Los líderes fallaron. En EEUU se dio una fatal suma de malos conductores. El presidente Bush gastó como país en guerra (artificial) en Irak y además condujo mal las políticas económicas; y el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, estimuló una política irresponsablemente expansiva. Las personas fueron inducidas a endeudarse, desde el gobierno y la Reserva Federal. Y se alteró el mercado hipotecario y la economía en general.
EEUU vive una peligrosa falta de líderes, no hay una conducción respetada. Bush es un presidente fallido que tres de cuatro norteamericanos desaprueba. McCain no logró siquiera entusiasmar a los propios republicanos, que en alto porcentaje rechazaron en el Congreso el paquete de medidas de salvataje que él apoyó. Y Obama ha sido un avestruz, no ha marcado futuro, no ha demostrado liderazgo de peso en un momento crucial.
El aparato estatal estadounidense creó incentivos perversos. En una economía de libre mercado, el principal rol del Estado para favorecer la libre competencia es regular poco y bien, para evitar distorsiones, monopolios, abusos, falta de transparencia. Todo esto no ocurrió en EEUU por mucho tiempo. Y en esta columna dijimos varias veces lo peligrosamente endeudado que estaba EEUU y cómo China indirectamente le prestaba dinero comprando bonos.
La distorsión partió desde el Estado, con el presidente Bill Clinton que presionó para la entrega de populares créditos de alto riesgo, continuó con la administración Bush que siguió forzando la demanda y se distrajo en Irak, y el gran director de desaciertos fue Alan Greenspan; alteró todo al impulsar la excesiva liquidez; promovió y hasta premió un mal comportamiento de los norteamericanos, que estaban siendo seducidos hasta el extremo a endeudarse.
Se otorgaban préstamos irrisorios de instituciones garantizadas por el propio Estado como Fanny Mae y Freddie Mac, que entregaron recursos por más de ¡50 veces su patrimonio!
Se sumó la mala conducta del sector privado: no el de la economía real, sino el de Wall Street. El managment no actuó en interés de los accionistas –base del sistema- sino que con el criterio de que las ganancias eran para los banqueros, y las pérdidas para los pequeños. Todos los distorsionadores se fueron con suculentas indemnizaciones.
Por eso hay una sensación de fastidio tan grande en EEUU. La gente percibe cómo le alteraron el sistema.
La buena noticia es, paradojalmente, esa desconfianza: es mala para la coyuntura económica, pero habla bien de los norteamericanos. Están furiosos con Bush, Greenspan, Wall Street. Los que trabajan, los que se arremangan y los que innovan y han creado los avances tecnológicos que impulsan al mundo, están reaccionando. EEUU nació como nación declarando la responsabilidad personal y la mínima ingerencia del Estado, el cual debía generar el marco para el desarrollo individual. Si no recupera esa actitud, y se blinda de autoridades como Greenspan, EEUU habrá perdido su esencia.