Ambos responden a dos necesidades ancestrales: la comunicación y el juego.
El I-Phone y los Juegos Olímpicos de Beijing nos recuerdan que el talento y la creatividad humana son infinitos. El I-phone en sus 11,5 cm. de largo y 6, 2 de ancho contiene gran parte de los conocimientos colectivos en materia de comunicaciones y electrónica de todas las civilizaciones anteriores. Su memoria es casi tan inagotable como los servicios que ofrece su pantalla táctil, es una empresa completa en poco más de 100 gramos.
La demanda por este aparato es tal, que uno pensaría que todos somos tan sabios y creativos para usarlo en toda su potencialidad. Pero cuando uno ya lo tiene en las manos, queda clara la enorme desproporción entre el talento humano colectivo y lo que somos como individuos. Porque finalmente el contenido de nuestra comunicación personal y los pensamientos que expresamos, no difieren mucho de lo que se han comunicado las personas desde siempre: llegué, partí, te quiero, tengo miedo, llegaron los Hunos, partió la Revolución Francesa o cayó Wall Street. Cambian las formas y las tecnologías por el enorme talento humano para crear, pero las inquietudes del alma siguen siendo las mismas. El ser humano necesita relacionarse y requiere sentirse parte de algo superior a él mismo.
Eso es lo que también quedará reflejado en los Juegos Olímpicos de Beijing. El gran historiador y sociólogo holandés Johan Huizinga en su obra “Homo Ludens”, nos recuerda que el juego ha acompañado al ser humano desde siempre. El fúbol, el atletismo o cualquier deporte que la creatividad humana ha organizado en reglas y hoy difunde por TV tiene un origen que se pierde en las estepas de Mongolia, en la antigua India, en Roma o en los torneos medievales europeos. Jugar es algo que todo ser humano ha hecho alguna vez, y aunque recién en el siglo 19 los ingleses sistematizaron las reglas de juegos modernos como el “football”, el “lawn tennis”, el polo, el cricket o el rugby, todos ellos derivan de la ancestral predisposición al juego que destacan los antropólogos.
Tal vez por pertenecer a una familia deportista y haber crecido entre caballos y raquetas, en la que hablar del fair play era tan importante como analizar la última medida política del país, lo cierto es que siempre me ha impresionado cómo la creatividad humana ha ido sofisticando un sentimiento tan ancestral como jugar y comunicarse. El I-Phone y los Juegos Olímpicos tienen en común el llevar a su máxima expresión esas dos necesidades atávicas.