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ANTÁRTICA – La niña bonita del futuro

Gran Bretaña le ha hecho a Chile un gran favor. Lo ha hecho despertar al dar a conocer que pretende aumentar sus reclamos de soberanía en territorio antártico, afectando la plataforma continental en la península antártica o Tierra de O’Higgins. El sorpresivo anuncio se contrapone a la reclamación de Chile, y ha hecho reaccionar al país en defensa de los títulos históricos que lo avalan.

Gran cosa. Porque con falta de visión histórica, el año 2003 se cerró la base antártica Arturo Prat por un clásico análisis economicista basado en cuánto “cuesta” y no cuanto “vale” mantenerla operativa. Gracias a Gran Bretaña y su desafío, la Armada de Chile reabrirá la primera base chilena que tanto costó construir en 1947 y mantener por décadas, y que tras ser abandonada hace cinco años deberá recibir grandes inversiones para su recuperación pues el clima es muy destructivo. Pero sobre todo, se recupera el espíritu de dar valor a esa zona. Es un asunto de actitud, que el cierre de la base había afectado gravemente.

El episodio es emblemático. Muestra la gran diferencia entre un antiguo país con sentido histórico como Gran Bretaña y un país más joven encandilado como nuevo rico con sus relativos logros económicos y descuidando lo permanente, lo que le da trascendencia y seguridad en el tiempo: su territorio y los asuntos de soberanía.

Mientras Chile cerró una base a escasos kilómetros de Punta Arenas por un ahorro mal entendido, Gran Bretaña ha defendido a miles de kilómetros territorios que le dan proyección en el mar austral, y ha mantenido presencia en la lejana Antártica. Podrán discutirse sus argumentos y  métodos, pero no su perseverancia y visión de futuro.

Lo anterior demuestra la importancia de que Chile refuerce su presencia en la Antártica y reafirme sus derechos. Es bueno que se anuncie que se reabrirá la base Arturo Prat, que se informe la visita de parlamentarios, que se analicen las reservas de agua dulce y recursos alimenticios y energéticos decisivos para el futuro. Que se enfatice la defensa jurídica y diplomática permanente y se recuerde que por su cercanía, Chile tiene como ningún otro país vínculos soberanos con la Antártica.

Hace tres semanas publiqué aquí mismo una columna que llamé La Batalla por los Polos. Aludía a que Rusia adelantó las disputas por el Polo Norte y sus reservas de gas y petróleo al instalar su bandera bajo los hielos árticos en la cordillera submarina de Lomonosov, y que era un acto premonitorio de lo que podría ocurrir en el Polo Sur.

Días después, Gran Bretaña nos ha venido a recordar que existe una soterrada carrera en torno a la Antártica, aumentada por el precio del petróleo y el derretimiento de los hielos.  Chile, lejano país esquina en el último rincón del mapa, se puede beneficiar ahora de lo que fue considerada su gran desventaja: su situación geográfica. Siempre que esté atento,  y juegue muy bien sus cartas.