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El significado de una elección en Chile

La elección de un nuevo presidente de Chile es noticia de importancia internacional, al menos en nuestra región. Porque este país relativamente chico y lejano, ha hecho esfuerzos de desarrollo que le dan una prestancia y visibilidad muy por encima de lo que le corresponde por tamaño. Chile es hoy un referente en América Latina, pero eso no basta para que la mayoría de sus habitantes tengan una real calidad de vida.

Pero, ¿cuál es la diferencia con una nación desarrollada?

Definitivamente no tiene que ver con los recursos naturales. Suiza es chico y pobre en recursos, pero sus habitantes son laboriosos y confiables, exportan productos de máxima calidad y se han ganado un prestigio que los convirtió en un centro financiero y de depósitos. Tampoco se trata de antigüedad, aunque se suele argumentar como pretexto que las naciones latinoamericanas son jóvenes y aún inmaduras. Irak o Egipto son muy antiguos, y tienen altos niveles de pobreza. Nueva Zelandia es un país nuevo, y sus habitantes se han dotado de un gran estándar de vida.

La sustancial diferencia que hace posible el desarrollo es una actitud, es una cualidad espiritual del pueblo. Es el sistemático compromiso con la responsabilidad, el amor al trabajo bien hecho, el ahorro y la postergación de satisfacciones inmediatas, el respeto por las leyes, las instituciones y los derechos de los demás ciudadanos.

Cuando un país logra -a través de la educación de los niños y el ejemplo de las autoridades- imprimir en la conciencia colectiva ese tipo de valores de superación, se produce el cambio hacia el progreso. En todos los países considerados desarrollados, la sociedad civil –las personas en su actuar diario en el colegio, la universidad, el club, el sindicato, la empresa- tienen una cultura de esfuerzo personal y respeto por los acuerdos colectivos.

El desarrollo no es un asunto económico, esa es la consecuencia. Es una actitud mental inculcada desde niños, por hacer las cosas bien.

En Latinoamérica, en general, eso no sucede. Y por eso países muy ricos en materias primas son pobres en educación y productividad.  Chile ha hecho un esfuerzo por cambiar su propia cultura de negligencia, pero no ha sido aún suficiente. Una elección presidencial y legislativa debiera ser un momento muy especial de reflexión; una toma de conciencia de que la sociedad civil requiere autoridades capaces de inspirar un proceso que promueva la responsabilidad personal y el compromiso colectivo de superación.

América Latina ha perdido dos siglos en disputas, caudillismos y desidia. Pero se puede cambiar de actitud.