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Steve Jobs y la sociedad incubadora de talentos

Siempre me ha impresionado que una nación nueva como es EEUU haya tenido tan claro, desde su fundación, que su futuro estaba ligado a la creatividad de sus gentes.

La Oficina de Patentes y Marcas de EEUU tiene más de 200 años, tantos como el propio país, y desde su  inicio promovió el progreso de las ciencias y las artes. En ella está inscrita la mejor parte de la historia de EEUU. Y seguramente en letras del molde figura Steve Jobs.

Muchos –como el propio Jobs- iniciaron sus investigaciones en un simple garaje, ese emblemático recinto de la sociedad norteamericana, con el canasto de basketball en el exterior, la puerta levadiza y las herramientas colgando en las paredes con una pulcritud que, sin duda, deja huellas que marcan el carácter de los niños. Porque esos garajes, como antes los graneros, hablan de padres que se arremangan las mangas, y donde el concepto de “do it yourself” es un principio de vida. Se calcula que el 52% del crecimiento de EEUU desde la II Guerra Mundial provino de los inventos, muchos de ellos aportados por inmigrantes europeos con cero capital, pero incentivados por una actitud social en ese país hacia el individuo creativo.

Desde Benjamin Franklin o un siglo después con Thomas Edison, los inventores han hecho de EEUU una sociedad de oportunidades y de avances. Ellos nunca esperan mucho del Estado, tampoco de un golpe de suerte, sino que trabajaban incansablemente con la seguridad de pertenecer a una sociedad que valora el emprendimiento. Y el rol del gobierno para asegurar la continuidad de la innovación ha sido promover una oficina de patentes fuerte y ágil, porque sin propiedad intelectual no se puede estimular a una persona a invertir sus mejores años en el desarrollo de una idea.

De esos garajes salieron visionarios como Steve Jobs y Steve Wozniak, impulsores del  computador personal y fundadores de la empresa Apple. Hoy ya es leyenda cómo ambos armaron los primeros computadores Apple en un garaje de California.

Bill Hewlett y Dave Packard gestaron HP -una de las compañías tecnológicas más importantes del mundo- en otro garaje que ha sido declarado lugar histórico en EEUU. Y en 1998 los estudiantes Larry Page y Sergey Brin tenían la idea de crear un buscador de Internet que funcionara mediante un complejo algoritmo. En un garaje de la Avenida Santa Margarita en el sur de San Francisco incubaron Google…y lo demás ya es historia. Bill Gates jubiló a los 53 años-tras su enorme aporte a la era de la informática-  para dedicarse a su fundación que aporta a la educación y a la cura del Sida en Africa. Otros inventores sólo obtuvieron una  pequeña pensión, pero independiente de la recompensa, los innovadores tienen en común un entusiasmo por el proceso creativo.

Son innumerables los ejemplos y uno se pregunta qué tiene EEUU que inspira a tantos innovadores. La clave está en un ambiente social que estimula desde niños un interés personal hacia la creatividad. Por eso, creo yo, hay tanta impaciencia con algunos potentes especuladores de Wall Street: no representan el verdadero espíritu de EEUU. Ojalá en Chile, tras tanto discutir sobre educación e innovación, logremos el clima adecuado para que aparezca al menos un Steve Jobs  por generación. Eso parte por no mofarnos si vemos a alguien distinto, atípico, que pasa las horas pensando sobre una rara idea. Steve Jobs era considerado un nerd…y hoy es despedido como un ícono.