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Los buenos gobiernos y la paz social

La deuda en EEUU y Europa no es sólo un asunto económico. Es un problema de conducta moral.  Es una  tendencia a la defensa de intereses por sobre el bien común  y a los Estados de Bienestar, que tranquilizan a los ciudadanos con un asistencialismo mal entendido, que los ata al gobierno de turno.

La deuda pública de EEUU es mayor al total de su PIB, y el valor real de sus obligaciones sociales es siete veces su producto. Los países de Europa tienen un endeudamiento muy superior al permitido por el Acuerdo de Maastricht. La solución cortoplacista ha sido que los bancos centrales imprimen más dinero, una forma de expropiación a los ahorrantes.  Se ha optado por el estatismo de crear moneda.  Y así se “salva” a gobiernos dilapidadores como el de Grecia, sólo para comprobar que el rescate no surte efecto.

Las democracias occidentales han sido debilitadas por la irresponsabilidad  y por demasiados políticos -directa o indirectamente- manipulados por la fuerza de unos pocos pero potentes sectores  especulativos que crecen en el abuso, que ganan con las deudas, que se enriquecen con las repactaciones, que viven de las crisis y de la inestabilidad financiera que muchas veces propician.  Mientras los Secretarios del Tesoro provengan o estén ligados a influyentes grupos que funcionan en Wall Street, no habrá forma de detener  este círculo vicioso.

Hemos citado en estas columnas a Adam Smith que era profesor de filosofía moral y  escribió que no es ético enriquecerse de cualquier forma; a George Washington, que recomendó no endeudar nunca a la nación; a Jefferson, que advirtió que la corrupción llega cuando se comprometen favores futuros a cambio de votos; a Madison, que decía que el peor enemigo de la democracia son los grupos de poder. Ya Aristótles y Confucio hablaban de una esencia humana dotada de compasión, vergüenza, capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso, con la potencia de desarrollar virtudes sociales  como el altruismo y el sentido del deber.

Pero no se ven políticos  capaces de convencer de la necesidad de ese conjunto de valores indispensables.  No hay candidatos que pongan énfasis  especial en el ahorro,  en la necesidad de trabajar bien,  en la relación entre derechos y deberes de los individuos  y los gobiernos.  Estos no son temas triviales: debieran ser la discusión esencial en las sociedades que aspiran a la paz social.