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ARGENTINA – Un giro hacia la Prehistoria económica

Llama mucho la atención que el joven Ministro de Economía argentino Martín Lousteau, graduado en prestigiosas universidades de EEUU,  esté tan embarcado en complacer la equivocada senda elegida por el matrimonio Kirchner. Lousteau era visto como la persona que daría cierta racionalidad y modernidad a la conducción económica.

El nuevo esquema mundial, con China e India demandando alimentos y materias primas,  es una oportunidad única para países tan ricos en productos como Argentina, salvo si insisten en aferrarse a esquemas arcaicos de control estatal y proteccionismo.

Mientras China se especializa en productos manufacturados que exporta, la India ha optado por el área de los servicios y destaca en la alta tecnología computacional. Y ambos gigantes necesitan importar enormes cantidades de materias primas y productos agropecuarios.

Pero los sucesivos gobiernos de Néstor y Crisitina Kirchner no parecen tener en mente a Deng Xiaoping, sino a Perón. El caudillo justicialista planteaba bajos precios artificiales para mantener contento al pueblo y compensar la ineficiencia de las industrias nacionales. Su lema era agrandar el Estado y sobre todo proteger la industria, aunque no fuera competitiva.

Pocos piensan hoy así. Pero todo indica que los Kirchner siguen admirando ese anticuado modelo de ganar votos con precios artificiales. Justo al revés de lo que conviene a Argentina: desarrollar una industria agropecuaria cada vez más competitiva. El matrimonio Kirchner parece querer revivir también las prácticas del ex jefe de la CEPAL, Raúl Prebisch, otro argentino equivocado como Perón, que convenció a muchos latinoamericanos de aplicar un modelo proteccionista y de sustitución de importaciones, que mantuvo a la región por años en el atraso.

El sistema de retenciones (impuestos) sobre las exportaciones agropecuarias lo inició el ex presidente Duhalde para compensar la devaluación del peso, en un momento límite de  Argentina. No hubo entonces tanta resistencia del sector agrícola, porque se comprendía  lo excepcional del momento. Pero después el presidente Kirchner aumentó el gasto público y lo financió con aún mayores impuestos a las exportaciones. Primero al trigo y la carne, y después vino el zarpazo a la soja, en la que se habían refugiado los productores agrícolas. Ambos gobiernos Kirchner han tratado de encubrir así una inflación muy superior a la reconocida oficialmente.

 Todas las centrales agropecuarias se han unido en protesta contra un gobierno que aumentó el gasto público en un 60% durante el 2007, y que quiere preservar el superávit con vetustos métodos.