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La paz interior de Noruega

Con poco más de 4.5 millones de habitantes, en Noruega prácticamente cada persona conoce a alguien relacionado con los 76 muertos por los ataques del extremista Anders Behring. Incluso la princesa Mette-Marit, la linda plebeya casada con Hakon, el heredero al trono, perdió en el tiroteo a su hermanastro que era policía. Es un país en shok.

Sin embargo, hasta el más humilde entrevistado en las calles de Oslo ha expresado que no claudicará a sus valores. La respuesta será más democracia, más honestidad, más humanidad, dijo el Primer Ministro Jens Stoltenberg durante el oficio fúnebre en la Catedral Luterana, religión a la cual pertenece casi el 90% de los noruegos . “La libertad es más fuerte que el miedo“, expresó el rey Harald V. La familia real se mezcla en todo momento con el pueblo, oye, conversa, comparte, consuela.

Ni una palabra de venganza, de promesa de acción militar alocada contra el enemigo, aún cuando tras el estallido en Oslo no se sabía quién había organizado el atentado   terrorista. Frente al odio destructivo, la respuesta de esa sociedad abierta y libertaria fue no perder sus valores ni aún cuando se atacaba el corazón del Estado –el edificio gubernamental- y lo más preciado: decenas de jóvenes inocentes.

Sin embargo, el acto criminal de ese noruego racista y xenófobo reaviva la discusión más importante que enfrenta Europa para su futuro: la inmigración masiva. En los países nórdicos, que se caracterizan por su tolerancia, aumentan los que se sienten abrumados por la llegada de quienes mantienen otros valores culturales  y a veces  religiones inflexibles.

Se suma a que en toda Europa crece un electorado a la defensiva por la crisis económica y la falta de trabajo. Nicolas Sarkozy, Angela Merkel o David Cameron han manifestado que el multiculturalismo ha traído nuevos y complicados problemas. Tanto los políticos moderados como los más nacionalistas se disputan ese electorado crítico de la inmigración, tema que hoy define el debate político en Europa.

Es tan acuciante el tema,  que ya el 23% de los noruegos vota contra la inmigración, el “Partido de los Auténticos Finlandeses” crece, los  Demócratas de Suecia también elevaron en las urnas su plataforma antiinmigratoria, el Partido Popular Danés decidió poner una barrera en el puente Oresund y controles en las fronteras, congelando en parte la libertad de circulación que consagra el acuerdo de Schengen, y en Italia,   Holanda, Austria, Hungría, Suiza o Gran Bretaña el sentimiento antiinmigratorio  tiene un apoyo que le da creciente capacidad de influir en la política. La principal discusión europea hoy –sea política o económica- está ligada al grado de aceptación o rechazo a la inmigración masiva.

El ataque de Anders Behring Breivik es el trágico recordatorio  de que la violencia extrema no es monopolio de ninguna cultura o religión. Y por eso es que la reacción de Noruega es tan valiosa: cualquiera sea la postura de cada uno en particular, los noruegos reafirmaron que antes están la unidad y los cánones democráticos y de libertad.