La evolución de una sociedad depende de las ideas que en ella predominan. La decadencia, como el progreso, es ante todo una actitud mental. No existe en el mundo nada más poderoso que las ideas. La vida intelectual de una comunidad es el fundamento que sustenta la fortaleza de sus instituciones.
Es peligroso para una sociedad que los más cultos comprueben que han perdido toda influencia, y que los más prósperos se centren sólo en las finanzas como un fin en sí mismo. Ambos grupos suelen retirarse entonces a un estado apolítico y privado, muy tranquilos en su pasajero bienestar. Y dejan el campo de las ideas a populistas e ideólogos.
En Argentina, los más capaces se retraen y ceden el país al caudillismo y al clientelismo; en Bolivia -riquísima en recursos-, la élite ha repetido tanto la idea de que todo es consecuencia de la mediterraneidad, que ella ha condicionando mentes y acciones. Las sociedades se estancan o avanzan de acuerdo con las ideas que en ellas prevalecen, no por riquezas materiales circunstanciales. Cuando George Washington en su despedida decía “no hay que endeudar a la nación”, se refería a un asunto de filosofía política, no de mera economía.
Chile no está libre de riesgos a pesar de su relativo progreso económico. He repetido en estas columnas que hace falta el estudio sistemático de filosofía y ética en colegios y universidades. Para que en una sociedad prosperen las libertades personales, el fundamento filosófico de ellas debiera estar en el centro de la reflexión. No hay políticos reflexionando sobre el espíritu de los tiempos ( Zeitgeist ) y el sentido de la libertad. Aristóteles explicaba que si somos realmente libres, todos los días tomamos opciones éticas en nuestra esfera privada, y los políticos en cada acto están respetando o burlando la fe pública. Sólo en libertad se puede ser ético, porque se puede optar sin coerción. Hoy gozamos de más libertades que en cualquier otra época de la humanidad.
Pero si en nuestra sociedad -los profesores en los colegios, los editores en los medios y, sobre todo, los padres en sus casas- no difunden la idea de la responsabilidad que implica la libertad, no habrá verdadero desarrollo. El crecimiento económico es un requisito, pero el verdadero progreso social y personal implica una visión, que sólo se da en el campo de las ideas.