El encuentro de las presidentas de Chile y Argentina vuelve a recordar la importancia de la relación entre ambos países. A pesar de discrepancias por la delimitación o por el incumplimiento del gas, lo cierto es que la historia de Chile y Argentina es mucho más de unidad que de desencuentros desde la alianza de O´Higgins y San Martín. En 1978 se evitó un conflicto armado, y las dos naciones que comparten una de las fronteras más largas del mundo, nunca se han enfrentado en una guerra. Hoy las fuerzas militares de paz combinadas de ambos países son ejemplares.
Y es deseable que así sea. Porque la disputas por esferas de poder entre las grandes potencias afectará crecientemente a la región, por los recursos marinos, la Antártica o diversos motivos geopolíticos. Nuestros países tienen las más grandes reservas de agua del planeta, tema clave para el futuro.
Chile y Argentina, basta ver el mapa, están indisolublemente unidos y deberían actuar como un núcleo de integración regional, tal como en Europa lo hicieron Alemania y Francia. Chile tiene un peso conceptual muy superior al que le correspondería por su tamaño relativo, debido a su madurez institucional y económica; y Argentina es gravitante per se. Juntos podrían potenciar una mejor relación de toda el área.
El comercio intrarregional en América Latina representa sólo el 17 % del que en conjunto realiza con el resto del mundo. En comparación, el comercio interno de la Unión Europea es sobre el 75 %.
En Latinoamérica, tras mucha palabrería sobre integración, hay países con excedentes de energía que prefieren no explotar ni exportarla por razones políticas. La falta de confianza impide que prospere el comercio regional, mayor conectividad, corredores bioceánicos y sobre todo una visión de progreso conjunto. Chile gasta alrededor del 70 % de su tiempo diplomático en América del Sur, pero sólo un pequeño porcentaje de su comercio se desarrolla en esta área. Esa desproporción indica el grado de dificultad en las relaciones regionales.
Con Perú se han hecho todos los gestos para tener una agenda positiva: legalización de decena de miles de peruanos, inversiones, devolución de libros y archivos históricos, aprobación del tratado de libre comercio por unanimidad en el Congreso. Es de esperar que se valore y se suavice el tono de algunas autoridades peruanas.
En cuanto a Brasil, sólo cabe darle máxima prioridad. Es ya casi una gran potencia mundial, y su poder moderador en la región es cada vez más gravitante.
En definitiva, es bueno que las autoridades de Chile y Argentina muestren voluntad política de estrechar la integración, que se inició con la firma del Tratado de Paz y Amistad 1984. Una vecindad integral y efectiva ayudará al progreso de ambos pueblos y a reforzar su presencia en el mundo.