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La otra Argentina

En sus primeras declaraciones como presidenta electa, Cristina Fernández dijo que le gustaría que su país fuera como Alemania, con un altísimo grado de tecnología, y una economía de innovación y valor agregado.

En realidad, Argentina ya tiene como gran fortaleza un alto nivel de su recurso humano. Pero su inestabilidad política y económica impide que florezca como debiera.

Según la revista británica “Nature”, Argentina es uno de los 18 países del mundo que más se destacan en investigación científica. Ocho argentinos fueron distinguidos con el premio Scopus 2007 por sus trabajos publicados y citados por otros científicos de todo el mundo (Scopus es la base de datos sobre literatura científica más importante).

Argentina tiene un modelo propio de central nuclear compacta de cuarta generación;  ha construido satélites; en biotecnología, informática y nanotecnología avanza en programas bien estructurados; en materia militar desarrolló el misil AS-25K que puede ser guiado por láser. En número de investigadores de jornada completa, ocupa el segundo lugar en América Latina después de Brasil con 27 mil (Chile tiene 7.176), y Argentina es el país con más investigadores en Latinoamérica en proporción a su población.

Lo notable es la persistencia en el tiempo de su relativa fortaleza científica, considerando lo deficiente que ha sido su sistema económico y político. La última elección es un ejemplo de esto último. Cristina Fernández fue designada por su marido como candidata, en una maniobra para perpetuar al matrimonio Kirchner en el poder.

El sistema de partidos es hoy casi inexistente. La oposición debilitada por su fragmentación, no pudo contra los enormes  recursos que usó el oficialismo. Los votantes mostraron desinterés y resignación y optaron por lo conocido, un gobierno que ha dado estabilidad pero que no ha hecho los cambios estructurales que den sustento y seriedad a su economía. Un ejemplo es la inflación, ese peligro endémico argentino que el gobierno decidió ocultar en las cifras oficiales.

Por eso la gente más preparada no votó por la familia Kirchner, y si Cristina obtuvo el 45% de los votos, no logró ganar en grandes ciudades, salvo Tucumán y Mendoza. Perdió en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, La Plata y Bahía Blanca.  En cambio arrasó en provincias, donde se depende más del clientelismo y los subsidios.

Los Kirchner le deben en gran parte su triunfo a productos primarios como la soya, por su alto precio internacional debido a la demanda china.

Y mientras los políticos hacen sus repartos con las ganancias,  hay una Argentina profunda que juega en las grandes ligas. Es esa Argentina capaz de producir científicos de talla mundial, a pesar de todo.