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MUJER Y NATALIDAD: Un tema político crucial

En el mundo globalizado los temas sociológicos y culturales ganan espacio. Uno de los más polémicos es la llamada ley de cuotas para favorecer la participación femenina en la política, no sólo en Chile. Y el otro, la baja natalidad, que en la mayoría de los países occidentales no alcanza a cubrir la tasa de reemplazo.

La discusión es antigua. John Stuart Mill  ya en 1869 publicó “The Subjection of Women” (El sometimiento de las Mujeres) poniendo en duda la fundamentación jusnaturalista de los roles asignados a la mujer; propiciaba el concepto de la mujer responsable en vez de pasiva. Fue muy apoyado por el ejemplo de la enfermera Florence Nightingale que demostró la capacidad de la mujer masivamente. El escritor George Bernard Shaw se dedicó a destacar un nuevo tipo de mujer que desplazaría a la clásica heroína sentimental.

Pero el feminismo propiamente tal vino con el siglo 20 y las sufragistas, pro voto femenino. Mrs. Pankhurst y su hija Christabel fundaron en 1906 la Unión Femenina Social y Política. Y en el movimiento pro derechos civiles de EEUU, Betty Friedan tuvo una posición radical con “NOW”, Nacional Organisation of Women. Buscó superar lo que llamaba la barrera simbólica de una sociedad patriarcal que, decía, valoraba más lo masculino que lo femenino. En esa línea de deconstrucción de símbolos escribieron también los pensadores Michel Foucault y Jacques Derrida, todos cercanos al socialismo.

Conseguidas metas básicas de trato y voto, el tema se mantiene controvertido porque, como  hay menos mujeres que hombres con dedicación completa al ámbito profesional y político, se pretende lograr la paridad vía discriminación positiva, lo que no enaltece a las  mujeres ni permite que los mejores, sin distinción, lleguen a los cargos claves del país. Es muy delicado  imponer por métodos legales o administrativos  lo que se estima virtuoso.

Pero si hay un punto que el feminismo radical suele descuidar es el rol fundamental e insustituible de las mujeres como madres. Hoy no hay  nada más complicado para el mundo occidental que la baja natalidad y la necesidad de las mujeres de postergar la maternidad o eliminarla, para mantenerse vigentes igual que los hombres en la profesión.

Por eso, logrados los derechos básicos, la tendencia sociológica  de las mujeres (y de los hombres) debiera ir hacia la diferenciación en vez de la igualdad. Es de interés de la sociedad toda que nazcan niños. Y que haya tiempo para quererlos. Permitir que la mujer pueda trabajar en forma diferente, flexible, sin abandonar su fin más propio, es la manera más civilizada, respetuosa y elevada de resolver un tema que no es económico sino profundamente filosófico, pues apunta a la clase de sociedad que se quiere construir.