En las últimas semanas Gran Bretaña ha hecho noticia por los extremistas islámicos enquistados en su sociedad, y por el fin de la era de Tony Blair. En ambos hechos, de tan opuesta naturaleza, se revelan aspectos del carácter de los británicos: la serenidad y autocontrol, y el respeto profundo a sus instituciones. La tendencia tan británica a evitar cualquier desbordamiento emocional en la vida particular, tiene su efecto en la vida pública. La idea del understatement, de no dramatizar incluso cuando ocurren horribles atentados, es una característica muy arraigada, que algunos confunden con frialdad. Sin embargo está más cerca del autocontrol.
El electorado británico está premiando a Gordon Brown con un vuelco en las encuestas. El nuevo Primer Ministro asumió hace poco más de un mes en extremas condiciones, debido a dos intentos de atentados de terroristas islámicos, y las peores inundaciones en décadas. Su tranquilidad y capacidad de gestión han llevado a su Partido Laborista a aventajar en al menos seis puntos al Partido Conservador , revirtiendo así la clara tendencia al alza que mostraban los conservadores liderados por David Cameron.
Los británicos tienen otro rasgo característico para enfrentar la vida y los momentos difíciles: el humor, como una capacidad de reírse de ellos mismos. En Gran Bretaña se estila que hasta los discursos se inicien con un buen chiste o con una ironía hacia sí mismo del conferencista, para no aparecer arrogante o jactancioso. El humor es para ellos casi parte de la democracia, ya que ella misma se basa en una paradoja: we agree to desagree (estamos de acuerdo en no estar de acuerdo). Y el equilibrio de esa democracia se sustenta en la permanente discusión.
La falta de humor de Gordon Brown, su actitud tiesa y contenida, hicieron pensar a muchos que no tenía pasta de líder de masas. Pero desde su llegada al poder y sobre todo en tan difíciles circunstancias, se ha impuesto ese otro rasgo británico, la seriedad de su actuar, lo que ha sido valorado. Su visita a EEUU dejó claro que se perfila como un respetado estadista aunque no tenga el carisma de su antecesor Tony Blair. Coincide con el momento histórico en que las tropas británicas se retiran de Irlanda del Norte y dejan la seguridad a cargo del gobierno creado por los acuerdos de paz de 1998, en la era de Blair. La pregunta es cómo hará David Cameron, hasta hace poco la esperanza del Partido Conservador, para recuperarse y lograr la alternancia tras una década de gobiernos laboristas.