California es una  moderna visión de desarrollo basado en la asociación estratégica.

Está aumentando en el mundo esta forma de intercambio más innovadora, bajo el concepto de “like minded countries”, es decir países o regiones que se agrupan por tener intereses y visiones parecidos. Justo lo contrario de lo que se ha venido haciendo en América Latina, con fastuosas reuniones de presidentes para hablar de la hermandad de los pueblos y firmar teóricos acuerdos que no han conducido a resultados tangibles. Hoy, para insertarse exitosamente en la sociedad del conocimiento, se requiere una mentalidad distinta, ya no de arriba para abajo, sino al revés: las personas y las empresas son las creativas y los gobiernos –en este caso el de la presidenta Bachelet a través de la Cancillería, y el del gobernador Schwarzenegger-  son facilitadores de contactos para generar oportunidades.

Chile, que postula a incorporarse a la OECD (que agrupa a las principales economías)  ya no es considerado “elegible” para recibir ayuda. Ahora debe buscar asociaciones de mutuo interés, y  aprovechar experiencias de desarrollo. Por eso con California, se trata de implementar un nuevo tipo de relación internacional, que le ayudaría a Chile dar pasos hacia la sociedad del conocimiento y el desarrollo económico, a través de iniciativas públicas y privadas en temas estratégicos como el capital humano, la investigación y el desarrollo, el comercio y los negocios. Por algo el  proyecto se llama  “Plan Chile-California, una asociación estratégica para el siglo XXI”.

California, con su capacidad económica y tecnológica que incluye Silicon Valley, si fuera un país, sería la séptima potencia mundial. Comparte con Chile intereses agrícolas y de energías alternativas. Ya hay un proyecto solar conjunto en Atacama. Si bien es obvio el atractivo para Chile de esta asociación, a EEUU también le conviene. Porque Washington tiene problemas en la región y necesita un nuevo modelo para vincularse,   basado en intereses comunes. Chile-California es un gran paso hacia una nueva forma de relación madura y de mutuo beneficio.