En Palermo Chico, pleno corazón de Buenos Aires, está la Embajada de Chile, en la calle Tagle, entre Avenida del Libertador y Figueroa Algorta. Junto a ella, la plaza República de Chile con sus viejos y frondosos árboles forma parte de las enormes áreas verdes de Palermo y Parque 3 de Febrero, creado por Sarmiento y basado en Hyde Park y el Bois de Boulogne. Cerca del monumento a San Martín está el de Bernardo O’Higgins, la placa para el general Juan Mackenna y el busto a José Victorino Lastarria; y en el rincón de los poetas, los de Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
La Embajada de Chile en Buenos Aires es un oasis de paz. El señorial y moderno edificio de los arquitectos Juan Echenique y José Cruz es todo un símbolo en la capital argentina, un referente arquitectónico, un orgullo para ambos países. Porque simboliza una relación muy importante y delicada, tal como son las delgadas láminas de cristal que separan al edificio del parque más emblemático de Argentina.
Parece increíble recordar que hace tres décadas fue necesaria la mediación del Papa Juan Pablo II para impedir la guerra. Había concluido el juicio del Canal Beagle y, según la sentencia internacional, se confirmaba la soberanía chilena sobre todas las islas al sur de ese canal, tal como lo establecía el Tratado de Límites de 1881. Faltaba sólo acordar la delimitación marítima. Pero Argentina declaró “Insanablemente Nulo” el Laudo Arbitral. Tanto Chile como la Corte Arbitral rechazaron esa actitud.
Lo que siguió nos llevó al límite del conflicto: ciudades argentinas sometidas a oscurecimientos, discursos ultranacionalistas, soldados en la frontera en posición de ataque, incursiones con buques de guerra en aguas chilenas. Chile empleó todos los recursos posibles para lograr un entendimiento que frenara la inminente guerra. La invasión argentina sería el 22 de diciembre, a las 22:00 horas.
Una gran tormenta en el Mar de Drake detuvo a la flota trasandina…y la historia dio un giro. El Papa alcanzó a enviar al Cardenal Antonio Samoré, quien habló con las autoridades de los dos países. La mediación papal fue aceptada el 23 de diciembre.
Tras un largo y angustioso proceso, se logró el Tratado de Paz y Amistad de 1984.
Al conmemorarse los 30 años de la petición de la mediación papal, la Presidenta argentina quiso restar valor a la actitud del gobierno militar chileno de la época, que propició y firmó el Tratado de Paz.
Su marido y entonces gobernador Néstor Kirchner se opuso al acuerdo. Pero el Tratado, y sobre todo la paz, prevalecen.
Como la Embajada chilena en Buenos Aires, con sus frágiles paredes de vidrio, el Tratado es un delicado pero potente símbolo, un referente de paz que debe guiar con sus buenos propósitos a generaciones futuras.