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La Nueva Tendencia Económica

Si usted quiere estar muy al día en materia política y económica, empiece a leer sobre la llamada Nueva Economía Institucional. Quien gane la elección presidencial en Chile,  necesariamente tendrá que aplicar aspectos de esta nueva tendencia. Porque la crisis económica logró (aleluya!) acercar posturas que parecían irreconciliables entre los defensores a ultranza del mercado –que lo confundían con el laissez faire –  y los estatistas, que liquidan la iniciativa personal.

Hoy se acepta que el mercado no se reduce al homo economicus, que no todo es relaciones de precios, sino que es indispensable incorporar otros aspectos fundamentales: la cultura, los valores y la educación de los individuos, las características del sistema político y el marco jurídico. Se trata de una visión mucho más integral de la sociedad, que agrega a la economía también la sociología y las ciencias jurídicas.

Lo medular de este enfoque es que la calidad de las instituciones y las normas -formales e informales- se reflejan en el funcionamiento de la economía. Esta depende, en definitiva, de un marco jurídico eficiente y respetado, y de un sistema de creencias que incluye el respeto a las reglas y la transparencia de la información. El desarrollo de las naciones está directamente relacionado con la calidad de sus instituciones. Cuando son corruptas o simplemente ineficientes, generan  incentivos perversos en la sociedad.

La confianza en ellas es clave. Porque si los individuos no confían en el Estado, van a tratar de burlar los impuestos y el sistema en general. Al revés, si las personas desconfían en el mercado porque se sienten abusadas por grupos coludidos para distorsionarlo, buscarán mayor ingerencia estatal.

Lo medular es aceptar que la sociedad no es un ente, sino que está formada por individuos, con legítimos intereses y motivaciones diferentes. La gracia es que  pueda evolucionar hasta un alto grado de cooperación: lograr  que cada individuo sea capaz de contribuir indirectamente, a través de sus variados intereses, al bien común. Y eso depende de la calidad de las instituciones.

Reconozcámoslo, en América Latina fallan las instituciones. Los individuos no respetan los contratos, y el Estado no respeta las esferas personales. No habrá progreso si no mejora el rol esencial del Estado, que es poner reglas del juego y tener autoridad para aplicarlas. La nueva tendencia no es más Estado, sino mejor Estado.